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SU NOMBRE ES CARLOS ANTONIO ESPAÑADERO, TIENE 67 AÑOS, SIRVIO EN EL 601
Retrato de un espía en la embajada alemana

Para él fue “una función más de las tantas tareas oficiales que realicé”. Era el hombre que recibía a familiares de desaparecidos que iban a buscar ayuda a la embajada de Alemania en los años del Proceso y los interrogaba.

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El presidente alemán recibió a los parientes de desaparecidos alemanes en su visita a Buenos Aires.
El mandatario prometió investigar por qué había un agente de inteligencia militar del Proceso en su embajada.

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El oficial que los familiares conocieron como “mayor Peirano”.
Eleonor Lüdden lo reconoció en esta foto de Carlos Españadero.


Por Victoria Ginzberg

t.gif (862 bytes) El “mayor Peirano” tiene nombre y apellido. Se llama Carlos Antonio Españadero, tiene 67 años y es mayor retirado del Servicio de Inteligencia del Ejército. “Fue una función más de las tantas tareas oficiales que realicé”, confirmó a este diario él mismo en relación a su desempeño en la embajada alemana, donde interrogó a familiares de desaparecidos durante la dictadura. Eleonor Lüdden, una de las madres que se reunió con Españadero, reconoció la foto que le acercó Página/12. La entrevista que tuvo con el “mayor Peirano” alcanzó para que su rostro le quedara grabado. “Me acuerdo de él porque su cara me impresionó, nunca me inspiró confianza”, afirmó segura.
Tras una larga y exhaustiva pesquisa, este diario se comunicó ayer con un teléfono de la zona de Avellaneda y habló con Españadero, oficial retirado de la inteligencia del Ejército que cumplió funciones en el oscuro Batallón 601. Esta persona reconoció haber entrevistado a familiares de desaparecidos en la embajada alemana y negó haber recibido dinero a cambio del cuerpo de Elisabeth Kaeselmann.
–Sabemos que usted fue la persona que estuvo en la embajada alemana durante la dictadura. ¿Quiere hacer un descargo? –preguntó Página/12.
–Yo no tengo nada que descargar. Era una misión oficial.
–¿Cuál era su función?
–No le voy a aclarar nada más.
–¿Me puede decir quiénes eran los funcionarios que lo habían conectado?
–En absoluto... Bueno, ustedes lo publicaron en el diario.
–¿Viola?
–Bueno, yo ni lo conocía a él, pero era la cabeza institucional. Además, piense que si la embajada estuvo diciendo que había hablado con Viola no creo que haya mucha duda.
–¿Cuántos familiares entrevistó en la embajada?
–No sé, pero creo que la embajada puede tener el detalle. Fue una función más de las tantas que realicé en cumplimiento de órdenes.
–¿Cuáles fueron las otras?
–Eso no tengo por qué decirlo. Yo soy una persona que estuvo cumpliendo sus funciones legalmente y por supuesto no tengo que rendirle cuentas a nadie. Si usted pagaba los impuestos también estaba cumpliendo órdenes del Gobierno. ¿Sabe dónde estaba el gobierno argentino en ese momento? Representado en las Naciones Unidas. Si nosotros estamos en una institución y esa institución depende del gobierno nacional, que es aceptado por todas las naciones del mundo, no creo que alguien pudiera decir que uno no estaba acatando órdenes del gobierno. Al margen de que se pueda calificarlo como quiera, porque para mí fue peor que una dictadura.
–Usted habla de impuestos, pero una cosa es pagar los impuestos y otra secuestrar personas.
–Yo jamás secuestré a nadie.
–¿Usted supo algún dato sobre los desaparecidos familiares de las personas que lo fueron a ver a usted?
–Usted quiere forzar mi libertad y mis derechos.
–Yo quiero aclarar algunas cosas que siguen sin aclararse como su identidad y el destino de miles de personas.
–Usted tendría que conocer que los miembros de los servicios de inteligencia tienen una ley secreta que les obliga a utilizar nombres distintos a los reales. Cuando yo ingresé a los servicios eso ya existía y creo que en este momento también existe. Esa persona hasta cobra un sueldo con un nombre distinto.
–Usted cobraba con el nombre de Peirano.
–No le tengo por qué decir eso.
–¿Qué sabe sobre el destino de las personas que están desaparecidas?
–No sé nada de eso.
–También se lo acusa de haber cobrado plata por entregar el cuerpo de la estudiante Elisabeth Kaeselmann.
–Eso es una barbaridad. Es demencial y lo tengo que tomar como una difamación.
El 6 de enero, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania reconoció que un oficial de inteligencia atendía, durante la dictadura, a los familiares de desaparecidos que iban a pedir ayuda a la embajada. Las declaraciones se hicieron en una carta dirigida a los miembros de la Coalición contra la Impunidad, organización alemana que impulsa el juicio contra 41 militares argentinos que están siendo investigados en la fiscalía de Nuremberg, y se conoció el jueves 25 de febrero. Los abogados de esa organización habían mencionado al “Mayor Peirano” como la persona que recibía las denuncias de las víctimas cuando solicitaron acceder a los archivos sobre la época que estaban en la embajada argentina. En un primer momento las autoridades germanas negaron la existencia de Peirano, pero los familiares que se habían entrevistado con él siguieron insistiendo hasta que decidieron reconocerlo.
“El tal mayor Peirano nunca ha sido miembro de la embajada alemana en Buenos Aires, pero es correcto que el entonces gobierno argentino recomendó a un mayor Peirano como contacto de toda confianza”, afirmaron las autoridades germanas en la carta dirigida a los miembros de la Coalición. El gobierno alemán aseguró que “la embajada no puede determinar su verdadera función, ni tampoco si Peirano era realmente el nombre oficial o se trataba de un seudónimo”.
El asunto Peirano dominó la visita a la Argentina del presidente alemán, Roman Herzog, que estuvo en el país del 1º al 4 de marzo. En la conferencia de prensa que brindó la comitiva germana el miércoles pasado, el viceministro de Relaciones Exteriores, Ludger Volmer, aseguró que en 1985 el gobierno de su país trató de averiguar la verdadera identidad de este mayor sin obtener resultados y que durante la última visita no habían indagado sobre este tema.
Eleonor Lüdden se entrevistó con Españadero en 1978, quería saber qué había pasado con su hijo Federico, desaparecido en City Bell el 30 de noviembre de 1976. “Lo vi poco tiempo, porque no me inspiraba confianza. Le dije que no veía a mi hijo desde mucho antes de que lo secuestraran y que no sabía quiénes eran sus amigos”, dijo Lüdden. La mujer, alta y flaca, miró la foto sobre la mesa. Se levantó de la silla, buscó sus lentes grandes de ver de cerca, y sonrió. “Es la persona de la embajada”, afirmó. Otras madres que se entrevistaron con Peirano no pudieron confirmar del todo su identidad. “Es muy parecido, pero no puedo asegurar que sea”, fue la reacción de Idalina Tatter, que también vio a “Peirano” en la embajada.

