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EN EL PRIMER DIA, COPPOLA SE DECLARO INOCENTE Y ACUSO A BERNASCONI
El reality show que llegó a juicio oral

El escándalo por la droga en el jarrón –y sus desopilantes derivaciones– comenzó a ventilarse ayer ante un tribunal. El apoderado de Maradona dijo que el juez Bernasconi lo tuvo preso por no haber incriminado a Ramón Hernández.

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Guillermo Coppola junto a Albino Stefanuolo, abogado de Paco Simonelli y Claudio Coppola.
Ante el tribunal que lo juzga, concretó una histriónica declaración para argumentar inocencia.

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Jueces Jorge Tassara, Julio Velasco y Eduardo Mugaburu.
Un tribunal que prefiere un juicio sin estridencias.

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) La tensión dramática que Guillermo Coppola le dio a su relato de dos horas ante al tribunal oral que lo juzga por tenencia de estupefacientes hizo ayer que su declaración fuera de lo mejor que se ha visto desde que comenzó la escandalosa novela sobre drogas, chicas, policías corruptos, sexo y famas, que peligrosamente él aún protagoniza. Esta vez con tres jueces como únicos destinatarios de su histrionismo, Coppola desgranó detalles de los días previos a su detención y de una serie de reuniones con periodistas, otros famosos e incluso el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, que demostrarían que cuando se encontró droga en un jarrón de su amplio departamento, él ya “sabía que iban a allanarlo”. La lógica de su defensa es que un hombre “maniático” como él jamás hubiese olvidado droga en un jarrón. Y que el juez Hernán Bernasconi lo envió a prisión por no colaborar para que pudiera ser detenida una lista de otros famosos, entre los que mencionó a Diego Maradona, Marcelo Tinelli y el secretario presidencial Ramón Hernández.
Nadie lo lamentó más que los pocos periodistas televisivos que había en la estrecha sala de Comodoro Py, privados de grabar el juicio, al que los magistrados quieren con bajo perfil. Por la mañana, dos de los otros acusados en la misma causa se negaron a declarar: Claudio Coppola, el remisero –sin parentesco con Guillermo– acusado de vender droga, y Tomás “Paco” Simonelli, procesado por tenencia. Héctor “Yayo” Cozza dijo sí a la indagatoria, a pesar del consejo de sus abogados, y acusó a los policías Antonio Gerace y Daniel Diamante: “Decían que con la condena de Coppola a 15 años, el juez (Bernasconi) iba a ser secretario en la provincia y Diamante, comisario” (ver aparte). Ambos policías actuaron como agentes encubiertos en esta causa y están presos, acusados de pertenecer a una banda que cazaba a ricos y famosos “plantándoles” drogas.
El propio Diego Maradona contó ayer que ayudó a Coppola a preparar su discurso ante los jueces Jorge Tassara, Julio Velasco y Eduardo Mugaburu.
A pesar de que el delito que se le imputa es excarcelable y la pena va de un año a seis, si es encontrado culpable, Coppola puede ir preso por estar condenado en otra causa penal por lesiones. Así que ayer respondió a la altura. Sin las estridencias versaceanas a las que acostumbra, –traje azul, camisa blanca y corbata gris– el manager se sentó con aplomo frente al tribunal. “Esto nace cuando mi hija Natalia regresa de Miami”, dijo para comenzar con la historia que concluyó con los 406 gramos de sustancia blanca hallada en su departamento, de la que sólo 40,6 gramos era cocaína.
Coppola hizo hincapié en que la chica realizó “sólo un llamado a un celular mío que atendió un colaborador”. En él anunció el vuelo en el que llegaba y a su arribo a Ezeiza fue revisada durante cuatro horas en un procedimiento que “casi llega a la vejación”, ya que la “obligaron a desnudarse”. Se trataba de una orden del juez Bernasconi. Coppola dice que el incidente le bastó para saber que sus líneas telefónicas estaban intervenidas, y por ello se reunió con sus abogados. “Enviamos un escrito a Dolores que fue anexado a otro expediente y entró después del allanamiento”.
“Las cosas siguieron su curso”, continuó Coppola, en una demostración de frases propias de los clásicos policiales del Séptimo Círculo. “Yo estaba muy temeroso. No encontraba una respuesta. Todos los días me sentía un poco más acorralado”, contó. Fue así que recordó sus entrevistas con la periodista Gabriela Cociffi, de la revista Gente, y luego con Teresa Paccitti, de Caras. Con ambas habría “conversado” una nota cuyo título tentativo era “Me quieren embocar”. Nunca fue publicada, porque sus abogados consideraron que “resultaría muy agresiva con la Justicia”. El manager dijo también que mantuvo reuniones donde habló de su preocupación con el ahora técnico de fútbol Oscar Ruggeri y con el propio Alberto Pierri. El 3 de octubre, cinco días antes del allanamiento, fue preso Gabriel “Morsa” Espósito, cuñado de Diego Maradona, hoy procesado por venta de estupefacientes. Esa noticia habría sido la que “hizo temblar” al manager. Cenaba con Maradona y amigos en Puente Mitre, lugar habitual de aquellas noches. “El abogado contó que nos buscaba a nosotros. Me entró una angustia muy grande”, confesó. Coppola aprovechó entonces una nota que le pidió el Canal 26 con Diego, para entrevistarse con su dueño, Pierri. “El me dijo que el de Bernasconi era un juzgado con características extrañas. Y que a un amigo de la hija (Gustavo Palmer) le habían hecho lo mismo”. Después de la reunión, Coppola ya no volvió a dormir en el departamento de Libertador, cerró las puertas, y tampoco volvió a manejar sus autos.
El departamento mereció ayer un capítulo aparte en la declaración del manager. Para mostrar la ubicación del jarrón, Coppola se paró y paseó al tribunal por un plano puesto sobre un pizarrón. Hizo el recorrido que figura en el acta de allanamiento, mostró los lugares que “misteriosamente no fueron registrados”. Y señaló detalles como las perchas de su gran vestidor, colocadas todas hacia el mismo lado, muestra de su obsesión por el orden y piedra basal de su argumentación de inocencia: que un “maníaco” como él nunca daría lugar a un descuido como el del famoso jarrón.

