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PATOTAS, TIROS Y DESALOJO VIOLENTO EN UN TEMPLO CATOLICO DE MAR DEL PLATA
Los expulsados de la Catedral

Después de tres semanas de toma, un grupo de desocupados fue
sacado de la Catedral por feligreses y policías, luego de una feroz pelea que terminó con heridos y destrozos en el templo.

Un confesionario terminó astillado; los bancos, rotos y apilados; los vidrios, quebrados.
El grupo GEO de la bonaerense finalizó la tarea de expulsión que habían comenzado los feligreses.

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Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Si Santa Cecilia hablara. Si declarasen las imágenes que coronan el atrio de la Catedral de Mar del Plata sobre lo ocurrido ayer a la mañana frente a sus ojos cerámicos, podría determinarse cómo comenzaron los disturbios entre desocupados y supuestos feligreses a eso de las nueve y media. Pero la confusión se adueñó de los hechos y anoche no había forma de hacer encajar unos testimonios con otros para reconstruir los sucesos violentos en los que intervinieron los desocupados que hacía tres semanas habían tomado la sede cristiana, feligreses que se oponían a la presencia de ellos en su iglesia, policías bonaerenses y un grupo más parecido a una clásica patota de servicios que a católicos enardecidos. Las secuelas materiales de la trifulca fueron dos ocupantes detenidos por resistencia a la autoridad después de una batahola en las puertas de la Catedral, la intervención del grupo especial GEO de la bonaerense, dos heridos leves, un confesionario astillado a las patadas, los bancos para rezar amontonados como leños frente a las puertas de acceso, vidrios rotos y dos tiros de pistola, que lograron sembrar el pánico y una rara mezcla de pólvora e incienso en la casa del Señor.
Santa Cecilia, la patrona de la Catedral resultó indemne. No así sus fieles, los de uno y otro bando. Porque en principio la trifulca de ayer tuvo origen en un enfrentamiento entre cristianos pobres de la periferia marplatense que ocupaban la iglesia del centro en demanda de trabajo y un grupo de habitués a las misas de la Catedral, que desde la semana pasada pedían al obispo José María Arancedo que los expulsara del lugar sagrado. El domingo, después de la misa del cura Juan Ignacio Martínez, se dieron los primeros encontronazos. El párroco sostuvo que los ocupantes, que pertenecen a la agrupación Teresa Rodríguez, estaban infiltrados por “patoteros”. Ofendidos, los desocupados lo vituperaron cuando se retiraba por el pasillo central de la iglesia al grito de “¡Demonio! ¡Anticristo! ¡Nazi!”. El sacerdote denunció además que le dieron una trompada en las costillas.
Fue demasiado para los habitués. El lunes convocaron a una especie de manifestación cristiana en desagravio del cura agredido. Hasta hicieron gacetillas promocionando la rezada de un rosario frente al templo. A las nueve y media de ayer, allí estaban. Y adentro, medio centenar de desocupados comenzaban con el baldeo cotidiano de los pisos. Ahí se bifurcan las versiones. Anoche, el fiscal actuante, Guillermo Nicora, le explicó a Página/12 que, según los fieles pro expulsión, mientras ellos