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FITO PAEZ PRESENTO EN VIVO SU NUEVO CD “ABRE”
Era hora de salir a la cancha

Ante un público selecto, que llenó el Maipo, el rosarino tocó los doce temas del trabajo  al frente de un nuevo grupo, lleno de jóvenes.

¿Creían que se habían librado de mí?”, dijo, con tono olmediano.
“Abre (pequeña teoría sobre el fin de la razón)” llegó ayer a las bateas.

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Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) ”Amigos, periodistas y fans.” Así definió Fito Paez al público que abarrotó el reciclado Teatro Maipo el show con que comenzó a presentar en público su nuevo disco, “Abre”, que ayer llegó a las bateas. Secundado por una numerosa banda, Páez tocó sólo los doce temas de su primer disco de estudio desde Circo Beat, de 1995. Como en la presentación oficial de aquel álbum, Fito interpretó su nuevo repertorio por primera vez, en vivo y como corresponde, en el mismo orden con el que está ubicado en el álbum. “Esto es como una conferencia de prensa, pero sin preguntas”, ironizó desde el escenario. “¿De qué signo sos, Fito..?”, bromeó alguien desde el público. Como quiera que fuese, el show del Maipo sirvió para terminar de oficializar el regreso del que fue el artista pop argentino más exitoso de la primera mitad de la década que termina. Ante los aplausos de fans, amigos y periodistas, Páez abrió un nuevo capítulo de su carrera, que continuará con una gira nacional (que desemboca en el Teatro Gran Rex en noviembre) y que se anuncia continental para después de fin de año.
“¿Creían que se habían librado de mí?”, preguntó Páez con un tono olmediano a medio camino entre la ironía y el cariño, apenas terminado “Abre”, el primer tema del show. Otra vez desde un escenario y rodeado por una numerosa banda, al estilo de las que ha formado desde el éxito de El amor después del amor, Páez lució en su salsa. Pero una salsa mucho menos adornada, con él y sus músicos vestidos austeramente de negro, haciendo honor a sus recientes autocríticas por su vestuario en los años del éxito, por un lado tan cercano y a la vez tan lejano. Sin embargo, de donde no se baja Páez es de su caballo culterano, tal como lo demostró al contar la historia que encierra el tema “Dos en la ciudad”. Dijo que se trataba de la historia de una pareja, e inmediatamente aclaró que no eran “Vulnerables”, lo que generó una risa en la platea. “Me la imagino dirigida por Cassavettes”, se jugó, aunque la historia que propone también podría formar parte de “Campeones”.
Acompañado por la presencia de su mujer Cecilia Roth, bien visible desde un palco ubicado a la izquierda de la platea del teatro, Páez presentó también en sociedad a su nuevo grupo. “¡Es increíble! Soy el más viejo de la banda”, se sorprendió Páez entre tema y tema, lo que motivó una aclaración por parte del tecladista Claudio Cardone, conocido por su trabajo junto a Luis Alberto Spinetta. Además de Cardone, (que es más viejo que Paez, quedó claro), tocan los juveniles Gonzalo Aloras en guitarra y teclados, Emmanuel Cauvet en batería y el uruguayo Nicolás Ibarburu –ex integrante del grupo de Jaime Roos– en guitarra. En el vivo, éste se destacó tanto con la acústica como con la Rickenbaker, tocando las partes que en el disco hicieron Gabriel Carámbula y Ulises Butrón. La banda se completa con el incondicional bajo de Guillermo Vadalá (recordar: Vadalá fue el único músico presente en aquella falsa despedida “Chapa y pintura” en el Teatro Alvear hace casi una década) y el trío de metales y vientos, importados de Cuba: Carlos Huerta en trompeta, Juan Reinaldo Larrinaga en saxo y flautas Adrián Elizarde Soto en trombón.
Calificado por el propio artista como un disco de texto, Abre (o Pequeña teoría sobre el fin de la razón) sufrió en vivo un poco sus sobreabundancias. En particular durante “La casa desaparecida”, que logró acallar el entusiasta ardor de los fans presentes en el Maipo. Páez lo había previsto: al anunciar el tema musitó “que Dios nos ayude”. Después de sus once minutos de duración se disculpó diciendo: “Ya me gustaría a mí escribir comedias de enredos”. Es que, si Enemigos Intimos, su trabajo de la polémica con Joaquín Sabina pareció una unión empresarial entre dos exitosas firmas, Abre es la tarjeta de presentación de una industria pop atendida por su propio dueño. Por lo tanto, y a la manera de Tercer Mundo, ese disco de supuesta despedida que terminó siendo nuevo comienzo, Abreabreva de todos los talentos y los excesos marca Páez. Claro que lo hace con la declarada ambición de volver al walkman de su público, y no con la vocación nada-que-perder de aquel álbum. Eso es lo que no se puede dejar de tener en cuenta al ir escuchándolo –en vivo, o por radio– una y otra vez.

