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EL JUICIO POLITICO A CUBAS SE REANUDA MAÑANA EN EL CONGRESO
Paraguay a punto de cambiar de presidente

Las chances de Raúl Cubas de sobrevivir como presidente paraguayo parecían cada vez menores ayer, con sus opositores afirmando que tenían los dos tercios necesarios para destituirlo. El viernes hubo ocho muertos en los disturbios.

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Miles de manifestantes se congregan ayer ante la Catedral a la espera de la caída de Cubas.
Los opositores fueron desalojados durante la noche de la Plaza de Armas, ante el Congreso Nacional.

t.gif (862 bytes)  El Senado de Paraguay acentuó la presión sobre el presidente Raúl Cubas, quien libraba ayer una denotada batalla por conservar el mando tras una jornada de violentos disturbios que dejaron ocho muertos y más de cien heridos. Al iniciar el juicio político de Cubas, a quien se ha culpado del asesinato de su vicepresidente, Luis María Argaña, en un atentado, y del creciente caos en Paraguay, el Senado rechazó tres de las cuatro pruebas presentadas por sus abogados. El proceso comenzó con la Legislatura rodeada por tropas y tanques del ejército, cuando Cubas llamó a evitar disturbios similares a los del viernes. Pero la posición de Cubas lucía más débil que la de los legisladores que necesitan el voto de 30 de los 45 miembros del Senado para obligar a su renuncia. “Fue una defensa muy pobre, muy flaca, que trató de esgrimir argumentos leguleyos en un juicio político, como si se tratara de un juzgado común”, dijo la senadora opositora Elba Recalde. “Tenemos no solamente 30, sino 32 (de los 45) votos asegurados”, dijo Recalde. “La destitución es un hecho.”
Un día después de los disturbios en las inmediaciones del Congreso, los defensores de Cubas chocaron con una férrea oposición del Senado. La senadora oficialista disidente Cristina Muñoz denunció, en declaraciones a las radioemisoras, que “la desesperación de los oviedistas es tal que me ofrecieron un millón de dólares para votar en contra de la destitución del presidente”. Senadores de diversas facciones dijeron que Cubas estaría tan debilitado que incluso se mostraría dispuesto a renunciar, a cambio de no ser luego perseguido por sus detractores. “La renuncia del presidente es altamente probable”, dijo un senador oficialista disidente, que pidió no ser identificado “para no entorpecer las negociaciones”. “Según esto avanza, es posible que el asunto este solucionado el domingo”, dijo la fuente. El diputado oficialista disidente Angel Barchini, uno de los tres fiscales acusadores de Cubas, dijo que “por un mínimo de decencia el presidente tendría que suicidarse o renunciar, como un acto de patriotismo”. El titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara alta, José Fernández Estigarribia, dijo a los periodistas que mantuvo reuniones “con exponentes del cuerpo diplomático acreditado en el país” para buscar “una salida decorosa para todos” en la crisis política. La crisis política paraguaya cobró matices de mayor gravedad el martes con el asesinato de Argaña, principal rival de Oviedo y Cubas, en una calle asunceña. El Poder Legislativo y los principales partidos políticos, incluyendo al gobernante Colorado, culparon a Oviedo de ordenar la violencia del viernes y a Cubas de permitirla. La mayoría también los culpa a ambos del asesinato de Argaña, quien abogaba por el juicio político. El jefe de la policía nacional, Niño Trinidad, fue destituido ayer después de que sus hombres abandonaran a los manifestantes a su suerte en la batalla campal. La Fiscalía General del Estado, que había responsabilizado al gobierno de todo lo ocurrido, ordenó el arresto de Trinidad bajo el cargo de homicidio culposo, que conlleva hasta cinco años de prisión. Según algunos jueces, alguno de los francotiradores puede haber sido ya identificado por testigos.
En Washington, el Departamento de Estado deploró las muertes de los manifestantes e instó al gobierno “a llevar a cabo una investigación completa que lleve al enjuiciamiento de los responsables”. Oviedo fue recluido en un cuartel militar cercano a la residencia oficial el miércoles, en un fallido intento de Cubas por frenar el juicio político. El ex militar llamó a sus ex simpatizantes, a través de sus colaboradores, a la movilización que acabó en tragedia el viernes.
Pese a las conclusiones que aseguran que el presidente está muy debilitado, declaraciones ambiguas de su parte hicieron suponer a algunos legisladores que Cubas podría intentar desobedecer una eventual destitución. El abogado Aníbal Elizache, representante de Cubas en el juicio político, contribuyó a las sospechas al decir que “el presidente va a acatar la decisión del Senado, siempre que se respeten las normas del debido proceso”, dando a entender que Cubas juzgaría si el resultado delproceso fue legal o no. “Este es un proceso viciado de nulidad. Un plan ejecutado por muchos sectores contrarios al gobierno”, añadió Elizeche.
La sesión de ayer se desarrolló en medio de fuertes medidas de seguridad. Tanquetas del regimiento 2 de Caballería del Ejército cerraban las calles que conducen a la Plaza de Armas, y la Marina custodiaba el recinto propiamente dicho. En la explanada de la Catedral se concentraban los jóvenes y campesinos antigubernamentales, con crespones negros de luto en memoria de los muertos de la víspera. Los oviedistas se juntaron por su lado en las inmediaciones de la Casa de Gobierno, a unos 200 metros. Varios senadores se ausentaron durante la sesión con rumbo más o menos misterioso. José Francisco Appleyard, que fue defensor de Oviedo, mantuvo una reunión con miembros de su tendencia política antes de ser recibido por Cubas. Al salir del despacho presidencial, se negó a formular declaraciones, aunque no negó que el presidente buscara una solución de compromiso. Una primera señal de esa voluntad podría ser la destitución del comandante de la Policía Nacional, Trinidad Ruiz Días.
La matanza del viernes es la peor en Paraguay contra manifestantes desde 1931, cuando guardias de la casa de gobierno dispararon sobre estudiantes, matando a 12. El entonces presidente José Guggiari fue sometido a juicio político a raíz de la masacre, pero fue absuelto de todos los cargos por un Congreso de mayoría oficialista. Cubas tiene en contra incluso al gobernante Partido Colorado, manejado por partidarios de Argaña que se unieron a los legisladores opositores para promover el juicio.

