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El dossier secreto de Patti, un
“pata negra” de la guerra sucia

Al “macho de Escobar” le gusta “patear traseros” y amenazar. Y dice que eso “no es violar derechos humanos”. En sus años de guerra sucia hizo cosas mucho peores, que ahora saldrán a luz en un dossier sobre su “carrera”.

Currículum: Ya en 1975 se desempeñó en el destacamento policial “Otero” de Victoria, donde funcionaba un centro clandestino de reclusión.

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Luis Abelardo Patti se fue de boca el 9 de setiembre de 1998 ante el diario local de Tres Arroyos.
“Eso es violar los derechos humanos, no lo mío, que es decir patéenle el traste hasta que confiese” (sic).


Por Miguel Bonasso

t.gif (862 bytes) La declaración data de un año atrás, pero pasó desapercibida para la prensa nacional y para una Justicia que, se supone, debería perseguir de oficio la apología de la tortura. El miércoles 9 de setiembre de 1998, en una entrevista concedida a La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, el ex comisario bonaerense y actual candidato a gobernador Luis Abelardo Patti afirmó que Guillermo Luque y Luis Tula fueron condenados sin pruebas por el asesinato de María Soledad Morales y relacionó el fallo judicial con su propio currículum como torturador, ahora confeso: “Eso es violar los derechos humanos, no lo mío, que es decir patéenle el traste hasta que confiese” (sic). La “perla” fue rescatada del olvido el 19 de agosto pasado por Juan Francisco Risso, en una columna publicada también en La Voz del Pueblo. Allí el articulista le pregunta a un hipotético fiscal: “Si un tipo anda formando un supuesto partido político con ese (confesado) ideario, en realidad, ¿no está formando una asociación ilícita?”.Contestando desde la política y la ética, antes que desde los textos legales, podría decirse que sí lo es. Que la estructura política que respalda al intendente de Escobar (generosamente financiada por el aparato menemista) conoce muy bien el ideario de su candidato y lo apoya decididamente como presunto freno a la inseguridad ciudadana. Y es probable que sepan también que el ideario implícito en la confesión del ex “pata negra” se corresponde con una práctica tenebrosa que fue mucho más allá de “patearles el trasero” a los detenidos. En un dossier todavía inédito, al que tuvo acceso Página/12, se acumulan datos y testimonios elocuentes sobre esa práctica que pueden llevar al candidato de la mano dura a ser procesado en dos juicios internacionales contra el genocidio practicado en Argentina: el de España y el de Italia.Articulando datos conocidos y desconocidos, la investigación hilvana una suerte de biografía represiva de “Patty o Patti, alias el Loco, oficial integrante de sección o grupo en la comisaría de Tigre”, según reza en el legajo 2530 de la Conadep. Una historia de “gatillo fácil” y curiosos sobreseimientos que arranca en 1973 con el asesinato de tres adolescentes que jugaban al metegol en una confitería del barrio Chechele de Escobar. Un hecho denunciado únicamente en el diario local El Actual, dirigido por el militante comunista Tilo Wenner. Dos días después del golpe de Estado, el 26 de marzo de 1976, Wenner fue secuestrado y desaparecido para siempre, en una más que evidente represalia por su denuncia. En aquella época circuló la curiosa versión de que el entonces oficial principal Patti, a cargo del “operativo”, había “muerto en un enfrentamiento”, leyenda que se disolvió cuando apareció involucrado, diez años más tarde, en el hecho más grave de su historial: el asesinato a quemarropa de dos militantes peronistas secuestrados al mediodía de un sábado, en un bar céntrico de Rosario, y trasladados clandestinamente a Zárate, en un operativo conjunto de los Cuerpos de Ejército I y II: Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi. El hecho, ocurrido en los meses finales de la dictadura militar, se quiso presentar como un “enfrentamiento entre policías y subversivos”, pero las tres autopsias sucesivas y