 

Carlotto en Francia

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, informó ayer que el gobierno de Francia, que la condecorará aquí en mayo próximo, la invitó a los actos que se realizarán mañana en París por el Día Internacional de la Mujer. Carlotto contó que será condecorada con la Legión de Honor durante un acto que se realizará en la sede de la embajada gala en una fecha a determinar y destacó que el pianista Miguel Angel Estrella ofrecerá un concierto. Para la presidenta de Abuelas, tanto la invitación a París como la distinción que le será entregada aquí en mayo “son coherentes con la actitud que siempre tuvo Francia para con nuestra lucha: nos abrió los brazos siempre y así nos facilitó muchas cosas”. Luego destacó que mañana será la única mujer argentina entre centenares de mujeres de todo el mundo invitadas a “recordar la fecha y ser reconocidas por el trabajo que cada una de nosotras lleva a cabo en sus respectivos países”. “Espero encontrarme allá con la viuda de Francois Miterrand”, puntualizó.

 

Debate por la compensacion

Un grupo de personas que se exiliaron durante la última dictadura militar se reunirá el próximo jueves en el Congreso para conformar un comité que siga el trámite del proyecto que procura una compensación económica para quienes tuvieron que abandonar el país en esos años. El encuentro se realizará a las 16 en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso. El legislador justicialista Marcelo López Arias, autor del proyecto de ley, lo presidirá. También asistirán los diputados Marcela Bordenave y Carlos Becerra, de la Alianza. “Es importante que concurran todos aquellos que padecieron el destierro”, sostuvo Jacinto Gaibur, director de Prensa de la Cámara de Diputados.

 


 

Los documentos que se mandan los militares

El descubridor de los archivos del terror de Estado en Paraguay encontró pruebas de que los países del continente todavía se pasan inteligencia sobre los “subversivos”.

Silencio: El juez solicitó al entonces presidente Wasmosy que le mandara la lista pero no tuvo respuesta. Repitió el pedido a su sucesor Raúl Cubas.

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lmada, que fue secuestrado y encarcelado por Stroessner.
Se le hizo un “juicio” ante el “tribunal secreto del Cóndor”.