 



 

Crónica de la masacre que sacudió a Raúl Cubas

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Una pareja de jóvenes llora ante el Congreso Nacional ayer en una ceremonia por los muertos.
La del viernes fue la peor matanza de estudiantes que se consuma en el país desde 1931.

t.gif (862 bytes) Paraguay se sumió ayer en lo que muchos describen como en un mar de luto e indignación por la masacre perpetuada, supuestamente por francotiradores del gobierno, contra los “Jóvenes por la Democracia”, un grupo que apoya la destitución del jefe de Estado, el ingeniero Raúl Cubas Grau. Los datos oficiales hablan de, al menos, cuatro muertos y decenas de heridos, siete de ellos de extrema gravedad –de los cuales tres murieron– que han recibido uno o más balazos durante la manifestación que comenzó el viernes por la noche y finalizó en la madrugada de ayer. Nadie ha encontrado explicaciones para la total libertad con la que actuaron los agresores durante unas dos horas, sin siquiera ser molestados por la policía, y (menos aún) por el ministro del Interior, Carlos Cubas, el hermano del presidente.
“Yo tomé las medidas apenas me enteré de lo que pasaba. Las órdenes se impartieron, pero del dicho al hecho fue el problema”, expresó el ministro, quien admitió ante la prensa que las fuerzas de seguridad no cumplieron las directrices del Ejecutivo. En ese sentido, las autoridades parlamentarias han denunciado que la cúpula policial obedece exclusivamente al ex general golpista Lino Oviedo, cuyos seguidores estaban también anoche en el lugar de los hechos, precisamente en la zona de donde provinieron los disparos. Carlos Cubas no quiso entrar en detalles sobre quién pudo haber interferido sus órdenes, pero adelantó que ese asunto será motivo de un sumario en las filas policiales, y que “debe caer todo el peso de la ley sobre los responsables”. Por su parte, el jefe de Estado, amigo y aliado de Oviedo, ensayó una defensa menos afortunada. “Pero lo que pudo acontecer lamentablemente aconteció: ambos bandos contaban con infiltrados con armas de fuego en sus filas y las usaron”, afirmó el presidente Cubas.
Las imágenes de televisión mostraron que las agresiones vinieron primero desde donde estaban los “oviedistas”, acompañadas después por los disparos de francotiradores apostados en un edificio que da a las plazas cercanas al Congreso.
Cubas justificó su decisión de no ordenar la intervención de las Fuerzas Armadas para controlar la situación porque su utilización, “en pleno fragor hubiera sido un mayor detonante de las pasiones desenfrenadas”. El mandatario había movilizado tanquetas, carros blindados y efectivos del Ejército al lugar de los hechos, pero sólo les ordenó tomar posiciones para resguardar a los manifestados y la sede del partido cuando la matanza ya se había consumado.
En contrapartida, la mayoría de los estamentos políticos y sociales del país repudiaron la masacre y responsabilizaron directamente al gobierno, además de destacar el sacrificio de los “Jóvenes de la Democracia”. “El despertar y el entusiasmo de los jóvenes debe promover al propósito de organizarse libre y respetuosamente como fuerza moral y cívica, en defensa de la libertad y la democracia”, subrayó el arzobispo emérito de Asunción, Ismael Rolón, una de las personalidades más respetadas del país.
La mayoría de los analistas locales coincide en que la gravedad de lo ocurrido desde la tarde del viernes en las cercanías del Palacio Legislativo justificaría plenamente, como mínimo, la renuncia del presidente de la república. Por lo pronto, se están llevando a cabo conversaciones entre la oposición y varios diplomáticos extranjeros para encontrarle “una salida digna” al presidente Cubas. “Todo lo que es negociación, si surge de aquellos que tienen algo que ceder, es bienvenido”. La declaración vino del senador oficialista José Francisco Appleyard, y demuestra que los oviedistas no descuentan encontrar una solución consensuada a la crisis que se precipitó en la noche del viernes con la muerte de los jóvenes.
Pero para muchos nada que ofrezca Cubas será suficiente si no incluye su renuncia. “¿Hasta cuando, Cubas?”, se preguntaron ayer algunos diarios matutinos asunceños al mostrar en sus portadas los cuerpos ensangrentados en la plaza del Congreso.