 

Recuerdos de Samantha

Lo de Héctor “Yayo” Cozza fue ayer un ir y venir por su intríngulis con la famosa Samantha Farjat y su descripción del accionar de los agentes encubiertos Daniel Diamante y Antonio Gerace. Los policías, presos por ocho diferentes delitos, entre ellos su participación en una asociación ilícita dedicada a “cazar famosos” inventando pruebas para vincularlos al narcotráfico. “Diamante decía que el juez era el papá. Ellos tenían poder en el juzgado, hacían lo que querían. Cuando Samantha se los pidió, me dejaron en Dolores, ni siquiera consultaban a Bernasconi”, dijo.
Cozza contó ayer a los jueces cómo fue detenido, el 3 de octubre de 1996, por los policías bonaerenses, cuando esperaba que Tomás “Paco” Simonelli saliera de la casa de Claudio Coppola en la capital. “Apareció Diamante, me puso la pistola en la cabeza y me dijo ‘Yayo, estás preso”. El estaba sentado en su automóvil. Y, según relató, fue allí, en el asiento trasero, de donde el policía sacó una bolsa con varias dosis de cocaína. “Ahí no había nada. De repente Gerace dijo algo así como ‘acá está la droga’ y yo no lo podía creer. Al principio, como se veían cositas de colores, creí que eran cosas de mis chicos”. Sus hijos tienen ahora 8 y 10 años.
La argumentación de Cozza se parece a la de Guillermo Coppola en cuanto a que la policía no registró el automóvil “como suelen hacerlo”. “Cuando me agarraron en el verano del ‘96 con Samantha en la ruta, casi nos desarman el auto. Resulta que en octubre ni siquiera abrieron la guantera”, dijo. Yayo dijo que, ya preso en Castelli, “estando incomunicado” lo llevaron a una “reunión con Samantha, Gerace y Diamante” en la que le “pidieron ayuda” para que cayera Tarantini. “Samantha, después de colaborar, venía y lloraba” se conformó ayer Cozza, reeditando en el cuento, su viejo romance.


La obsesión por mostrarse obsesivo

Guillermo Coppola apeló ayer a la lógica en su argumentación ante los jueces del tribunal oral federal. Y es la lógica la que recomienda la jurisprudencia para resolver casos en los que las pruebas a la vista resultan complejas. Así está dicho en el requerimiento fiscal elevado a los jueces y leído ayer ante los cuatro acusados de la causa. Por eso quizá su esfuerzo, por eso dedicó casi la mitad de las dos horas de declaración en contar tres cuestiones claves: que sabía que allanarían su casa, que es un maníaco del orden y la limpieza, y que su departamento no fue registrado como “debería serlo el de un capo del narcotráfico internacional, como supuestamente era yo para los policías”.
En ese tren es que pintó su obsesión. Llegó a decir por ejemplo que, si bien estaba casado en octubre de 1996, vive separado de su pareja. “Soy muy maniático de la limpieza. Fíjense que en (la cárcel de) Dolores enceraba mi celda, y cuando me trasladaron a Caseros (la Unidad Penitenciaria porteña) traté de mejorar los hábitos de higiene de cientos de personas. Puse cartelitos por todos lados que decían cosas como no escupir en el suelo y no tirar papeles.”
Profundizando ese costado de su personalidad, al llegar en su tour imaginario de su espectacular departamento, se detuvo en el vestidor. Así como las perchas deben ir hacia el mismo costado, los bolsillos de sus sacos están todos cocidos. “Así ¿ven?”, les mostró a los jueces. Y le contestaron que sí entre risas. Propuso entonces nuevamente –sus abogados ya lo habían hecho por escrito– una visita a su departamento. “Ya la hicimos”, lo frenó Tassara. “¿Ah, sí?”, creyó él, embalado. “Con usted, ahora”, le contestó el juez, para ordenarle que siguiera señalando dónde estaba “el mentado jarrón”. Coppola no se amilanó. Mostró un “pequeño error” del plano y señaló el pasillo. “Ahí está uno igual que me regaló una ex pareja. Es una atracción turística –contó–. No hay quien lo visite que se resista a la reliquia.”

 

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