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La cumbre por Kosovo terminó sin
bombas y un triunfo para Serbia


Las dos partes volverán a encontrarse el 15 de marzo. Este resultado –en realidad, un fracaso– de la conferencia de Rambouillet dejó al desnudo las divisiones en la OTAN y es un triunfo del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic.

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Un bombardero norteamericano B-52 se prepara para aterrizar en una base británica.
Eran los que se iban a usar para bombardear posiciones serbias, amenaza que finalmente se diluyó.

Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde Rambouillet


t.gif (862 bytes) El presidente yugoslavo Slobodan Milosevic ganó su partida de ajedrez geopolítico con la comunidad internacional. Al término del ultimátun fijado para ayer por el Grupo de Contacto para la ex Yugoslavia –EE. UU, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Rusia e Italia– para que serbios y albaneses de la provincia yugoslava de Kosovo llegaran a un acuerdo con vistas a otorgar una autonomía a esa provincia, ambas delegaciones “se acercaron” a una solución global de la crisis de Kosovo sin que los serbios se sometieran a la exigencia central del Grupo de Contacto, es decir, la aceptación de un despliegue militar encargado de verificar la aplicación del acuerdo. El sábado pasado, el grupo había dado plazo hasta ayer a los beligerantes para poner término a la guerra que opone a los serbios y a los independentistas albaneses. Tras nuevas incertidumbres y unas cuantas imprecisiones finales que no pueden ocultar el real fracaso de la conferencia, las dos delegaciones acordaron volverse a reunir el próximo 15 de marzo a fin de continuar las discusiones y fijar definitivamente “las condiciones de aplicación del texto” discutido durante más de dos semanas en la localidad de Rambouillet, en las afueras de París.
El Grupo de Contacto que había organizado esta conferencia anunció que durante el nuevo encuentro se iban a “fijar todos los aspectos de aplicación del pacto de autonomía”, en particular las modalidades de “una presencia civil y militar” en Kosovo que, según reza el texto del Grupo, ya no parece ser obligatoria sino “invitada” por las autoridades de Belgrado. La astucia verbal deja de lado por el momento el cumplimiento de las amenazas de intervención de la OTAN, la Alianza Atlántico. Con la férrea oposición de Rusia, los occidentales habían amenazado a Belgrado con un bombardeo consecuente si los serbios se seguían oponiendo a que una fuerza multinacional verificara la validez del texto discutido en Rambouillet. Entre el sábado y la tarde de ayer, los serbios parecen haber dado un “acuerdo parcial” a esa presencia multinacional, condicionada a una nueva negociación posterior. Sin embargo, es lícito precisar que este capítulo está sumido en el más impenetrable misterio. Los papeles y el Grupo de Contacto dicen una cosa, los serbios otra. “Hoy, sinceramente, el presidente Milosevic ganó por KO. No cedió en nada y encima supo evitar las bombas”, comentaba en Rambouillet una fuente del Grupo.
Las divisiones internas en la delegación albanesa y las más evidentes en el seno del grupo de contacto parecen explicar la facilidad con que los serbios ganaron la partida. Las posiciones radicales prevalecieron más que las moderadas, incluso en la delegación albanesa. En este contexto, los albaneses también plantearon nuevas exigencias, ya previsibles el sábado pasado. La delegación dio su acuerdo “de principio global” al texto, pero pide a cambio un plazo de 15 días para firmar definitivamente el acuerdo. Además de introducir algunos “retoques”, los albaneses quieren igualmente consultar al “pueblo” y a las instituciones políticas y militares de la provincia. Sin embargo, sigue reinando aún una intensa confusión sobre el contenido de los párrafos del acuerdo, en especial el que atañe a una de las condiciones políticas y al dispositivo militar de verificación.
Por un lado, los albaneses aseguran esperar que el texto final integre un referéndum de autonomía en un plazo de tres años, así como un rápido despliegue de la fuerza multinacional. Por el otro, los serbios no hacen ninguna mención del referéndum, más bien, al igual que los occidentales, niegan su existencia, y, además, si bien aceptan el capítulo político de un texto que prevé para Kosovo una “amplia autonomía”, sólo se declararon “dispuestos” a discutir la naturaleza exacta de la presencia militar”invitada”. Entre una ambigüedad y otra queda claro que sólo se negoció lo aceptable por ambos y se dejó en la sombra lo esencial.
En concreto, los mediadores del Grupo de Contacto sólo parecen haber conseguido un consenso sostenido con alfileres que salva del deshonor los esfuerzos realizados por la diplomacia occidental, con EE.UU., Gran Bretaña y Francia a la cabeza. Del texto preliminar se desprende sólo un “consenso” sobre la “autonomía sustancial de Kosovo” –elecciones libres y justas con instituciones democráticas, protección de los derechos humanos y respeto de las comunidades nacionales. El resto no ha variado en casi nada. Pese a lo que está escrito en el papel y anunciado en la conferencia de prensa, el presidente serbio reiteró anoche su total oposición a un despliegue militar en la región. Milosevic, como Hernán Cortés, ganó el round sin quemar los barcos.

 

 

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