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“Un aula es un balcón donde se pueden hacer cosas espectaculares”

El psicopedagogo Alejandro Spiegel explica que el docente debe
ser el actor esencial de todo cambio educativo. Sólo el docente
puede conseguir que el placer entre a la escuela y salga la obligación.

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Por Nora Veiras
t.gif (862 bytes)  “Para mí, un aula es un balcón para hacer cosas espectaculares. No creo que desde el aula se pueda cambiar el mundo, pero sí creo que lo que pasa en el aula es fuertísimo con esas treinta personas con las que la docente le toca convivir”. Alejandro Spiegel es un joven pedagogo que apuesta al maestro como actor esencial de todo cambio educativo. En su último libro Docente protagonista: docente compositor, Spiegel, director de la Central Pedagógica de AMIA, explica distintos caminos para que el placer entre a la escuela y salga la “obligación”.
–¿Por qué pone el acento en el aula?
–Para comenzar y para terminar es el lugar por donde pasan los cambios. Creo que hay una ausencia de mirar el aula. Muchas de las reflexiones pedagógicas no entran en el aula, entonces hay muchos que “hablan” de educación y muchos otros que “hacen” educación todos los días. Entre los unos y los otros no hay vínculo directo. Pienso que hay oportunidades todos los días de revalorizar a los profesionales que tenemos trabajando.
–Ese profesional también se encuentra con problemas que van más allá de los problemas de aprendizaje...
–Para esos casos uso una palabra que no es tan frecuente en el ambiente pedagógico: la negociación. Yo hablo del docente compositor que negocia mejores condiciones profesionales.
–¿Qué quiere decir con el docente “compositor”?
–La analogía con la composición toma los ejemplos que, en general, son enriquecedores: la composición de un cuadro, momentos para construir un mensaje para otro; cuando el arquitecto compone un plano piensa en recursos, en espacios, en confortabilidad; cuando el compositor de música piensa en distintos instrumentos piensa en sacar lo mejor de cada uno para armar algo sensiblemente placentero. El docente compositor, arma su clase, compone su clase, la actitud es de quien propone cada espacio como placentero y toma cada uno de los que dispone para poder hacerlo más potente en términos pedagógicos. Dar oportunidades relevantes de aprender a cada chico en función de sus características.
–La escuela, generalmente, se asocia al aburrimiento o a problemas de indisciplina y violencia, no al placer. ¿A qué atribuye esa dicotomía entre lo que debería ser y lo que es?
–Primero hay una tradición escolar segmentada de lo que pasa fuera de la escuela. Por tradición, el saber de la escuela es presuntamente científico –en realidad, en el mejor de los casos, es un saber científico adaptado– y el saber que está por afuera no es saber, es otra cosa. Cuando el chico trae un emergente de lo que le pasa en la vida hay muchísimos docentes que todavía lo descalifican porque no es lo que hay que estudiar. Lo que hay que estudiar es muy críptico, muy cerrado.
–¿Por ejemplo?
–Cuando aparecieron los libros, la reacción fue encadenarlos en la biblioteca porque el valor erana10di02.jpg (13327 bytes) la memoria y los libros iban a arruinar la posibilidad pedagógica de ejercitar la memoria. Sin ir tan lejos, con la calculadora... era todo un ‘piola’ el docente que nos dejaba usarla. Ahora, cuando hablamos del ingreso rimbombante de Internet y uno quiere vender: “Qué ventajas te da Internet”, uno dice “una gran base de datos de información y la posibilidad de comunicarse con millones de personas en millones de lugares del mundo”. Uno habla de una gran base de información pero ¿cuánto se usa la biblioteca en la escuela? ¿Cuántas veces los chicos salen de la escuela? ¿Cuánto le cuesta a un docente traer un experto para que hable? ¿Cuántos permisos tiene que pedir para que venga alguien a hablar? ¿Por qué pensar que es sólo una cuestión técnica? Las innovaciones tienen que dar cuenta de la cultura, de la tradición escolar.
–Es cierto que el docente está desvalorizado, pero también muchas veces es como que repiten una receta y todo aquello que implica cambiarla genera resistencias...
–Sería una estupidez pensar que sólo los docentes tienen la llave para cambiar. Sería una estupidez del mismo tamaño decir que los docentes no tienen nada para hacer, para cambiar. Me parece que hay que revalorizar el trabajar bien. ¿Ahora, qué es el trabajar bien? ¿El administrar contenidos para que alguien diga: está bien, terminaste todo? ¿Cuál es el standard de calidad? Pensar en términos de respeto a la diversidad, el aprovechamiento de la diversidad, pensar en que el alumno sea consciente de su propio proceso de aprendizaje, pensar en las oportunidades que hay en lo cotidiano, en los medios de comunicación y en la opinión de los chicos. Cualquier eje de cambio pasa por el director, pero no solamente por él. Hay muchos que sólo buscan cuidar su puesto de trabajo y no proponen ni defienden alternativas. Cuando el director se encuentra con un docente que “hincha” porque pide esto, pide lo otro, ¿qué le dice? “Dale, rompeme la paciencia” o “dejame de romper la paciencia”. El tema es qué hace la institución. Creo que gran parte del cambio está puertas de la escuela para adentro. Podés poner una computadora o no, con lo cual hay diferencias, pero además se pueden hacer otro montón de cosas. Hay una paradoja en el uso de la computadora.
–¿Por qué?
–Todavía no es tanta la diferencia entre las escuelas que tienen muchas y las que tienen pocas computadoras. Lo escolar sigue primando. Los chicos dicen “cuando voy a la escuela uso la computadora para una cosa distinta y menos divertida, menos placentera, que lo que lo uso en mi casa”. ¿Cómo hago que la escuela sea más productiva? Partiendo del interés de los pibes, generando una motivación real por aprender, ganas de aprender.
–¿Cómo hacer que este docente busque, se preocupe, se interese, despierte el placer y cumpla con el programa en condiciones laborales y salariales tan adversas?
–Yo digo: hay que luchar por mejores condiciones, nadie lo duda. Yo digo: andá, peleá, hacé las marchas, hacé todo, pero si seguís trabajando. ¿Cómo trabajás? Con ganas, con placer, con ganas de trabajar bien ¿o no? Condiciones laborales precarias no significa trabajar mal. Si planteo mi clase desde este lugar voy a tener un placer distinto –que no sirve para ir al supermercado– pero que va estar acompañado por lo que los chicos también van a devolver. Los mejores docentes que uno recuerda son los que sabían y lo hacían con ganas, se entusiasmaban.

 

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