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OPINION
Un momento histórico
Por Juan Ignacio Ceballos

Zagreb, invierno de 1998. En la puerta del enorme estadio Maximir, ubicado a las afueras de la hermosa capital de Croacia, Robert Prosinecki aprieta fuerte su teléfono celular mientras piensa la respuesta. Se toma su tiempo. Hasta que se decide a hablar de “el partido”: “Enfrentar a Yugoslavia... todos estamos esperando ese momento. Cuando llegue no será un encuentro más. Se tratará de una cuestión de orgullo”.
Un año y medio ha pasado desde aquel encuentro entre este cronista argentino y el por entonces capitán de la selección croata. Ahora, aquellas palabras de Prosinecki retumban con más fuerza que nunca. Porque un país entero piensa y siente como él. Y porque el momento llegó.
Quien haya estado en la luminosa Zagreb lo sabe: hace tiempo que toda Croacia espera casi con desesperación este día. En el choque de hoy, les va el orgullo nacional, por más estúpido que suene. Aseguraría que en Yugoslavia ocurre lo mismo.
La guerra de los Balcanes dejó enormes heridas que ahora sangran a través del deporte. En el básquetbol, la última vez que el Partizan de Belgrado visitó al Cibona Zagreb, en el Drazen Petrovic Arena, el partido terminó con los jugadores yugoslavos levantando, desafiantes, tres dedos (la señal de victoria de los soldados serbios) y recibiendo una lluvia de llaves, monedas y encendedores.
Pero lo de hoy será distinto. Histórico. Trascendente.
Lo era hace un año y medio para el mismo presidente de la Federación Croata, Branko Miksa. “Cuando llegue el partido, deberé aprovechar la chance para estrechar lazos”, decía el hombre, sentado en la diminuta sede (un departamento de cuatro ambientes, sin ascensor, metido en un callejón) de la calle Ilika 31.
También lo era para Igor, un croata de 18 años, que en aquel invierno, mientras jugaba un mete-gol-entra en el patio de la Osnova Eskola (escuela secundaria) Isidor Krsnjavi, respondió a la misma pregunta que Prosinecki. “Claro que queremos ver ese partido. Es un clásico”, dijo el pibe. Y agregó, frío, sin inmutarse: “Y no te olvides de una cosa, la más importante. Ellos mataron a nuestra gente”.

 

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