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Pueyrredon Saavedra Lamas, el testigo de Trovato
El que debía pagar el placard

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El ex diplomático sostuvo que Trovato le dio ocho mil dólares
para pagarlo. Pero que tuvo un accidente y no pudo. No explicó
por qué, cuando le devolvió la suma, lo hizo frente a un escribano.


t.gif (862 bytes)  El testigo estrella del ex juez Francisco Trovato apareció ayer a las once de la mañana y saludó con un amplio ademán a los miembros de la sala.
–¿Jura decir la verdad? –le preguntó el presidente del Tribunal.
–Sí, juro por Dios, por la Patria y por los Santos Evangelios –respondió, como si fuese un ministro asumiendo, Julio Alberto Pueyrredón Saavedra Lamas. El diplomático parecía contento de ser el centro de la atención e intentó respaldar el argumento de Trovato, quien asegura que fue él y no Almagro Construcciones el que adquirió el famoso placard, lo que anularía la posibilidad de que se haya tratado de una coima. El testigo de 81 años aseguró que Trovato le dio ocho mil dólares para pagarle al carpintero. Lo que no explicó fue por qué recién le devolvió el dinero tres meses después, ante escribano público, cuando el escándalo ya había estallado.
Fue el testimonio saliente de la tercera audiencia del juicio oral y público por presunto cohecho que lleva a cabo el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 11. Trovato está acusado de haber recibido un placard de 19 mil pesos como coima de Almagro Construcciones. La defensa de Trovato había puesto sus fichas en el testigo, con la intención de probar que estuvo a punto de pagar el mueble en cuestión, pero que la mala suerte se interpuso en sus planes: en enero de 1996 el ex juez asegura haber dejado a su vecino de tres apellidos ocho mil dólares, junto con el pedido de que se ocupara de controlar las terminaciones del placard que un carpintero estaba instalando en su lujoso departamento. Trovato dijo que no podía hacerlo porque estaba a punto de tomarse vacaciones.
–¿(Trovato) Se lo pidió así nomás? –le preguntó Mariano Cúneo Libarona, abogado del empresario acusado de pagar el placard.
–Me dijo que yo tenía tan buen gusto que quería pedirme que fuera a su casa para controlar el placard. Después nos encontramos y me entregó ocho mil dólares para pagarle al carpintero. Pero el 20 de enero, pasó lo que pasó –dijo el diplomático. Y narró el accidente–. Eran las nueve y media de la noche. Estaba recostado contra la pared del cine Capitol. Levanté la vista y vi un taxi viejo que se me venía encima, que había patinado con la lluvia. Yo fui muy deportista, pero ahora tengo 81 años, así que pegué un salto y caí sobre el capot. Me patiné y me rompí la cadera. Estuve internado varios meses y no pude cumplir con el encargo”, explicó Pueyrredón Saavedra Lamas, mientras se acomodaba el chaleco y se tocaba el pelo prolijamente engominado.
–¿No le pareció una responsabilidad muy grande recibir todo ese dinero? –preguntó el abogado.
–Fui vicepresidente de un banco, no se imagina la cantidad de plata que tuve que manejar en mi vida. Hasta David Rockefeller ofreció comprar mi banco y yo no quise –respondió el diplomático.
El testigo continuó diciendo que en mayo de ese año Trovato le pidió que le devolviera el dinero, lo que fue certificado por un escribano. Pero no pudo explicar por qué volvió a contactarse con el ex magistrado recién tres meses después.
–La devolución ocurrió tres meses después de que Trovato volviera de sus vacaciones. ¿Nunca fue a visitarlo en la clínica? –preguntó el abogado.
–No –respondió Julio Alberto Pueyrredón Saavedra Lamas.
El abogado defensor de Trovato, Carlos Wiater, se esforzó por destacar en su interrogatorio los antecedentes del testigo estrella, a lo que el diplomático respondió contando que su tío, Carlos Saavedra Lamas, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, que fue embajador plenipotenciario, que cursó estudios en Harvard y que su padre fue tesorero del Partido Conservador.
–Señor, muchas gracias, ya ha terminado su declaración –lo interrumpió el presidente del Tribunal.
–Quería seguir contan... –insistió el hombre de los tres apellidos.
La sala estalló en carcajadas, hasta que el titular del tribunal llamó al orden con un golpe en el vidrio de su escritorio
–Señores, ha sido un gusto y un honor haber estado acá. Buenas tardes a todos –se despidió Julio Alberto Pueyrredón Saavedra Lamas. Y se fue caminando con la ayuda de su elegante bastón.

 

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