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COMO VIVEN Y MUEREN LOS REFUGIADOS EN MACEDONIA
La antesala del infierno

Blace, en Macedonia, acumulaba ayer unos 80.000 refugiados albano-kosovares. Cinco mil se les agregan cada hora. Otros huyen a Albania, o a las montañas. En estas páginas, testimonios desde el espanto.

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The Guardian 
de Gran Bretaña

Por Burhan Wazir
Desde Blace, Macedonia

t.gif (862 bytes)  Luchando por salir de la zanja en que se hallaban, los cinco hombres trataban de transportar el cadáver de su padre mientras sus pies resbalaban en el barro. Los guardias fronterizos macedonios no los ayudaban. Un refugiado dio un paso adelante para agarrar las manos de uno de los cinco camilleros. Inclinando su espalda hacia atrás, logró extraer al grupo y a su carga. Los hombres se atragantaban en su llanto. Cerca, dos guardias fronterizos macedonios compartían un cigarrillo, indiferentes al sufrimiento de los otros.
Quince personas han muerto aquí en los últimos dos días. Sus cuerpos yacen al lado de la ruta ana05fo02.jpg (10347 bytes) la espera de ser llevados. Están envueltos en frazadas que podrían ser usadas para abrigar a los vivos, pero nadie quiere molestar a los muertos. Hasta el sábado, había dos rutas de escape del valle de Blace: la muerte, o los ómnibus del Estado que transportan a los refugiados a campamentos improvisados en las afueras de Skopje. Anteayer, las autoridades macedonias anunciaron que estaban cerrando la frontera a todos los kosovares que no estuvieran dirigiéndose a un tercer país. Pero muchos de ellos esperan en la frontera. Cinco mil se les agregan cada hora.
“Estoy esperando a mi padre –dijo una adolescente–. Dijo que prefería morir a dejar su hogar. Tengo que esperarlo aquí”. Un anciano que está curando la mano herida de un chico de 10 años dice que “en Pristina yo era médico. Estoy aquí tratando de ayudar a la gente; muchos están heridos. Pero tengo poco equipo y pocas medicinas, y la cola para las carpas médicas es demasiado larga”.
na05fo01.jpg (11029 bytes)Los refugiados permanecen de pie en enormes colas que dan la vuelta de un extremo a otro del valle. Casi todos esperan comida; unos pocos están allí por las grandes cajas de cartón que proveen una protección escasa pero vital contra los elementos. Todavía el agua filtrada es muy escasa; la gente llena botellas vacías en los arroyos.
El camino a Blace se cierra abruptamente en el puesto de guardia fronteriza. Los últimos captores de los refugiados –la policía fronteriza macedonia– sostienen nerviosamente sus armas de mano. Debajo de ellos, un valle entero palpita de sufrimiento.
En el camino desde Skopje a la frontera macedonia, a unos 30 kilómetros de distancia, nuestro chofer señala a los refugiados en marcha. “Incluso si los dejan entrar, ¿qué van a hacer? –se pregunta–. Después de que les den comida, alojamiento y ropas van a querer trabajos. Van a querer dinero para comprar cosas para sus familias. Y aquí no hay nada de eso”.
En el campo hay unos 80.000 refugiados. La procesión de los que llegan caminando por las vías del tren no muestra signos de reducirse. A menos de un kilómetro dentro de Kosovo, se puede ver a soldados serbios expulsando pasajeros de los trenes. Pocos se atreven a mirar hacia atrás.
Un pánico fúnebre se apodera del valle. La gente arranca los árboles y los matorrales para hacer pequeñas fogatas, que salpican el horizonte. Un joven tirita al lado de una fogata, con las manos hundidas en los bolsillos de su campera. Su voz tiembla al mirar en dirección a las vías del tren. “No quiero volver nunca –dice–. Si vuelvo, me van a matar”. El joven recuerda cómo usaba un equipo amateur de radioaficionado para interceptar las transmisiones del ejército serbio. “Yo supe cuándo venían por nosotros –dice–. Alerté a mi familia, y tuvimos tiempo para prepararnos. No sé qué hubiera pasado si nos hubieran tomado por sorpresa. No todos tuvieron la misma suerte”.
Pocos refugiados se atreven a revelar sus verdaderos nombres. “Usted no entiende –dice unana05fo04.jpg (12279 bytes) anciana–. Sabemos demasiado. Hemos visto toda clase de horrores. Y aquí no se puede hablar de eso”. Se aferra a la campera de su nieta, que está temblando, dice que “ustedes deberían avergonzarse al mirarnos. El mundo debería avergonzarse al contemplar nuestro sufrimiento”.
En las vecinas Albania y Montenegro, los refugiados atraviesan rápidamente la frontera y se dispersan en las aldeas cercanas. Las autoridades macedonias impiden una práctica similar: solamente se permite el paso de una familia por hora. La mayoría camina entonces unos cuantos kilómetros hasta el puesto fronterizo más cercano. Casi todos vuelven buscando a familiares perdidos.
Poca ayuda ha llegado a la frontera: los suministros de emergencia tienen que pasar controles dena04fo01.jpg (9542 bytes) aduana en un aeródromo cercano. Los refugiados se amontonan sin agua ni comida, haciendo ocasionales escapadas a un arroyo cercano. Cuando la madera se les acaba, prenden fuego a sus frazadas. Los refugiados que buscan a sus parientes se deslizan con destreza entre los cuerpos de los que duermen de noche. “No hay nadie aquí que reconozca –dice una adolescente–. Mi padre y mi madre se quedaron en Pristina. Pronto van a estar aquí. Toda la ciudad está en camino”. La chica mira a los fuegos que se apagan. “Este valle es demasiado chico. Dentro de poco vamos a ser demasiados”.
Para esta noche se pronostican lluvias en Blace. Las paredes del valle se van a convertir en barro. Los muy viejos y los muy jóvenes ya están tosiendo en sus frazadas; mañana se contarán las bajas. “Somos los que Europa no quiere –dice un viejo–. Somos los que nadie quiere. Dentro de poco, estaremos todos muertos”.


