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“VIVITOS Y COLEANDO”, EN VIDEO, ACOMPAÑA
LA EDICION DE PAGINA/12 DEL DOMINGO PROXIMO
Payasos con destino de inmortales

Primero fue un programa de televisión y luego una obra de teatro. En 1990, “Vivitos y coleando” se convirtió en video. El ideólogo, Hugo Midón, los notables actores Roberto Catarineu, Andrea Tenuta y Carlos March y el músico Carlos Gianni cuentan en esta nota la génesis de un clásico de los clásicos entre los espectáculos infantiles.

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Midón, Catarineu, Tenuta, Gianni y March, los actores de aquel primer “Vivitos...”.
“A mí algo que me parte es ver la confianza que los chicos tienen en nosotros”, subraya el director Hugo Midón.

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“Hace quince años que nos conocemos y todavía no nos matamos”, dice Andrea Tenuta.
“Vivitos y coleando” marcó un hito en la historia de los espectáculos teatrales para niños.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Encontrar un canal para el juego y la fantasía puede ser tan aventurado como querer hallar un duende en una botella. Hace diez años el actor, autor y director Hugo Midón anduvo ese camino, reuniendo a un grupo de actores y técnicos que mostraron otros criterios respecto de los espectáculos infantiles. No era una novedad que la renovación partiera de Midón, quien era ya entonces uno de los trabajadores más consecuentes del teatro para niños, pero, como siempre ocurre, lo bueno sorprende. Hace diez años surgió Vivitos y coleando, y la curiosidad infantil encontró un cauce, más precisamente un canal (ATC), porque antes que en el teatro se vio en la pantalla chica. Fueron cuarenta programas que se convirtieron en hito. Una sucesión de historias donde los protagonistas eran unos inspirados payasos, habitantes de una buhardilla colmada de objetos en desuso. Los actores de aquel primer Vivitos... (puesto que hubo tres) fueron también intérpretes del video, filmado en 1990, que acompañará, como compra opcional a seis pesos, la edición de Página/12 del próximo domingo para festejar el Día del Niño. Allí estaban Roberto Catarineu, Andrea Tenuta y Carlos March, y el músico Carlos Gianni, ahora reunidos por este diario.
Es cierto que aquél no fue el debut televisivo de Midón, quien en 1982 había presentado cuatro especiales. En uno de ellos, La Cenicienta, había tocado incluso el tema de la muerte (la de la madre de Cenicienta). Esta necesidad de mostrar que existen otros “paisajes” para los chicos anima también la reedición del video que ofrece este diario, filmado con escenografías especiales y en exteriores. Lo dirigió Gabriel Arbos, autor del guión junto a Midón, a su vez director artístico en colaboración con Carlos Mayo. La producción es de Susy Suranyi y Natalio Koziner, y participan, además del músico Carlos Gianni (hoy también docente en entrenamiento para comedia musical), el coreógrafo Ricky Pashkus y los actores Diego Jaraz, Elba Vieyra, Marina Svartzman, Paula Prada y Jorge Antino.
“Hace quince años que nos conocemos y todavía no nos matamos”, dice Andrea Tenuta, entusiasmada con el reencuentro y la edición del video. Ella y los otros saben en qué andan, pero hoy, salvo Midón y Gianni, quienes en este momento tienen tres obras en cartelera: La vuelta manzana, La familia Fernandes y Objetos maravillosos, cada uno trabaja en lo suyo. Tenuta aclara que era muy niña cuando se incorporó al grupo. Entonces estaban Catarineu, ahora flamante papá de Joaquín, “su mejor obra”, y March. Hubo antes otros espectaculares en ATC (La vuelta manzana, Cantando sobre la mesa y El imaginario, que también se vieron en teatro), pero ninguno de tanta llegada como Vivitos..., de cuya serie Midón realizó un racconto en 1995 que tituló LocosReCuerdos. Si no se mataron, era porque sabían cómo “delirar juntos”, según Catarineu. Acaso más serio que sus compañeros, el director recuerda hoy que su trabajo “era organizar el jolgorio que armaban”.
