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PERSONALES
Por Rodrigo Fresán

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t.gif (862 bytes) ¿Qué hay en los avisos personales de diarios y revistas que despiertan una extraña fascinación? La respuesta es sencilla: hay mucho, demasiado. Pensar en los avisos personales como perfectas esquirlas de vidas, como formas microscópicas de existencias alternativas. Formas inteligentes de vida extraterrestre después de todo. No estamos solos.
Por eso, ahora, no soy yo quien escribo estas líneas pero soy yo leyéndolas. Me explico: es la mañana de lo que aquí, en Barcelona, se ha dado en llamar Jornada de Autorreflexión. Lo que equivale a día sin coches, calles desiertas, cielo más limpio, ciudad menos ruidosa. Raro pero posible. Las cifras del día siguiente dirán que el tráfico bajó un 12%, la contaminación un 69% y el uso de las bicicletas creció un 300%. Aquí y allá y en todas partes se oye la respiración metálica de las bicicletas y entonces me siento en el centro exacto del Paseo de Gracia –donde han puesto sillas y mesas, frente a una de las felices pesadillas de Gaudí– y leo avisos personales en una revista llamada Guía del Ocio.
La lectura de avisos personales –como escuchar lo que conversa una pareja en el metro o ser testigo de aquella increíble pelea dentro de una librería– es, también, variedad alternativa de musa; oasis donde puede apenas esconderse alguna buena idea para un cuento o, mejor, una contratapa de éstas.
Leo: “Pareja, matrimonio o chica: si encontráis excitante que un desconocido os pueda observar en un lugar insólito, como un coche, cine, situación similar o juegos por el estilo, soy chico joven, universitario y muy discreto. Podemos pasar ratos muy agradables”.
Leo: “Profesor. Cambio clases de guitarra melódica por tórridas tardes de amor”. Leo: “S.O.S. Chico feo, tonto, estrábico y escuálido, busca mujer estupenda para compensar un poco el paisaje”.
Leo: “Busco amo superdotado. No me preocupa que en la primera cita saque el látigo”.
Leo: “Busco chico para relación muy poco seria. Algún fin de semana, de vez en cuando”.
Leo: “A mis 47 años ya es hora de que piense en crear un hogar. Indispensable que la mujer sea centro o sudamericana”.
Leo: “Acaricio a chica sola o acompañada en cine o supermercado. Soy muy discreto y ni me oyes cuando me acerco”.
Leo: “Morboso busca ninfómana para salir. No sexo”.
Leo: “Travieso, bucólico e irrespetuoso. Mis manos aguardan tus yemas. Rocemos el gozo”.
Leo: “Soy tan formidable en todos los aspectos que me da un poco de pudor ponerlo por escrito. Busco lo que ofrezco”.
Leo: “Tengo problemas para conocer gente porque no dispongo de Internet. Por eso publico aquí”.
En eso estoy cuando una vieja se sienta a mi lado y me habla y me dice: “Ah, veo que a usted le gusta leer los avisos personales. Yo puse un aviso ahí. ¿A que no adivina quién soy y cuál es el mío?”, sonríe amarillo la vieja. Entonces se levanta un viento terrible que derrumba un par de árboles y hace volar toda una manada de bicicletas por los aires. El cielo vira a negro y parecería que a la montaña ahí atrás le dan ganas de ir amojarse los pies ahí adelante. Tal vez sea el producto de demasiada autorreflexión, pienso: el fin del mundo provocado por la energía combinada de ondas cerebrales ecologistas y el pedaleo constante. La gente corre y grita hasta que a alguien se le ocurre correr a su auto y encenderlo. Enseguida, son varios, muchos los que lo imitan. El tráfico y la contaminación y el ruido vuelven a subir y un BMW atropella a un ciclista feo, tonto, estrábico y escuálido con la alegría de quien se cobra una deuda atrasada. La ciudad parece recuperar su anormal normalidad, el ritmo inequívoco que conduce –sin prisa ni pausa– al último capítulo de una historia larga y confusa. Ahora es una perfecta noche de primavera.
Leo: “Busco extranjero aficionado a la lectura de avisos personales para comunicarle la fecha exacta del fin de todas las cosas y conversar sobre lo que vendrá después”.
Más autorreflexivo que nunca, tiro la revista en un autorreflexivo tacho de basura y decido que ya es hora de volver a casa a escribir algo, cualquier cosa, lo primero y último que se me ocurra antes de que sea demasiado tarde.

REP

 

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