Por V. G.

t.gif (862 bytes) En 1997, militares representantes de los ejércitos americanos se reunieron en Las Salinas, Ecuador, donde se celebraba la XXII Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA). Entre los documentos que se usaron en la conferencia, figuraba uno por lo menos peculiar. El 10 de julio de ese año, meses antes del encuentro, el coronel Francisco Ramón Ledesma Samudio, oficial de enlace del Ejército Paraguayo con la Conferencia, le mandó al coronel ecuatoriano Jaime del Castillo Baez un fax. “Tengo el agrado de dirigirme a usted con el objeto de remitir la Apreciación de la Situación Subversiva del primer semestre del año 1997, solicitada por usted con el fin de elaborar la Apreciación Combinada de la Situación Subversiva en el Continente (ACSSC)”, decía el papel. La nota demuestra que militares latinoamericanos continúan haciendo inteligencia interna y que además la información resultante es compartida con otros ejércitos del continente.
“El Cóndor sigue volando”, afirmó Martín Almada, descubridor de los archivos del terror de Paraguay, que denunció en su país la existencia de lo que llamó El Plan Cóndor II. Ledesma Samudio reconoció ante el juez paraguayo de primera instancia en lo criminal Jorge Bogarín González haber enviado el fax pero afirmó no conocer el contenido. “Soy un tramitador”, dijo y agregó que para conocer el contenido del documento había que remitirse al Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas de su país. El juez solicitó al entonces presidente Juan Carlos Wasmosy que le proporcione la lista pero no tuvo respuesta. Repitió el pedido a su sucesor Raúl Cubas y tampoco le contestó. El juez también demandó colaboración del Departamento de Estado norteamericano y del Pentágono. “¿Por qué este pedido?”, preguntó retóricamente Almada. “Porque el Cóndor desde el comienzo estuvo vinculado con el Pentágono y la CIA”, se contestó.
En 1975, durante la CEA que se realizó en Montevideo, los representantes castrenses del continente no ocultaban que los principales temas de las reuniones eran “el combate contra el comunismo internacional” y “la subversión” y algunos medios informaban que entre los ejércitos se producía un intercambio de información entre los diferentes países.
Almada sospecha que su nombre figura en la “lista de subversivos” que los militares de su país mandaron a Ecuador en 1997. Tiene una triste experiencia con el Cóndor, término en clave elegido por un agente del FBI, Robert Scherrer, para designar el esquema represivo montado por las dictaduras del continente en los años ’70.
Almada fue secuestrado el 26 de noviembre de 1974. Era director de una escuela paraguaya. Había estudiado Sociología en Chile y se había doctorado en Ciencias de la Educación en la Universidad de La Plata, en Argentina. Los militares paraguayos lo llevaron a una delegación de Inteligencia de la policía y lo sentaron frente a sesenta personas, la mayoría uniformadas y con anteojos negros. Al escuchar las voces pudo distinguir acentos chilenos, uruguayos, argentinos y paraguayos. Años después supo que en ese momento se encontraba frente al Tribunal Cóndor.
“En mi tesis de doctorado yo decía que en Paraguay la educación está al servicio de la dependencia. La policía argentina envió el texto a la paraguaya y el Cóndor me encontró terrorista intelectual”, contó didácticamente Almada. El supuesto tribunal también acusó al pedagogo de ser el comandante de una cárcel del pueblo que estaba construyendo el ERP. El argentino Héctor García Rey y un coronel chileno de apellido Oteiza fueron quienes más se ensañaron con Almada durante las sesiones de tortura. Almada estuvo detenido en una comisaría y luego, por “mala conducta”, lo llevaron a un lugar conocido como Sepulcro de los Vivos. Allí compartió la celda con el abogado Amílcar Santucho, quien también fue interrogado por el Tribunal Cóndor y junto a quien fue trasladado al campo de concentración de Emboscada.
“Yo peleaba con ellos, les gritaba”, narró Almada. Por sus quejas lo llevaron de vuelta al Sepulcro. “Allí éramos tratados muy mal pero habíacomida y agua y en el campo no había comida pero había sol y en esos momentos límites parece que uno lo prefiere. Y la policía se dio cuenta de lo fundamental que era el sol para nosotros”, aseguró. En ese lugar Almada hizo una huelga de hambre. “Así como ellos eran irracionales, nosotros éramos irracionales hasta la locura.” Y para demostrar sus dichos con un ejemplo se sentó con las piernas cruzadas y la espalda recta y mirando fijo hacia una pared y narró: “Estaba en una celda pequeña con mucha gente y yo me sentaba de esta forma. Dormía y amanecía así. Hasta que un día llegó a Paraguay un americano que decía que podía doblar metales con la mente. Entonces vinieron varios policías y me apuntaron de cerca con varias armas. Supuestamente yo estaba por tirar la pared con la mente”. Por presión de organismos internacionales Almada fue liberado. Pero su mujer murió de un infarto cuando los militares le informaron que lo habían matado. Desde que salió de su cautiverio Almada luchó para que los culpables paguen sus culpas. El 22 de diciembre de 1992 descubrió los primeros archivos “del terror” en una comisaría de Lambaré, Paraguay. Allí había abundante información y documentos sobre el Plan Cóndor que fueron presentados al juez español Baltasar Garzón como pruebas contra Augusto Pinochet y para pedir que el dictador Paraguayo Alfredo Stroessner también sea imputado en el juicio. Almada sigue buscando pruebas y documentos. De esta manera se topó con lo que sería el Cóndor II.

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