EL EJERCITO DE LIBERACION DE KOSOVO ANTE UN DILEMA DESESPERANTE
Huyendo a las montañas, a la guerrilla

Por John Hooper
Desde Skopje

t.gif (862 bytes) Mientras la atención mundial se concentra en la catástrofe humanitaria en cierne que puede fotografiarse y filmarse en la frontera entre Kosovo y Macedonia, los albaneses étnicos y fuentes de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) dicen que otro desastre, posiblemente mayor, está corporizándose en Kosovo. Muchos albaneses étnicos se han ido, pero no a las fronteras con Macedonia o Albania, sino a los bosques y montañas del interior de la provincia. Hasta ahora, disfrutaban de la protección del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Pero, de acuerdo a una fuente militar de la OSCE, que sigue monitoreando la situación dentro de Kosovo, los líderes de la guerrilla separatista enfrentan ahora un dilema horrible: abandonar a esa gente a su destino o aceptar la liquidación del ELK como fuerza militar.
Como muchos de los que se refugian en el accidentado territorio interior de la provincia son parientes y amigos de los guerrilleros, el dilema es desesperante. Pero, de acuerdo a una fuente que permanece en contacto con el ELK a nivel de Estado Mayor, va a haber que tomar una decisión en los próximos “dos, tres, tal vez cuatro días”. Lo que está en juego es el destino de hasta 200.000 personas, el número de desplazados estimado por el Estado Mayor del ELK al comenzar la semana pasada. El total puede haberse reducido desde entonces. “El ELK está bien organizado y está trasladando familias desde las montañas para tratar de meterlas en Albania” dijo un macedonio de la etnia albanesa vinculado a las guerrillas. Pero los informes del ELK siguen citando cifras muy altas. Un mensaje del viernes mencionó a 37.000 personas en sólo una de las seis zonas de operaciones del ELK. Un día antes, una comunicación de otra fuente mencionó que 90.000 personas estaban apiñadas en dos aldeas, Ngucat y Bellanice. El miércoles pasado, la situación de los desplazados internos era crítica en términos de alimentos, ropa y medicinas.
Los mensajes del ELK, que reflejaban cierto optimismo hasta el comienzo de la semana pasada, se han vuelto crecientemente desesperados y amargos ante la reluctancia de la OTAN a arrojarles ayuda humanitaria o a abastecerlos militarmente para compensar las pérdidas de municiones. De acuerdo a varias fuentes, los problemas de la guerrilla nacen de una combinación de factores. Uno es la limpieza étnica a cargo de los serbios, que ha dividido al ELK entre librar una guerra o cuidar a los refugiados. El otro es el ataque de la OTAN contra Serbia, que ha estorbado el flujo de municiones y armas desde el mar Adriático. En mensajes de la semana pasada, los líderes del ELK ruegan que se los abastezca desde el aire.
Sus comunicaciones, no obstante, siguen intactas, y la fuente militar de la OSCE califica al ELK como una “eficiente fuerza de combate que retiene su sistema de comando y control”. Un macedonio albanés agregó: “Muchos hombres no están preparados para ofrecer sus servicios al ELK hasta que no hayan sacado a sus familias de la provincia. Pero también afirman que están listos a volver para combatir”.
Parecería que, si el ELK puede sobrevivir las próximas semanas, incluso podría emerger reforzado. Pero juzgando por la información que llega a Macedonia, éste es un “si” cada vez más grande.


LOS MISILES SE VEN DESDE GRECIA
Atenas se come las uñas

Por Helena Smith
Desde Atenas


t.gif (862 bytes) Grecia está muy cerca de la crisis de los Balcanes. Tan cerca, de hecho, que las bombas inteligentes de la OTAN pueden verse iluminando los cielos desde la punta norte del país. Esto, dicen los griegos, es demasiado cerca para que sea cómodo. Ya la CNN, para explicar lo que sería el “peor escenario”, ha mostrado mapas de una Grecia envuelta en las llamas.
A medida que la marea de refugiados kosovares se mueve sin pausas hacia el sur, Atenas ha empezado a temblar. Los helénicos se sienten cada vez más ambivalentes sobre la guerra que está teniendo lugar por sobre sus cabezas. Después de todo, ¿quiénes son sus amigos? ¿Sus acosados hermanos cristianos ortodoxos en Belgrado o la alianza militar a la que Atenas ha dado ayuda logística de un modo tan público?
El bombardeo de Belgrado ha sacado a la superficie como nunca antes las lealtades divididas de los griegos. Ayer, de la sureña isla de Creta hasta la frontera norte que Grecia comparte con Macedonia, las manifestaciones contra la guerra estaban en su apogeo. En la noche de ayer, en la capital griega, se esperaba más de un millón de personas en el concierto más grande realizado hasta el momento contra la acción militar “criminal”.

 

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