oraban, los otros comenzaron a mojarlos a lampazo limpio, en franca provocación. Uno de ellos, Ricardo Oliveros, denunció a los ocupantes por el piedrazo que su hijo recibió en la cabeza. Y acusó a uno de los dirigentes de disparar el tiro que ayer se escuchó hasta por televisión. Pero esa versión se ve rebatida por las propias imágenes de los disturbios que anoche evaluaba el fiscal. La persona señalada por Oliveros, de inconfundibles boina y barba de izquierdas, se ve en las grabaciones del lado de afuera de la iglesia intentando entrar y gritando enloquecido “¡Tiene un arma! ¡Tiene un arma!”, en alusión a uno de los supuestos feligreses. Hasta que se escucha un disparo y el militante salta del susto.
Anoche, este diario pudo hablar con un militante de la Coordinadora contra la represión de Mar del Plata, Pedro Picot, quien estuvo en la puerta de la Catedral y asegura que mientras los desocupados limpiaban, y afuera los fieles rezaban, “ingresó un grupo de civiles organizados con palos y armas para provocar”. Dos de esos hombres portando bates de béisbol también se ven en las grabaciones en manos del fiscal. La versión del piquete armado también fue contada a Página/12 por uno de los desocupados que estaban en la iglesia cuando comenzaron los disturbios. “Eran doce tipos, algunos con armas cortas, otros con palos, y varios aparecieron por la parte de atrás que da a la calle Rivadavia y que es por donde siempre entran solamente los curas. Nos acorralaron a palazos, nosempujaron hacia las puertas de adelante, les dieron a mujeres y chicos. Gritaban ‘¡Salgan hijos de puta! ¡Fuera hijos de puta!’ y rompían todo”.
El fiscal Nicora explicó que había una orden de desalojo del juez de Garantías, aplazada por pedido del obispo, quien pretendía que se retiraran sin el uso de la fuerza. Y que esa orden de desalojo se puso en práctica después de que los ocupantes fueron expulsados del templo por los feligreses violentos. “El desalojo fue hecho por civiles antes de que el juez diera la orden. Los expulsores sacaron a todos los ocupantes justo antes de que llegara la policía y pusieron barricadas hechas con los bancos en las puertas para que no volvieran a entrar. Los desocupados desde afuera rompieron vidrios para intentar entrar otra vez y en el medio se escuchó en el interior de la iglesia un disparo o dos de arma de fuego”.
Media hora después de esa escena del Dante, el fiscal, con la orden de del juez en la mano, supervisó el –podría decirse– desalojo “oficial”. Esta vez sí el Grupo Especial de Operaciones (GEO) sacó por la fuerza a los desocupados expulsados por los feligreses furibundos que se habían parapetado en el pasadizo lateral de la iglesia. En ese momento es que fueron detenidos dos activistas del grupo de desocupados: Ricardo Berrozpe, de 36, y Juan Pablo Gómez, de 19. Luego, al realizar una segunda requisa –en la primera no habían encontrado nada anormal– la policía secuestró dos revólveres de calibres 38 y 32. Uno estaba en un bolso de un ocupante. El otro, en un confesionario, que había sido transformado por los desocupados en un placard de emergencia. Para el fiscal no estaba claro anoche a quién pertenecían las armas. Ni quién las había cargado.