las correspondientes pericias revelaron que habían sido torturados y baleados a quemarropa con escopetas Itaka. El respetado histopatólogo Eduardo Pedace hizo polvo el testimonio de Patti al constatar la presencia de pólvora en el rostro destrozado de Pereira Rossi, “Carlón”, que fue secretario de Prensa de Montoneros. El perito, también experto en balística, refutó los dichos del policía respecto a distancia y posición de tiro. Patti fue procesado, detenido y sobreseído igual que los suboficiales que lo acompañaban en el “procedimiento”: Rodolfo Diéguez y Juan Amadeo Spataro. Pero nunca nadie logró explicar cómo dos personas secuestradas ante varios testigos en el bar Magnum de Rosario pudieron luego “enfrentar” a los bonaerenses en Zárate. El juez de instrucción rosarino Jorge Eldo Juárez, que logró importantes avances en la investigación del secuestro en pleno centro de Rosario, fue reiteradamente amenazado de muerte, igual que los abogados del CELS y otros organismos defensores de los derechos humanos y los dirigentes del nucleamiento Intransigencia Peronista que lideraba Vicente Leonides Saadi, e integraban los dos militantes asesinados. El general Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura militar, calificó a Patti, Spataro y Diéguez, como “tres jóvenes valientes”.El episodio distaba de ser una excepción en la carrera del “macho de Escobar”, que en 1975 se desempeñó en el destacamento policial “Otero” de Victoria, donde funcionaba un centro clandestino de reclusión. En el legajo policial de Luis Abelardo Patti (alias el Loco) resalta una felicitación del general Ramón Camps por la actuación que le cupo el 19 de febrero de 1977, cuando el oficial y el cabo Jesús de la Cruz persiguieron y abatieron a tres presuntos delincuentes. Camps, el genocida que firmó la felicitación y fue en su momento indultado por el presidente Menem, tampoco se andaba con rodeos a la hora de confesarse: “Unas cinco mil personas desaparecieron mientras yo era jefe de la Policía de Buenos Aires. Algunas las hice enterrar en tumbas anónimas. La mayoría de esos subversivos murieron. Unos pocos decidieron no hacerse los héroes y cooperar. Los dejamos libres con una nueva identidad”.El hombre que “pateaba el trasero” fue oficial en Escobar entre 1973 y 1976 y en ese lapso tuvo divergencias y enfrentamientos con algunos de sus superiores “por el mal trato que propinaba a los detenidos y las irregularidades que cometía en los procedimientos. Incluso en 1982 fue sancionado por la propia jefatura de Policía de la dictadura (que ya no estaba en manos de Camps) por vejar y agraviar a un subalterno”. Pero la “carrera” de Patti no se limita a los tiempos dictatoriales. En 1988, se le instruyó un nuevo sumario por otro “procedimiento” en el que dos personas ajenas al “hecho” resultaron heridas por las balas policiales. El 23 de enero de 1989 participó en la represión del copamiento al cuartel de La Tablada, donde, como lo ha denunciado la propia CIDH de la OEA, se perpetraron gravísimas violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas del Ejército y la Bonaerense. Y en 1990 alcanzó fama internacional cuando el diario británico London Times le dedicó una extensa nota bajo el título “Argentine police torturer enjoys status of a hero” (“Policía torturador argentino disfruta de la categoría de héroe”). Aludía al célebre proceso por aplicación de tormentos contra los detenidos Mario Barsola y Miguel Guerrero, que la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires acaba de cerrar, dejando al candidato a gobernador libre de causas en su contra. Hace nueve años, cuando el juez en lo Criminal de San Isidro, Raúl Alberto Borrino, procesó al ya subcomisario Luis Patti y ordenó su detención, el presidente Menem salió en su defensa: “Hace todo bien, porque limpia una zona del Gran Buenos Aires de delincuentes”. El juez Borrino salió de la causa y Patti de la cárcel. Desde entonces hasta hoy, al policía de Camps no le faltó el calor presidencial.

 

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