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EL FERROVIARIO SIGUE ABIERTO PARA ATENDER UNA PACIENTE
Todo un hospital sólo para Adela

Es una mole de 9 pisos a punto de cerrar. Casi todos  los enfermos fueron trasladados: sólo queda, por orden judicial, una señora de 70 años.  Por ella, cinco servicios aún funcionan. Y Adela no sabe que es la última paciente del Ferroviario.

Recuerdo: “Mi abuelo decía que este hospital era un pedazo de él, que era de todos los ferroviarios”, recordó Evelín, nieta de la única paciente del hospital.

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Vidrios rotos y paredes descascaradas son hoy característica del Policlínico Ferroviario, en Retiro.
Adela, la última paciente, se atendió siempre
allí, como su esposo, peón ferroviario.


Por Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) El silencio se corta con cuchillo. Las habitaciones están completamente vacías o tomadas por palomas. Las paredes se descascaran y el viento se cuela por los vidrios rotos. A punto de cerrarse definitivamente, después de casi medio siglo de existencia, la mole gris de 9 pisos que ocupa el Policlínico Ferroviario Central, en Retiro, sigue funcionando para atender sólo a una paciente, la única que la Obra Social Ferroviaria (OSFE) no pudo derivar a otro centro de salud, como hizo la semana pasada con los últimos enfermos. Es que, a pedido de sus familiares, un juez civil porteño ordenó al hospital continuar con la atención de Adela Ponce, una pensionada de 71 años, que padece una infección pulmonar y desde hace tres semanas está en terapia intensiva, con respirador artificial. El jefe y el subjefe de Cuidados Intensivos, un médico de guardia, una enfermera por turno, el laboratorio y los servicios de Radiología y Hemodinamia siguen trabajando sólo para ella, aunque Adela desconoce esta situación y ni siquiera sabe que las autoridades de la OSFE –a cargo de la administración del Policlínico– esperan su mejoría para clausurar el lugar.
“No sabe que es la única paciente ni que el Policlínico va a cerrar. No queremos que se entere para evitar que se angustie más”, comentó a Página/12 Mirta Olivera, hija de Adela, mientras prepara unos mates para el almuerzo junto a su sobrina Evelín (23), en la sala destinada a los familiares de los pacientes de terapia intensiva, que ahora ocupan sólo ellas dos.
Desesperada por el anuncio del cierre del hospital, Mirta llegó el lunes 12 al juzgado en lo Civil Nº 43, y planteó el problema de su madre. A la mañana siguiente, regresó y habló personalmente con el juez Roberto Angel Beatti, quien le prometió concurrir al Policlínico por la tarde. El martes 13, luego de ver a Adela y entrevistarse con los médicos que la están asistiendo, el magistrado pidió a las autoridades de la OSFE que la mujer no fuera trasladada, como planeaba la obra social, hasta que su estado de salud lo permitiera, sin que se pusiera en riesgo su vida. “Actualmente está conciente y estable. Pero como está muy bien atendida, no queremos que la lleven a otro lado”, explicó Mirta. El vicepresidente de la OSFE, Atilio Metini, confirmó a este diario que seguirán atendiéndola hasta que pueda ser trasladada.
“Mi abuelo decía que este hospital era un pedazo de él, que era de todos los ferroviarios”, recordó Evelín, que vive en José León Suárez, como su abuela. Adela tiene otros cinco nietos y tres bisnietos. Se atendió en el Policlínico toda su vida, igual que su marido, que era peón del Ferrocarril General Belgrano y falleció cinco años atrás. En abril, la operaron de cataratas. Y el 24 de junio, cuando ya se rumoreaba en los pasillos del hospital su inminente cierre, fue internada de urgencia, con una infección pulmonar. Su cuadro se agravó y el 29 de junio ingresó en la sala de terapia intensiva. Desde el viernes último, es la única paciente en todo el Policlínico.
“El martes 13 se dejó de atender en los consultorios externos y el viernes 16 se trasladaron a otras clínicas privadas alrededor de once enfermos que quedaban internados”, precisó Metini.
La puerta principal del Policlínico, ubicado en la avenida Ramón Castillo, a pocas cuadras de la terminal de ómnibus de Retiro, se cerró definitivamente cuando se fueron los últimos pacientes. Las pocas personas que ingresan ahora deben hacerlo por la guardia. La desolación y el abandono se apoderaron del edificio. Parece un hospital fantasma. Ni los sillones quedaron. El quinto piso, donde funciona terapia intensiva, es el único en el que se ven estufas (dos) encendidas en el pasillo y se mantiene la limpieza. El resto de la mole de más de 10.000 metros cuadrados y 9 pisos, que fue inaugurado por el ex presidente Juan Perón en1952, apenas tiene movimiento. En la tarde del martes, un camión de concesionario del comedor cargaba mesas y sillas.
El Policlínico Central Ferroviario se abrió con 660 camas, pero últimamente tenía habilitadas sólo un centenar, y no más de un 40 por ciento estaban ocupadas, según informó Metini. Su cierre se suma al de otros centros de salud de la misma obra social. De los 74 hospitales propios que llegó a tener el gremio ferroviario, hoy apenas le quedan 11, de los cuales 4 son gerontopsiquiátricos. El resto fue vendido o dejó de funcionar, a medida que, con el cierre de ramales y la privatización de los servicios de trenes en la era menemista, fue disminuyendo abruptamente la cantidad de empleados ferroviarios y mermaron los aportes a la obra social.
En la OSFE dicen que cierran el Policlínico Central porque no lo pueden mantener. Los empleados, en cambio, acusan a la Unión Ferroviaria –el gremio del menemista José Pedraza con mayoría en la comisión directiva de la OSFE– de haberlo vaciado y administrado mal (ver aparte). Por ahora, Adela Ponce es lo único que lo mantiene en pie. “Se va esta señora y nosotros atrás”, se lamentó, con tristeza en los ojos, un antiguo empleado, con más de 30 años de trabajo en el lugar, que espera por estos días igual que el resto de sus 270 compañeros del Policlínico, el telegrama de suspensión como prólogo de un despido definitivo.

