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SOLEDAD, AHORA PRODUCIDA POR EMILIO ESTEFAN
El perfecto híbrido latino

Manejada por el cubano de Miami, la cantante argentina presentó en  sociedad su tercer disco “Yo sí quiero a mi país”, con el que intenta cambiar para intentar competir en el mercado latinoamericano.

Soledad sumó su voz mejorada a una coctelera de candombes, joropos y valsecitos sin identidad.

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Por Fernando D’Addario

t.gif (862 bytes) Treinta años después de que César Isella y Armando Tejada Gómez patentaran su “Canción con todos”, el flamante disco de Soledad incluye el tema “Corazón americano”, un posible himno de estos tiempos. “Canta corazón, canta más alto/que tu pena al fin se va marchando/el nuevo milenio ha de encontrarnos juntos corazón, como soñamos”, dice una parte de la letra, escrita por Jorge Rojas (de Los Nocheros) y Miguel Nogales. Si se soslayan pequeñas diferencias lingüísticas entre latinoamericanismo y panamericanismo, podría establecerse que la vieja utopía de Isella se ha cumplido: la unidad (término que en el camino del cinismo podría sustituirse por homogeneización) americana por fin se ha concretado. Y tiene sede en Miami. Yo sí quiero a mi país, el disco que fue presentado institucionalmente en la sala Pablo Neruda del Complejo La Plaza, es un manual del perfecto híbrido latinoamericano. Es tan representativo de Venezuela como de Panamá, la Argentina y México porque, en rigor, no representa a ninguno de esos países. Un producto Emilio Estefan.
Sin parafernalia telúrica, sin la banda bizarra que solía acompañarla en los festivales, sin arengas ni arranques de punk agropecuario, esta otra Soledad sigue siendo la misma. Promueve el mismo mensaje, de gente linda que le canta a una vida pasteurizada, sólo que en lugar de expresarlo a través de chacareras vertiginosas (que también podrían haber sido eficaces for export) lo hace mediante aires de joropos, aires de valsecitos, aires de candombe. En la música, la expresión aire no es antojadiza: alude a la imposibilidad de definir taxativamente un ritmo o un género específico. En Yo sí quiero a mi país, todos los ritmos están fundidos en la mágica coctelera de Estefan, que convierte la hibridez en oro. Entonces, mensaje único, también en lo musical, a pesar de la diversidad de músicos de sesión y de instrumentos “autóctonos” (charangos, quenas, zampoñas, etc).
Lo paradójico del caso es que el disco es bueno. Soledad evidencia un notable progreso como cantante y los temas que eligieron para su repertorio son irreprochables desde lo formal: están bien hechos y varios de ellos (“Yo sí quiero a mi país”, “El bahiano”, “Corazón americano”, “Como será”) se pegan pegajosamente a la memoria. Un pretendido acto de contrición en clave patriota, expresado en la canción que da título al disco, obtiene el efecto contrario al deseado. El “Yo sí quiero a mi país”, escrito por Estefan y Angie Chirino, pretende demostrar que Soledad es más argentina que nunca, aunque vaya a la conquista de América. Sin embargo, en la letra no hay una sola referencia que permita adivinar que está hablando de la Argentina y no de Tanzania. Y el abuso del “ti” en lugar del “vos” termina convirtiendo la intención inicial en un boomerang.
La popularidad de la Sole no corre riesgos. Ganará nuevos mercados y no va a perder al público que la idolatra, porque cada vez es más fuerte la sensación de que los chicos que la siguen sólo quieren a Soledad como objeto de culto, y que las eventualidades artísticas y los cambios de repertorio representan sólo un detalle anecdótico. Habrá que ver qué opinan sus primeros fans, los que la conocieron en el Festival del Ternero, o en el de Santa María del Valle de Punilla. Pero Soledad no se olvida de ellos. En el sobre interno del disco, entre los múltiples agradecimientos, se destaca uno: “A mi pueblo: por dejarme ser su profeta”. Quizás el lapsus de mesianismo sea excesivo, pero nadie le quita el papel de embajadora cultural en la era de la globamericanización.

 

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