 


 

LOS SIETE DELFINES EN LA BOCA
El dark más glamoroso

Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes) Los cuatro músicos de Los 7 Delfines se alinearon, enfrentaron al público y se inclinaron ante los aplausos. Uno estaba de blanco, otro de rojo, otro de azul y el cuarto de negro. El de negro, por supuesto, era Richard Coleman, cantante, guitarrista y principal compositor de la banda. Con el pelo revuelto, la cara pálida y los ojos hundidos en sombras, por momentos parecía que nada hubiera cambiado desde los 80, década durante la que comandó el grupo dark de culto por excelencia del rock argentino: Fricción. La sensación se hizo más intensa mientras Coleman cantaba versos como “creo que la última vez que sonreí fue cuando me lavé los dientes”, y ofrendaba una sonrisa, que en verdad era una mueca, al micrófono. Por lo demás, la potencia eléctrica redoblada de los Delfines tiene hoy en su lírica y en su actitud en vivo algo de positivista. Quedó claro el lunes a la noche, después de que interpretaran “A Marte”, el último tema, y se despidieran de las 650 personas que llenaban el Teatro de la Ribera con la felicidad de seguir en el camino. La fecha –parte del ciclo de recitales gratuitos dentro del ciclo Buenos Aires Supernova, que ya agotó las entradas hasta el sábado– abrió con un show bastante largo de Veta Madre, un cuarteto de rock solemne. El sonido del lugar se volvió más potente, tal vez en exceso. Los que querían ver sólo a L7D esperaban afuera.
“Ella” fue la canción con que Los Delfines abrieron el fuego. El repertorio se basó en el material del disco en vivo que la banda acaba de editar –Regio, grabado hace un año–, más un puñado de estrenos que integrarían su próximo álbum. “Suelo”, “2do. Round”, “Vanidad”, “Venado y frío” y una versión en castellano de “Street life”, de Roxy Music, la banda de Bryan Ferry de principios de los 70, una de las mejores de la era del glam rock. Mientras sonaba el cover, caía una catarata de papel picado plateado sobre el pelo y la estola de plumas negras que Coleman llevaba al cuello. Un poco dark, un poco glam: la misma imagen que ahora cultivan, por ejemplo, los ingleses de Placebo. Coleman y Diego García alternaron funciones de guitarrista líder y rítmico. El cantante y el baterista Braulio Aguirre son los únicos miembros fundadores que quedan. El primer guitarrista era Horacio Villafañe (alias Gamexane), que después del disco debut dejó el grupo para unirse a Todos Tus Muertos. El nuevo bajista, Germán Lentino, entró por Ricky Sáenz Paz, hoy en Bel Mondo. Que poco y nada haya cambiado en la banda a pesar de las deserciones, sólo corrobora la condición de cerebro que representa Coleman para Los Delfines.

 

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