Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Robin Hood no sólo le robaba a los  ricos: también era militante gay

Un estudio histórico realizado por un profesor inglés pretende demostrar la teoría de que el bandido de Sherwood presidía un grupo de "jovencitos alegres", con toda clase de referencias fálicas.

na20fo01.jpg (13060 bytes)

Por Guillermo Piro
t.gif (862 bytes)  Robin Hood era gay y Lady Marianna una invención literaria. Eso al menos sostiene el profesor Stephen Knight, de la Universidad de Cardiff, que escribió un libro con el inequívoco título La reina del bosque. Según el académico inglés, el príncipe de los ladrones tuvo una acalorada historia de amor, sí, pero con Little John. La Robin Hood Society inmediatamente reaccionó contra esa especulación en torno al legendario personaje, mientras que el grupo gay Outrage! festejó con bombos y platillos la noticia. Un presunto descendiente del bandido de Sherwood, el conde de Huntington, en cambio, se apresuró a declarar: "No hay ninguna prueba histórica de que perteneciese a mi familia".

¿Qué hacía Robin Hood en el bosque de Sherwood, además de contar el dinero robado a los ricos para dárselo a los pobres? Vivía una historia de amor, como siempre se supo. Sí, pero ¿con quién? No con Lady Marianna, la hermosa muchacha de ensortijados cabellos que fue considerada durante siglos una amante fiel, sino con Little John, su brazo derecho (¿o ya debería decirse "media naranja"?). Robin Hood era homosexual. Eso es lo que dice el profesor Stephen Knight, y todos sus compañeros, mencionados en las antiguas baladas, no formaban otra cosa que una especie de cofradía gay, ocultos entre las ramas de la ira del sheriff de Nottingham. No hay pruebas contundentes, pero sí indicios suficientes para hacer de Robin Hood un caso. Y los casos siempre generan polémica.

Descubrir secretos en la vida de la gente es un refinadísimo arte entre los ingleses, un arte que encuentra sustento, especialmente, en los diarios dominicales populares. Pero si esos secretos son develados por un diario serio como el Sunday Times, la cosa es distinta. Ese diario publicó el domingo pasado una entrevista con el profesor Stephen Knight, realizada por los periodistas Jonathan Leake y Mark Macaskill. La razón es haber tomado conocimiento de la próxima aparición de un libro escrito por Knight, ya listo para entrar en la imprenta, titulado La reina del bosque, el cual será presentado en un congreso sobre Robin Hood que tendrá lugar, precisamente, en Nottingham.

Ochocientos años después de sus correrías, y con pruebas suficientes para afirmar que efectivamente ese personaje existió, Robin Hood seguirá viviendo en el Olimpo de los héroes, pero ahora privado del título de Príncipe de los ladrones usado para el film de Kevin Costner, y recibiendo a cambio el de Hombre en calzas que le había dado el director de cine Mel Brooks. Porque Knight, además de hacer hincapié en el hecho de que Robin Hood vivía en el bosque "sin mujeres", encuentra que la historia del bandido es muy rica en signos indudables del "imaginario erótico". ¿Qué signos? El bosque, según Knight, es ya en un símbolo de virilidad, es cierto, pero las continuas referencias a flechas, carcajes, espadas y lanzas dejan todo muy claro. Hay que admitir que eso no prueba nada. ¿Es posible que Knight no tenga un argumento mejor? Sí, lo tiene: el contexto histórico.

La historia de Robin Hood se remonta a fines del siglo XII, cuando Ricardo Corazón de León había emprendido la marcha a las Cruzadas. Pero las baladas datan de dos siglos después; son textos anónimos que los especialistas fechan en torno a 1450. Robin quiere decir petirrojo, un pájaro de color verde con pecho rojo. Knight dice poder afirmar con absoluta seguridad que en el siglo XV la palabra petirrojo es un eufemismo con el que se designa a los hombres de virilidad dudosa, algo así como el argentinísimo --y también en desuso-- mariposón. En socorro de la tesis de Knight corre otro académico, Barry Dobson, profesor en la Universidad de Cambridge, que dice que en el siglo XII la homosexualidad era aceptada, y que fue más tarde cuando la Iglesia empezó a ser menos tolerante con los gays.

Probablemente todo eso no sea suficiente, pero sí lo es para el grupo gay Outrage!, que enseguida emitió un comunicado en el que declara: "Ha llegado la hora de que se admita la contribución de los homosexuales más famosos", y agrega el nombre de Robin Hood a la lista presidida por Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Y bastó para provocar la indignación de la Robin Hood Society, cuya presidenta, Mary Chamberlain, lamenta que se especule de esa forma con un personaje con el que tanto se identifican los niños de todo el mundo. Y basta para que el conde de Huntington, heredero del título que en la leyenda le fue dado a Robin Hood, desconozca a su antepasado diciendo que "No hay prueba histórica alguna de que perteneciese a mi familia."

Lo extraño no es tanto descubrir que Robin Hood era homosexual, sino cuáles fueron los caminos que llevaron a ocultar ese hecho y tratar de explicarse el rechazo que provoca la noticia hoy día. Por otro lado, el comportamiento homosexual de los bandidos no debería extrañar tanto: el mismo comportamiento se da en cualquier organización de hombres cerrada, ya se trate de marineros, presidiarios, curas o monjas. Pero entonces: ¿quién fue Lady Marianna? Nadie, una invención literaria que apuntaba a volver la historia más aceptable a la ética victoriana. El profesor Knight insiste: "La atmósfera que se respiraba en el bosque de Sherwood, en el siglo XI, era la de los merrie men (muchachos alegres), sin la más mínima huella de una mujer". Y remite a las nuevas traducciones del chaucerian english, el antiguo dialecto en que se escribieron las primeras baladas, de las que surge, al leerlas con cierta dosis de perversidad, una figura de sexualidad, como mínimo, ambigua. En el libro The vision of Piers the Plowman (La visión de Pedro el labriego), de William Langland, que data de 1377, por ejemplo, se lo describe como un lusty young man, un "joven lujurioso", apasionado por las jolly brisk blade, las "espadas gallardas y brillantes". "Su amante era Little John, no Lady Marianna", concluye Knight, y si los anónimos escritores de las baladas no fueron más explícitos, eso se debe solamente a la hipócrita moral de la baja Edad Media.

 

PRINCIPAL