 


 

LOS MOTIVOS DEL CIERRE SEGUN EL GREMIO
Decadencia y final del Policlínico

Por M.C.

t.gif (862 bytes) “El cierre del Policlínico Central es una consecuencia de una serie de mal manejos económico de la OSFA. La obra social creó las condiciones para que suceda con el Policlínico lo mismo que con los ramales ferroviarios: primero se degradaron sus servicios hasta hacerlos ineficientes y después se justificó su cierre”, denunció Huberto Gómez, secretario adjunto de la Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles Argentinos (APDFA), un gremio con representación minoritaria en la obra social que controla el hospital, y que domina la Unión Ferroviaria, el sindicato liderado por el menemista José Pedraza. Gómez adelantó que estudian realizar una presentación en la Justicia para que se investigue la forma en que fue administrado el emblemático hospital ferroviario.
La versión de la OSFA es otra. “Lo cerramos porque no podemos mantenerlo y hace años que es obsoleto. Quisimos concesionarlo en dos oportunidades, pero en ambos casos se fracasó”, indicó a Página/12 el vicepresidente de la obra social, Atilio Metini. Precisamente, lo que pretende la APDFA es que se llegue a investigar en los tribunales el manejo de estas concesiones. Las dos empresas a las que la obra social entregó el gerenciamiento del Policlínico Central lo dejaron con grandes deudas, y no cumplieron con la modernización establecida en el contrato. En ambos casos, la obra social terminó rescindiendo el contrato, según confirmó el mismo Metini. La primera concesión quedó en manos de Innovación Médica S.A., en 1995. La segunda, de Panasis S.A., con sede en Córdoba, que lo manejó entre 1997 y febrero de 1999.
“No sólo ambas empresas eran insolventes sino que cobraban las cápitas por atención de los afiliados o del PAMI y derivaban el dinero a otros fines distintos del mantenimiento del hospital”, denunció Gómez, de la APDFA, un gremio adherido a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). “Tememos que este vaciamiento tenga como fin la venta de los terrenos del Policlínico, que deben tener un gran valor”, agregó el dirigente de la APDFA.
Metini se apura a responder las acusaciones. “Las dos concesionarias tenían los mejores antecedentes”, aseguró, para alejar las sospechas de negociados. Y afirmó que en la obra social todavía desconocen el destino futuro del hospital. Según precisó, los costos del Policlínico excedían los 400.000 pesos mensuales y para reequiparlo necesitaban unos 10 millones más. “No tenemos fondos propios para comprar aparatología. Y con el número de afiliados que hoy tenemos y los cambios en la atención médica, no se justifica un hospital de su envergadura”, señaló. De los 225.000 afiliados titulares que tenía la obra social cuando se inauguró el Policlínico Central, en 1952, hoy quedan sólo 16.500, justificó Metini.

 


 

OPINAN MEDICOS SANITARISTAS
Modelos que cambiaron

Por M.C.

t.gif (862 bytes) El hospital del futuro que diseñan hoy los sanitaristas dista mucho del agónico Policlínico Ferroviario Central, que languidece por estos días en Retiro. “Los hospitales no deben tener gran cantidad de camas. Tienen que adecuar su estructura a una nueva función. El hospital del futuro debe dejar de atender la patología para privilegiar una medicina de prevención y promoción de la salud. La fórmula debe ser menos camas y más consultorios externos”, explicó a Página/12 Vicente Mazzasero, director del Departamento de Salud de la Facultad de Medicina de la UBA.
El cuestionamiento que le hace la Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles Argentinos (Apdfa) a la conducción de la obra social que decretó el cierre del Policlínico es no haberlo adaptado a los nuevos tiempos. “Era evidente que los hospitales ferroviarios debían abrirse para atender a otros sectores, más allá de sus afiliados. No podían sostenerse, brindar un buen servicio y ser eficientes, funcionando como quintitas”, opinó el sanitarista Aldo Neri. Y agregó: “La medicina cambió y hoy se resuelven muchos casos sin internación. Por eso sobran camas. Con el desarrollo de la cirugía laparoscópica, por ejemplo, muchas operaciones se han hecho ambulatorias”.
Para el ex ministro de Salud durante el último gobierno radical, “muchos hospitales se sobredimensionaron, cuando se construyeron, porque era una época de una Argentina de vacas gordas y los edificios eran un símbolo del poderío del gremio al que pertenecían o del intendente o el gobernador que los inauguraba”. El Policlínico Ferroviario Central respondió a un modelo de gran monoblock que imperó después de la Segunda Guerra Mundial, reemplazando a los hospitales de la preguerra, construidos, con una concepción de aislamiento, en grandes extensiones de terreno, como el Muñiz. Más tarde se levantaron hospitales de menores dimensiones como el Argerich y el Fernández. “Tiene que haber una relación entre la estructura y la función del hospital. Lo que todavía no se ha hecho en la Argentina es adecuarlos a su nueva función: la promoción de la salud, la rehabilitación y el seguimiento de la población”, concluyó Mazzasero.

 

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