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Dos pozos para estudiar la vidaporteña en 1850

 

La obra en un bar de Palermo derivó en un hallazgo arqueológico que aportará datos claves de la vida cotidiana en la ciudad.

 

 

Daniel Schavelzon, director del Centro de Arqueología Urbana.

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Por C.B.
t.gif (862 bytes)  En la puerta del restaurante, dos enormes carteles sorprenden con el anuncio de que se está a punto de ingresar en un “sitio arqueológico porteño”, el más reciente motivo de orgullo de los vecinos de Palermo. Adentro, los curiosos se inclinan sobre las barandas que rodean el hallazgo: dos antiguos pozos que funcionaron como depósito de agua en la Buenos Aires de 1850, descubiertos por casualidad la semana pasada, durante el reciclaje del viejo edificio ubicado en Costa Rica y Medrano. Una acción conjunta entre los dueños del local, el arquitecto que dirigió la obra y el equipo del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires dio como resultado que los pozos se mantuvieran abiertos y que se investigaran distintos aspectos relacionados con ellos. Aunque las excavaciones continúan, arqueólogos y conservadores están ya estudiando los pozos y varios objetos extraídos de su interior, que aportarían datos claves sobre la vida cotidiana en la ciudad.Los pozos tienen más de quince metros de profundidad. Están ubicados a dos metros de la fachada que da a la calle Medrano, separados entre sí por cerca de tres metros. Se estima que formaban parte de un paisaje de quintas frutales; ahora se destacan, iluminados, entre las mesas y la barra de quebracho del bar, rodeados de los pequeños fragmentos que aguardan ser catalogados y expuestos al público. Los expertos precisaron que los habitantes los utilizaban para acumular agua que se extraía con baldes, al estilo de un aljibe. Aún no han determinado si estaban al aire libre o bajo techo ya que la investigación, de la que también participa el Instituto Histórico del Gobierno de la Ciudad, recién está en su etapa preliminar. Parte del trabajo de investigación consiste en contactar a viejos vecinos del barrio para rastrear la historia de ese terreno –que desde hace alrededor de un siglo es la sede de una panadería, ahora reciclada en el restaurante La Panadería Pintxo bar–, además del estudio de las características arquitectónicas de las estructuras descubiertas y de los materiales que pudiesen encontrarse en ellas.En la misma excavación se hallaron huesos de animales, molduras de yeso, clavos cuadrados (el clavo redondo es un invento del siglo XX) y diversos fragmentos de vidrio. “Son elementos que permiten reconstruir aspectos de la vida diaria; en qué bebían los antiguos habitantes de la ciudad, qué tipo de botellas usaban, qué comían. Los héroes están demasiado estudiados, en cambio sobre el aspecto cotidiano no hay mucha información”, explicó Daniel Schavelzon, director del Centro de Arqueología Urbana, quien está al frente de la investigación, que se desarrolla dentro del programa “Por la memoria de Buenos Aires”.Mederico Faivre, arquitecto que dirigió la obra, comentó que los pozos no son, en sí, un descubrimiento poco frecuente. Sí, en cambio, es una rareza que se haya decidido no taparlos y continuar con la remodelación. “Al principio pensé en hacerlos llenar. Después me di cuenta de la importancia que podía tener conservarlos, y pedí asesoramiento”, contó Claudio Barreiro, uno de los propietarios del restaurante, quien decidió dejar los pozos abiertos, iluminarlos y cubrirlos con cristal para protegerlos. La aparición de los pozos se enmarca dentro de un trabajo más global de preservación que se venía realizando en la esquina. El edificio fue, desde el siglo pasado, una panadería de la que todavía se conservan el horno, las paredes y el nombre.“Es muy poco común que este tipo de hallazgos se preserve, a diferencia de lo que sucede en otras ciudades del mundo, y esto a veces sucede por desconocimiento. Si no empezamos a cuidar el pasado hoy, dentro de quinientos años no vamos a tener nada”, completó Faivre.

 

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