 


 

LA CATEDRAL OCUPADA DE CORDOBA
“Esta es nuestra casa”

Por Mónica Gutiérrez Desde Córdoba

t.gif (862 bytes) “No creemos que a Jesús le molesten los pobres en la Catedral, ésta es nuestra casa. El verdadero debate debería ser dentro de la estructura de la Iglesia, para ver si realmente está comprometida con los pobres o no”, definió Noel Alberto Quinteros, uno de los delegados de los Vecinos Autoconvocados. Se trata de la entidad que en Córdoba está ocupando la Catedral desde hace 45 días por un abanico de reclamos que van desde la creación de puestos de trabajo hasta problemas impositivos.
La mayoría son desocupados, otros temen perder sus viviendas por las deudas impositivas y algunos se quedaron definitivamente dentro de la iglesia porque no tienen los medios económicos para ir al barrio y volver al centro a reclamar. Quinteros, junto al grupo que permanece en la sede central de la iglesia, ubicada en pleno centro de la ciudad, le contó a Página/12 los motivos de la ocupación: “Hace cuatro años que venimos insistiendo sin ser escuchados por las autoridades, tanto del gobierno provincial como el municipal, pero lamentablemente tienen una visión muy particular del derecho de los vecinos”. Declaración de la vivienda única e inembargable, generación de empleo y seguro para desocupados, relevamiento socioeconómico en los barrios para determinar la capacidad contributiva de los vecinos y suspensión de los remates de viviendas por morosidad en el pago de impuestos figuran entre los puntos principales solicitados por los vecinos.
Antes de irse, el ex gobernador Ramón Mestre recibió a cuatro delegados de la agrupación. “Nos contestó que la provincia no tiene plata, que el desempleo es problema nacional, que hay que cambiar el plan económico, que aprendiéramos a votar y que llegábamos tarde, porque él ya terminaba su mandato. Eso nos dijo después de dos años de pedir audiencias”, explicó Quinteros.
Vecinos Autoconvocados representa, según sus delegados, a cien barrios de la ciudad de Córdoba y niegan que lo que están haciendo se trate de una toma. “Es un encuentro con permanencia, no es una toma, porque si así fuera no dejaríamos entrar ni salir a nadie, y sin embargo las actividades de la Catedral se realizan normalmente”, señaló una de las delegadas. Con relación al Tedéum del 9 de julio pasado, que no se realizó en la Catedral como tradicionalmente ocurre, los vecinos aseguraron que “las autoridades no vinieron para no vernos las caras, para no enfrentar el problema social”.
Las relaciones de los ocupantes de la Catedral con el Arzobispado de Córdoba se han deteriorado últimamente, por declaraciones públicas del titular de la pastoral, Horacio Saravia, cuando puso en duda la “calidad humana” de los dirigentes que estaban permaneciendo en la Catedral.
Entre 20 y 40 personas permanecen todo el tiempo en un salón contiguo al recinto principal, aunque también están dentro de la misma iglesia en algunos momentos. Los delegados son 15 y son los que garantizan la continuidad de la permanencia y el reemplazo.
Los dirigentes aseguran no tener temor de ser desalojados por la fuerza: “No nos preocupa, si quieren desalojar que vengan con la policía y lo hagan, no tenemos problema”, desafió Quinteros.

 


 

UNA CIUDAD CON EL NIVEL DE DESOCUPACION RECORD
El conflicto social colado por el atrio

Por C. A.

t.gif (862 bytes) La Catedral de Mar del Plata se convirtió hace tres semanas en sede de un conflicto social que atraviesa la ciudad con niveles de emergencia: la desocupación, según cifras oficiales, trepa al 18.8 por ciento. Y según la última Encuesta Permanente de Hogares, el 10,7 por ciento de la población vive bajo la línea de indigencia y el 33,8 por ciento bajo la línea de pobreza. Esos datos constan en una carta enviada al presidente Carlos Menem y al gobernador Eduardo Duhalde por el intendente marplatense Elio Aprile y el propio obispo José María Arancedo. Son el conflicto de fondo, evidenciado por el escándalo de ayer, después del accionar de la Agrupación Teresa Rodríguez y sus católicos enemigos.
Según fuentes del gobierno marplatense consultadas por Página/12, la agrupación que aglutinó a 200 desocupados para tomar la Catedral el 6 de julio tiene una historia de por lo menos dos años. “Están avalados por sectores de la Corriente clasista y combativa del Perro Santillán”, le dijo un funcionario a este diario. Más allá del sector que impulsa el movimiento de desocupados, lo cierto es que ya en junio de 1996 el grupo protagonizó tres cortes de rutas con impacto público. Y desde entonces que el reclamo es el mismo: puestos de trabajo.
En el caso de la Catedral, la toma del edificio católico fue el extremo al que llegaron después de varias marchas hacia la municipalidad marplatense. Pedían a Aprile que consiga una promesa de hace dos años del gobernador Duhalde: 6 mil puestos de trabajo del plan Barrios. De ellos, según la agrupación, sólo se concretaron 2 mil. El plan Barrios consiste en una especie de subsidio de entre 200 y 400 pesos que se les da a desempleados a cambio de trabajos comunitarios en sus lugares de residencia. “Acá casi no se han hecho arreglos porque no se les dan las herramientas ni se planifica”, sostuvo una fuente municipal. “Entraron en un sinsalida porque desde lo local no podemos hacer nada”, explicó. Es el mismo mensaje que obispo e intendente hicieron llegar a Menem y Duhalde. “El grave panorama multiplica las demandas de los excluidos escalando en la presión de los reclamos realizados. Recurrimos a ustedes para obtener una rápida respuesta que permita enfrentar la actual crisis.”

 

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