“Esta chispa no salta en todos los grupos, a mí al menos no me pasa”, corrobora March, que cree convertirse en un personaje algo adusto cuando dicta sus clases. “Hay energías que se potencian”, apunta Catarineu, después de una sesión de fotos en uno de los teatros del Paseo La Plaza, en la que “no sabía qué cara poner”. “El trabajo que nos reúne es Vivitos y coleando, y aquí estamos. Lo tomo como una afirmación en un momento que no es de maravillas. Eramos más jóvenes cuando nos conocimos, pero la chispa siempre salta. Podemos no vernos durante mucho tiempo, pero cuando nos juntamos, como ahora, sentimos el placer de mirarnos y saber qué está pasando por la cabeza de cada uno. Es como tener acuerdos básicos y poder sostener una relación estable. Eso me tranquiliza”, opina Tenuta.
–¿Qué distinguía a Vivitos... de otros programas?
Gianni: –Que cada emisión era totalmente diferente de la otra: original respecto de la música, los textos, las interpretaciones... Esa intensidad de trabajo nos dio velocidad de adaptación. Una agilidad que mantuvimos en la traslación al teatro. La renovación fue tan profunda que todavía hoy utilizamos algunos temas (en Objetos maravillosos, por ejemplo, espectáculo con el Grupo Vocal 5).
–¿No hay oposición entre televisión y teatro?
Midón: –En aquel momento no pensaba si eso que hacíamos era o no era televisión. Estábamos al margen de toda producción televisiva. Nuestra intención era ir en contra de la mediocridad.
–¿Y cómo manifestaban esa necesidad de cambio?
Midón: –Ensayábamos mucho y hacíamos todo lo que estaba a nuestro alcance. Es cierto que a veces nos sentíamos un poco como los náufragos que intentan alcanzar alguna orilla.
Catarineu: –Pero nos juntábamos y aparecía la energía. Teníamos un antecedente en el teatro, Narices. Andrea y yo éramos dos payasos.
Tenuta: –Eso era humanidad pura. No vendíamos nada y todo pasaba por el laburo creativo.
Gianni: –Habíamos creado un código que hacía posible este tipo de trabajo.
March: –Eramos unos inconscientes... Lástima que eso se terminó. Si fuera por mí, me pondría la nariz de payaso y seguiría jugando.
–¿Cómo surgen esos payasos?
Midón: –En mí fue a partir de Narices. Presentamos la obra en 1983, después del Proceso. La idea entonces no era mostrar al payaso que anda a las bofetadas sino a alguien que fuera imagen del juego en libertad. Sentí que debía traducir de alguna manera la alegría de vivir sin miedos. Como salíamos de una época muy oscura, esos payasos tenían que estar cubiertos por telarañas. En un momento, aparecían tres duendes, que eran chicos acróbatas, y les quitaban las telas, tratando de infundirles confianza. Quería ser un despertar y una esperanza, la de vivir en un lugar donde hubiera más consideración en las relaciones. Siempre quise que los chicos valoraran poder hablar sin miedos.
Tenuta: –Para mí el payaso es alguien que no tiene nada que perder. Es una persona democrática, solidaria, y sobre todo trabaja para vivir. Si no hace reír, no come. Es un personaje que está desesperado en la vida, “mandado”, llevando su nariz como un escudo. A mí esa intemperie me fascina, y ponerla en el escenario, como lo hace él, entregado a la risa, pero no a la comicidad fácil sino a la que nos compromete, me maravilla.
–¿Los chicos lo veían así?
Midón: –Alguna gente empezó a decir que se había emocionado, pero que ésa no era una obra para chicos sino para adultos. Comparado con el teatro tradicional, era cierto. Pero ahí empezamos a aprender todos, porque descubrimos que los chicos, los adolescentes y los mayores hacían cada uno sus propias lecturas. Por eso, a partir de Narices intentamos crear espectáculos acordes con esa realidad. El público de teatro infantil es muy heterogéneo, y va desde los 90 años de algún abuelo a la de un chiquito de 2 años. Me di cuenta de que era necesario aprovechar esa alternativa, por otra parte única en el campo teatral. Sabemos que algunas obras llegan más a determinadas edades, pero nosotros tratamos de atender a esa variedad del público. En cuanto a los chicos, ellos me han demostrado que el espectro de temas que conocen es más amplio de lo que pensamos.
Tenuta: –Creo que los chicos también entendieron que Narices era un despertar. Las canciones obraron en ellos a través de los sentimientos. También porque perciben la actitud que uno tiene respecto de su trabajo.
–¿Advierten un cambio en esa percepción?
Midón: –No, la sensibilidad todavía resiste. A pesar de la invasión de propuestas mediocres, hay muchos padres que no aceptan cualquier cosa para sus hijos, y los proveen de otros materiales. Es gente convencida de que siempre, aun en los momentos de chatura, algo se puede salvar y afianzar.
