Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EL “MUÑECO” GALLARDO, ESTRELLA DE UNA SERIE DE CORTOS ANIMADOS
La otra vida del Mugneco Gallardo

El estreno de “Marcello G., sólo un hombre” en el ciclo de cine de “Buenos Aires Supernova” resultó un suceso: el protagonista es un muñequito de las promociones del Mundial que lleva una vida excesiva. Sus autores prefieren el anonimato.

na23fo01.jpg (10276 bytes)

Por Pablo Plotkin
t.gif (862 bytes)  El Muñeco Gallardo va al volante de un autito de colección por Godoy Cruz. Es de noche y los travestis le ofrecen sexo, precisando la tarifa según el servicio. “Treinta la completa”, se alquila una muñeca con la cara de Carola del Bianco. “Mucha guita, mucha guita”, la rechaza él, y acelera. La escena se repite, hasta que da con una que es puro huesos y la piropea, sin saber que está frente a la Muerte. “Tenés un buen culo, y me parece que curtimos onda parecida.” El Muñeco se entrega a los brazos de la flaca, pero sospecha con algo de espanto que ella va demasiado rápido. Al otro día saldrá su foto en los diarios, y los titulares dirán: Escándalo sexual en Palermo sensible. Marcello G. estaría involucrado.
Esa es una de las desventuras absurdas que vive el protagonista de Marcello G., sólo un hombre, un compendio de cortometrajes de animación rodados en Súper 8 por Néstor F. y Martín C., y editados por Mario P. El muñequito de plástico del talentoso Marcelo Gallardo –de esos que se canjeaban por tapas de gaseosa en el último Mundial– es el antihéroe de esta historia que se convirtió en la vedette del ciclo de cine gratuito que se concretó durante las vacaciones de invierno en el Cosmos, en el marco de Buenos Aires Supernova, tanto que el último día, cuando se proyectó la versión completa, la sala estaba repleta. Y cuando terminó, el público se retiró en masa, sin quedarse a ver el film central.
La saga de Marcello G., que ahora viajará a un festival de animación en España, consta de ocho capítulos. A la manera de Star Wars, los primeros episodios se ven después del desenlace: el Mugneco muere y al velorio asisten la familia, el pueblo y jerarcas de la Iglesia y el Ejército. Los compañeros de la selección pasan junto al féretro y lloran por los buenos tiempos. Después, cuando se revele la verdadera vida de Marcello en el origen de la saga, se conocerá su afición a los travestis, la cocaína y el aerobic. En el capítulo El lado oscuro del Mugneco, el director técnico del equipo –el lúgubre y poderoso Moshé DT, representado por un muñequito de Moisés– le advierte a Marcello que, si tiene “algún paquete” encima, lo descarte antes de salir a la cancha. Marcello lo tranquiliza con una palmada, y en el primer tiempo pierde una bolsa de cocaína en el área. El árbitro para el partido, se arma un escándalo en el que todos se involucran (con un logrado doblaje sobre imágenes de partidos reales por TV) y el Mugneco se escapa. “Que se haga cargo otro”, grita mientras se pierde por la manga.
“Nos juntábamos los sábados a la tarde, tirábamos las tomas y nos reíamos hasta que nos dolía el estómago”, cuenta Néstor, sonidista de oficio. “Nos llevó un año, tomándonos nuestro tiempo. Al principio se iba a hacer algo totalmente casero, pero apareció Mario, que tiene acceso a buenas máquinas, y quedó algo bastante profesional. Aunque por la técnica y los materiales que usamos, y la cuestión legal que podría acarrear la historia, nunca lo pensamos como producto.” Las imágenes animadas de los muñecos se complementan con efectos, digitalización, música, diálogos bien interpretados por los realizadores e imágenes sacadas de la tevé.
“Desde el primer rollo sabíamos que Marcello iba a terminar muerto”, relata Martín C., dueño de un laboratorio de revelado fotográfico. “El resto de los rollos fue idear la historia en relación con ese desenlace. No había un guión escrito: después escribimos una historia para justificar el final que ya estaba filmado, el muñeco en el ataúd. Es una de las partes que más nos gustan, con cada jugador dando el pésame. Todos tienen recuerdos distintos.” Algunos lo recuerdan como un gran fornicador que no le hacía asco a nada, otros como un virtuoso volante de creación y también como un tipo lleno de ritmo, inventor de las mejores coreografías en los festejos de gol. Cuando se les pregunta por qué eligieron la figura de Gallardo para el papel –además del juego obvio de su apodo–, piensan un instante y contestan: “Era el más expresivo”.

 

PRINCIPAL