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“Catherine Deneuve no es ninguna diva en el rodaje”

La directora Nicole Garcia habla de su film  “Place Vendôme”, que le valió a su star el premio a la mejor actriz en Venecia 1998.

Con su tercer largo como directora, la actriz francesa Nicole Garcia dio un ascenso en su obra.
Después de filmar bajo las órdenes de Tavernier y Resnais, decidió pasarse del otro lado de la cámara.

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Por Ana Bianco Desde México

t.gif (862 bytes) “Catherine Deneuve es muy diva en la periferia del plató, pero su actitud es completamente diferente durante el rodaje”, afirma Nicole Garcia sobre la protagonista de Place Vendôme, la película que le valió a la legendaria actriz francesa el premio a la mejor actriz en el último Festival de Venecia. Durante el transcurso del Tercer Festival de Cine Francés de Acapulco, Garcia –directora de Place Vendôme y estupenda actriz ella misma– conversó con Página/12 de las dificultades que se le presentaron con éste, su tercer film, del que es también guionista, junto con Jacques Fieschi, ex redactor de la revista Cahiers du Cinéma. Madame Garcia atesora una basta experiencia frente a cámaras –ha actuado en más de 30 películas, a las órdenes de Bertrand Tavernier, Alain Resnais y Bertrand Blier, entre otros–, pero confiesa que dirigir a la estrella francesa no fue una tarea sencilla, por la complejidad de su personaje: una mujer que se mueve en el mundo de la frialdad de los diamantes y que, a pesar de ello, logra recuperar una pasión que creía perdida. Place Vendôme –que llega a los cines de Buenos Aires el próximo jueves– se lanza a la redención de esta mujer que lleva una vida aletargada por la melancolía y el alcohol y que, ante un hecho crucial, se enfrenta con los fantasmas de su pasado y renace de sus cenizas.
–¿Cómo concibió Place Vendôme?
–No fue fácil describir este mundo tan particular en el que se mueve la protagonista. Para ello elegí una narración elíptica. Si lo hubiese realizado de manera lineal, hubiera caído en el maniqueísmo. Me esforcé por crear un ambiente de brillos y sombras, que reflejaran las contradicciones que tienen los personajes. En realidad, es una metáfora de lo que significa la Place Vendôme de París, con su brillo, la riqueza visible, las joyas expuestas en lujosas vidrieras, un mundo deslumbrante que a su vez convive con un mercado subterráneo, donde se mueve mucho dinero y abundan los negocios turbios. Los personajes son un poco así: no son fuertes, sino vulnerables y no sólo Marianne es la que vive en una especie de contradicción. Estoy en contra de la simplificación de los personajes. El cine puede ser testigo de la vida y debe reflejar sus contradicciones.
–¿Por qué eligió situar a Mariane en ese lugar?
–Mi intuición me llevó a elegir el mundo de los vendedores de diamantes a la hora de escribir. Creo que no me equivoqué, podía haber elegido el de las finanzas o el de los grandes medios, pero no me resultaban tan novelístico como éste, que es muy difícil de captar. Cuando busqué documentación me di cuenta de que constituyen mafias, las cuales se rigen por sus propias reglas, sus propios códigos, por la ley del silencio y por la palabra dada. No hay nada escrito. La Place Vendôme es la vitrina que oculta ese otro mundo subterráneo, donde lo importante es lo que se hace en las sombras. La luz es la de los diamantes, la de la Place Vendôme, la más sofisticada de París, y la sombra es la de ese mercado negro. En esta conjugación de luces y sombras, Marianne es un personaje que empieza en la opacidad total, va recuperando la luz y, finalmente, logra la redención. Pero la metáfora la estoy descubriendo ahora, con la película ya terminada. Uno cuando escribe no se da cuenta, piensa sólo en la verdad de los personajes.
–Usted habló de mafias, ¿tuvo algún inconveniente con ellas durante la filmación?
–El dueño del negocio donde filmamos la película nos recibió magníficamente, no así el resto de los joyeros. Creo que algunos por celos, al no haber filmado en alguno de los otros negocios (risas). Lo cierto es que algunos se quejaron de que habíamos trasmitido una idea falsa de la Place Vendôme, y argumentaban que allí nadie roba nada, que las piedras robadas no existían. Decidí contestarles por intermedio de una carta en la cual explicaba que se trataba de una historia de ficción. Y los reclamos pararon.
–¿Cómo es el personaje de Marianne?
–Es una película centrada en los personajes, fundamentalmente en Marianne. No la presento como una mujer alcohólica, ni denigrada, pero el alcohol simboliza uno de sus últimos placeres en la vida y se aferra a la bebida. No la juzgo. No creo que el resto de los personajes sean satélites, todos tienen su destino particular. A pesar de que Marianne es traicionada, esa traición vuelve a despertar en ella el deseo y la libera de una vieja herida de amor.
–¿Por qué eligió con frecuencia música en español?
–Tiene algo que ver con mis orígenes. Mi padre es español. Marianne está sola y escucha música latina y española. En realidad tiene que ver conmigo, con lo que yo soy. El productor me preguntó lo mismo: ¿por qué esa música? Le respondí que cuando estoy sola escucho música española. Además la contrasta bastante con ese lujo burgués parisino, en donde ella se mueve. Al escuchar esa música, Marianne se muestra tal cual es.
–¿Cómo dirige habitualmente a sus actores y cómo fue el trabajo con Deneuve?
–El ser actriz me permite conocer la manera de trabajar con mis pares. Les exijo mucho, en especial, durante los primeros días. Les intento explicar cómo son los personajes, lo hago de una manera física, casi animal. Les muestro con el cuerpo –que es más importante que la psicología– actitudes, gestos, expresiones que deben tener en cuenta para que tomen el ritmo y el color del personaje que está latente en el guión. Les explico todo, hasta la manera en que quiero que lleven la ropa. La ventaja con una gran actriz como Catherine es que toma lo que le trasmito y luego pone lo propio. Eso es lo importante.

 

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