–¿Qué rescatan ustedes de este reencuentro?
Tenuta: –Esos acuerdos básicos que me producen un gran placer.
Catarineu: –Creo que si este jolgorio reaparece es porque nos une la pasión por el escenario.
Midón: –La característica del grupo que formábamos era la confianza que teníamos en lo asociativo, lo azaroso. Sentíamos que había un buen material para exponer...
–¿Y ahora qué?
–Ahora no sé. Particularmente, cambié. No confío como entonces en lo asociativo. Tal vez sí cuando lo relaciono con lo estético. Pero esa vuelta de tuerca permanente que desembocaba en una especie de creatividad automática, casi surrealista, me parece que no responde a este momento, sino a aquel otro. Lo sigo valorando, pero no creo que hoy funcione.
Catarineu: –Eso en la parte conductora del trabajo. En lo demás, rescato la energía del grupo y de este reencuentro. Después de esta entrevista, cada uno se irá a su lugar, pero yo salgo de aquí con ese otro Catarineu de Vivitos...
–¿Los influye el entorno?
Midón: –Sí, claro. La “calidad” del país es otra diferente a la de aquella primera Vivitos..., que tanto en la televisión como en el teatro reflejaba la atmósfera que vivíamos. La gente, creo, se encontraba más suelta y dispuesta a los sueños y al juego. Ahora no. Quizá porque yo también oscilo, y un día soy optimista y al siguiente todo lo contrario. Me salva el contacto que tengo con los chicos, porque los pibes siempre van para arriba. Pero uno mira apenas un poco más allá y se deprime. La situación por la que está pasando la Argentina no es para nada graciosa. A mí cada vez me cuesta más hacer un chiste. Esto es muy pesado, tanta pobreza, tanta corrupción... Nosotros siempre trabajamos en contacto con la realidad. Vivitos... mostraba el momento de la transición AlfonsínMenem. Incorporamos temas que se referían a la canasta familiar, otros se llamaban “Careteando”, “Al pan, pan”. Creábamos a partir de lo cotidiano.
–Hoy no les falta material entonces...
Catarineu: –Pero ya no es chiste. ¿A quién le divierte esta realidad?
March: –Lo que tendríamos que preguntarnos es si cada uno de nosotros quiere realmente seguir comunicándose con la gente a través de nuestro trabajo, y si es posible con humor, aunque la realidad no sea divertida.
Tenuta: –Hace tiempo que no me planteo el tema de la realidad. Prefiero hablar de los sentimientos, de las emociones. Cuando uno ha albergado la esperanza de modificar algo con su trabajo y se encuentra con esta situación, siente un gran dolor, una gran impotencia.
Midón: –Es que los políticos no están en condiciones de modificar nada. Creo que la misma sociedad debería rescatar los conceptos de solidaridad y humanidad y barajar de nuevo.
Gianni: –Vivitos... intentaba esos rescates, pero todavía era posible mirar la realidad con esperanza. Aquellos payasos eran como chicos jugando a transformar lo que tenían a su lado.
March: –A mí me modificó, me dejó una llamita encendida. Me pasa lo mismo que cuando veo a otros actores, mayores, a los que admiro y de los que aprendí mucho.
Midón: –Es que la gente sigue viva. Lo que está muerto es la política. A los políticos no les importan las necesidades y esperanzas de la gente. Nos metieron en esta trampa del capitalismo, la globalización, y ahí estamos.
–Cómo manejan el desánimo en la docencia?
Gianni: –Eso se compensa con la elección que hacen. Creen que el arte, la música... es un buen camino. Saben que no están porque sí, perdiendo su tiempo. Lo difícil para nosotros es mantener esa fe y simultáneamente mostrarles cuál es la realidad.
Catarineu: –Cuando hacíamos Vivitos... también pasaban cosas terribles, pero ahora parece que, además de tener menos ilusiones, nos aburrimos más seguido.
Midón: –Si a mí hay algo que me parte es ver la confianza que los chicos tienen en nosotros. Esa confianza es la que me convoca y me impulsa a trabajar. Sigo creyendo que la familia es un núcleo que hay que revalorizar. Es cierto que hay familias autodestructivas, pero conozco muchas que se esfuerzan por darles a los hijos lo mejor. Las madres siguen siendo un resguardo, lo vemos también con las madres de los desaparecidos, que son el resguardo de los afectos y de la memoria. La familia puede ser un punto de partida. Además la tenemos cerca.

 

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