LA VIGILIA EN LA CATEDRAL POR EL JUICIO POLITICO
Paisaje después de la batalla

t.gif (862 bytes) Olor a orines, sudor, guisos preparados en la calle y bananas podridas, vidrios rotos, pedazos de baldosas rotas, camiones quemados y ruedas hacia arriba, tanques blindados y soldados armados con fusiles M-16: eso es lo que se veía y se olía en los alrededores del Congreso de Paraguay. Parece territorio de guerra, parece un Estado de sitio. Asunción estaba muy lejos de parecerse a la capital de un país donde funcionan las instituciones democráticas.
Es un contexto de tensión, de emociones exacerbadas, de llanto de hombres y mujeres por igual, el que reinaba en los alrededores del Congreso, donde el plenario del Senado constituido en tribunal escuchaba la defensa del abogado del presidente, Raúl Cubas Grau, en el marco de un juicio político que busca destituirlo cuanto antes.
Los militares de la Marina vestidos de azul, los del Ejército con uniformes camuflados, algunos policías de marrón, todos con armamentos pesados y respaldados por tanques blindados en cada esquina, revisaban a cada manifestante que pretendía atravesar el cordón de seguridad que rodeaba el Congreso para acercarse a la Catedral Metropolitana, donde se concentraban quienes claman por la destitución del presidente.
A cada persona se le requisaba cualquier cosa que pudiera ser utilizada como arma. La Catedral había repicado sus campanas en la madrugada durante cuatro horas seguidas. Allí se recibían las donaciones de alimentos para todos los manifestantes que se congregaban bajo gigantescas banderas de Paraguay. Una enorme tela negra sostenida desde la puerta hasta la escalera simbolizaba el luto por los que murieron “en defensa de la democracia, víctimas de la crueldad de este gobierno asesino y déspota que representa las cadenas a las que el pueblo no quiere volver”, según dijo uno de los manifestantes.
La gente seguía por radio atentamente lo que sucedía en el interior del Congreso, a pocos metros de la Catedral, bajo un sol que rajaba los piederos, mientras cientos de voluntarios repartían agua, hielo, bananas, frutas, guiso, pan, galletas. “La gente dona tanta comida, es tanta la solidaridad que nos llega de todo el país, que nos sobra comida”, manifestó Azucena de Duarte, de la Pastoral Social, que coordina la recepción y reparto de donaciones.
Dentro de la Catedral hay una misa permanente por la democracia. Allí dentro, ante la majestuosidad colonial de la iglesia más antigua del virreinato del Río de la Plata, bajo el altar dorado y repujado, detrás del púlpito, hombres y mujeres se concentraban para entonar cánticos que se referían, invariablemente, a un renacimiento democrático que los acontecimientos de afuera del templo se obstinaban en desmentir, o en matizar.
En la Catedral también hay olor rancio, olor a transpiración de días sin bañarse, soportando 35 grados de temperatura a la sombra, y mucha humedad. También campesinos hacinados, durmiendo tirados en el piso, entre los reclinatorios de madera.
En medio de los vidrios rotos, de las baldosas, de los restos de la batalla improvisada de oviedistas y antioviedistas, había monumentos improvisados a los caídos. Todos los reunidos en la Catedral querían que la democracia se afianzara, y que no hubiera muertos. El deseo era de cumplimiento improbable.
En la plaza donde cayeron los muertos del viernes y del sábado, había ahora policías. Sólo podían pasar los legisladores, apurados por concluir, lo más rápido posible, con el impeachment guaraní. También, ahora, los policías. Allí, en la plaza, quedaron los restos de una noche fatal. Había cruces vestidas con las cintas azules, rojas y blancas de la bandera de Paraguay. Había palos enterrados en la tierra. Había carteles que decían “Gracias Juventud valiente”. Eran, por una vez, anónimos. No eran partidistas, como los que la noche anterior acompañaron a tantos a la muerte.

 

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