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Un jefe de investigaciones acusado
de confundir las investigaciones

El ministro bonaerense de Seguridad nombró como director de Investigaciones a un comisario acusado en Chascomús de desviar pistas por la muerte de un adolescente que presuntamente fue asesinado por una mafia narcopolicial.

Crimen: “En Chascomús, Allendes no sólo desvió la investigación del crimen, sino que directamente cometió un fraude”, dijo el abogado Valenga.

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La policía bonaerense tiene nuevo director de Investigaciones, el comisario Allendes.
La madre de Emilio Blanco señaló al comisario como encubridor de los asesinos de su hijo.


Por Raúl Kollmann y Laura Vales

t.gif (862 bytes) Primero dijo que el asesinato no fue un asesinato, sino un accidente de tren. Después intentó que las pericias estuvieran a cargo de la Bonaerense. Cuando el cuerpo forense de la Corte Suprema demostró que fue un crimen, apareció un marginal vinculado a la policía y él lo aceptó como el asesino. Trató por todos los medios de alejar el caso de la sospecha generalizada de que el asesinato fue obra de una mafia narco-policial. Insistió hasta el cansancio para que se dejen de hacer las marchas del silencio en la ciudad y finalmente se retiró de la investigación repudiadopor los habitantes de Chascomús. El protagonista de esta historia no fue un policía cualquiera sino Santiago Allendes, que acaba de ser designado por el ministro de Justicia provincial, Osvaldo Lorenzo, como el nuevo director de Investigaciones de la Policía Bonaerense. Allendes es, desde ahora, el responsable de todas las investigaciones que se hagan en la provincia de Buenos Aires.
El caso en cuestión es la muerte de Emilio Blanco, un chico de 16 años cuyo cadáver apareció en Chascomús junto a las vías del tren en setiembre del ‘97. Siempre se sospechó que detrás de su muerte estuvo la mano de una mafia de narcotraficantes vinculada a la policía. “Pero Allendes no hizo nada por investigarlo”, dijo ayer a este diario Mónica Blanco, la madre del chico asesinado. “El comisario trató de convencerme siempre de que todo se trataba de un simple accidente. E incluso intentó que la Policía Bonaerense, que ya había hecho una primera autopsia desastrosa, realizara un segundo estudio sobre el cuerpo de Emilio.”
La historia del caso de Chascomús contiene un muestrario de negligencias que comenzaron el mismo día en que fue encontrado el cadáver. Cuando el muchacho apareció tirado al costado de las vías, un médico policial dijo que Blanco tenía un balazo en la cabeza con orificio de entrada y salida. El juez Héctor Mussumano llegó al lugar a media mañana, acompañado por un comisario inspector de la Unidad Regional de Dolores. Miró el cadáver, revisó el informe del médico y convocó a los peritos del SEIT. “Algo pasó camino a la morgue”, sostuvo el abogado de la familia Blanco, Luis Valenga, “porque los peritos terminaron certificando que Emilio había sufrido heridas compatibles con las del choque de un tren”.
El caso de Blanco y una segunda misteriosa muerte ocurrida 9 días más tarde –la de Marcos Gonzalía– conmocionaron la ciudad. Se sucedieron marchas del silencio; todo Chascomús se mostraba convencido de que el poder estaba protegiendo a los asesinos. Un llamado anónimo alertó a la madre de Blanco sobre la vinculación con el homicidio del comisario retirado Hugo Vázquez, ex director de narcotráfico de la Bonaerense y estrechamente vinculado al entonces jefe de la policía Pedro Klodczyk.
Después de un mes de movilizaciones, el gobierno designó una comisión investigadora especial y puso a su frente al comisario Santiago Allendes. “No sé cuál es el criterio de éxito por el que ahora se lo ascendió a jefe de investigaciones de toda la provincia, porque en Chascomús Allendes no sólo desvió la investigación del crimen, sino que directamente cometió un fraude”, le dijo a Página/12 el abogado Valenga. La actitud del comisario, recordó, fue defender hasta lo insostenible la hipótesis del accidente, aunque ante los medios mostrara una cara diferente. Construyó, por ejemplo, para eso una gigantesca maqueta para demostrar cómo había ocurrido el supuesto accidente contradiciendo pruebas importantes del expediente. Estaba claro, entre otras cosas, que Blanco había muerto entre las dos y las tres de la mañana; esa noche sólo habían pasado por el lugar dos trenes, uno una hora antes y el segundo 15 minutos después del momento en que Emilio falleció.
“Después hizo lo mismo con una animación computarizada –agregó Valenga–; con ella quiso probar cómo la máquina lo había embestido hasta dejar el cuerpo en la posición en que se lo encontró. Pero cuando nos reunió para mostrarnos la animación nos encontramos con que la figura del tren avanzaba en la dirección contraria a la que realmente tuvo.” Con esto, la posición del cuerpo ya no podía explicarse por la embestida de la máquina. No sólo eso: para el comisario parecía poco importante que Blanco fue encontrado con las ropas intactas y sin una sola mancha de aceite, como era lógico en el caso de un accidente ferroviario; el muchacho tenía las zapatillas limpias; otra serie de indicios apuntaban a que el cadáver había sido colocado junto a las vías. Por último, decenas de testigos aseguraron no haber visto choque alguno en el lugar.
Los padres de Blanco enfrentaron a Allendes y al juez Mussumano, y finalmente lograron que se realizara una segunda pericia. “Pero el comisario Allendes quería que fuera realizada por la gente de la Bonaerense en el SEIT”, dijo Mónica Blanco, una sugerencia que fue rechazada de plano por los querellantes. El trabajo fue encargado entonces a especialistas de la Corte Suprema y sus conclusiones no dejaron ninguna duda de que se estaba frente a un asesinato: los peritos descartaron que Emilio hubiera sido embestido por un tren y agregaron que, después de muerto, alguien golpeó al cadáver, seguramente para sembrar pistas falsas. Otro dato surgido de esta pericia es que el muchacho se defendió antes de morir.
Curiosamente, el mismo día que los peritos de la Corte llegaron a Chascomús un marginal vinculado a la policía se presentó en el juzgado para autoincriminarse como autor del asesinato. Después se comprobó que se trataba de una nueva operación para desviar la pesquisa. “Pero mientras tanto Allendes, quien ya no podía seguir defendiendo la tesis del accidente, pasó a sostener la de que este chico era el asesino”, sostuvo la madre de Blanco.
El comisario terminó alejándose de la investigación sin dar demasiadas explicaciones a los familiares. A dos años del crimen, la causa está recaratulada como homicidio pero no hay una sola pista concreta sobre los verdaderos culpables. “Lo que sí aparece –dijo el abogado Valenga– es una total oscuridad rodeando a esta muerte y la certeza de que Allende nunca investigó a los efectivos policiales sospechados de estar ligados al crimen. Su papel fue patético; sólo ayudó a tejer una formidable maraña de encubrimiento.”
El caso Blanco es la tarjeta de presentación que ahora exhibe el hombre encargado de manejar todas las investigaciones en la provincia.

 

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