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EL 22 POR CIENTO DE LOS SEPARADOS INTENTA RECONCILIARSE
Es difícil decir adiós

El mundo de los ex ahora tiene cifras. Página/12 indagó con una encuesta qué pasa tras una separación o divorcio. Dos de cada diez parejas buscan reincidir. Pero sólo una de cada 20 lo logra. Muchos se siguen viendo. Bastantes pelean, por dinero o por los chicos. Sepa qué le espera. O qué puede evitar.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes) “...Y los declaro ex cónyuges, hasta que la muerte los separe”, podría decir el juez, en el momento de decretar el divorcio. Es que el matrimonio dura cada vez menos, pero un ex cónyuge lo es para toda la vida. Página/12, mediante una encuesta exclusiva, puso en números esa extraña relación donde pervive lo que no pudo ser. Lo seguro es que la separación no es cosa de hombres: de las ex parejas que intentaron volver a unirse (más de una de cada cinco), fueron los varones quienes, en la mayoría de los casos, tomaron la iniciativa del acercamiento. Sólo en una de cada 20 parejas la reconciliación funcionó. En la mayoría, lo que resta, aun pasados muchos años, es un rencor después del rencor, y son las mujeres quienes manifiestan más sentimientos negativos por sus ex cónyuges. En cambio, entre los separados de menos edad, hombres o mujeres, predominan los sentimientos positivos: siempre idealista, la juventud preserva el sueño de lograr, pasados los fastidios de noviazgo y matrimonio, un divorcio feliz. La encuesta fue efectuada por la consultora Media Personalizada sobre una población de 387 personas divorciadas o separadas, 186 varones y 201 mujeres, de distintos niveles socioeconómicos y edades, en Capital y conurbano. El 76,5 por ciento tenía hijos con su ex pareja. El 62,1 por ciento había formado nueva pareja después de la separación, con la importante salvedad de que ese porcentaje incluye un 5,7 por ciento que volvió a juntarse con el ex cónyuge. ¿Tienen buen pronóstico estas reincidencias?“No soy muy optimista –contesta Graciela Fernández, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar–: no es común que vuelvan a estar bien juntos, y en muchos casos vuelven a separarse. Recuerdo el caso de un matrimonio que se separó tres veces. No es fácil tras una separación producir un cambio que realmente marque una relación distinta”.La doctora Fernández debe tener razón, pero por lo menos podríamos intentarlo, querida... Sí, 22 de cada cien parejas separadas intentaron por lo menos una vez volver a juntarse. No es que lo hayan hecho “por los hijos”, ya que el 23,3 por ciento de los que no tienen hijos en común intentaron volver, contra el 21,6 por ciento de los que comparten hijos. Y la mayoría no se conforma con intentarlo una vez: 8,8 de cada cien separados intentaron cuatro o más veces volver a unirse. Quienes más tardan en perder las esperanzas son los más jóvenes: entre los separados de 18 a 24 años de edad, el 100 por ciento trató de volver; entre los de 25 a 49, una de cada cuatro parejas lo intentó; de entre los mayores de 50, más escépticos, sólo el 16,4 por ciento quiso volver a aquel infierno. Y en este tema, como en tantas cosas, la clase media es la que más vacila en sus decisiones: el 29 por ciento de los separados de nivel medio intentó volver, contra el 18,2 entre los pobres y el 20,9 de los dueños del país.Lo cierto es que quienes tomaron la iniciativa de estos arrepentimientos fueron los varones: en más de la mitad de los intentos de volver, la iniciativa fue del hombre; sólo una de cada 10 mujeres encaró una iniciativa similar. Y, si se examinan con cuidado las cifras de la encuesta, es posible detectar, no sólo el masculino desamparo que pide volver, sino el masculino pudor que impide reconocerlo. Cuando se pregunta a las mujeres, el 49,3 dice que su ex marido tomó la iniciativa de volver a acercarse, pero, cuando el encuestado es hombre, sólo el 34,4 por ciento admite haber tomado él la iniciativa... y un 22 por ciento “no sabe/no contesta”. “¿Cómo no van a saber? –sonríe el sociólogo Diego Palacios, que participó en el procesamiento de los datos–: fueron ellos los que quisieron volver pero no lo reconocen, por machismo; entre las mujeres, en este ítem, ninguna ‘no sabe/no contesta’.”¿Por qué son los hombres los que quieren volver? “Desde mi experiencia, esto se corresponde con que, en la mayoría de los casos, la separación lapidió la mujer –contesta Graciela Fernández–. No quiere decir que la separación sea más fácil para el que la promueve, pero el que llega primero a la decisión suele tenerla más masticada, más elaborada.”Pero, ¿cómo es que ellas están queriendo separarse, si siempre las hemos tratado tan bien? Mabel Burin –directora del posgrado de psicoanálisis y género en la Universidad Bar-Ilan– observa que “el hecho de que, desde la década del 80, la mayoría de los divorcios sean iniciados por mujeres, se vincula con el mayor acceso de ellas al mercado de trabajo, que les da independencia económica, y también con una mayor libertad en sus elecciones eróticas. Y los hombres se sienten damnificados al advertir que ellas avanzan en un territorio que les era propio, la capacidad de entrar o salir del contexto matrimonial”. Está bien, querida, pero por lo menos podríamos encontrarnos de vez en cuando... Eso sí. El 16 por ciento de los separados se encuentra una o más veces por semana con su ex pareja; el porcentaje sube al 17,8 entre los que han tenido hijos en común, pero no baja del 10,2 entre los que no tuvieron hijos. ¿Para qué se encontrará esta gente? Una pista es que, entre los que no formaron nueva pareja, el 27 por ciento se encuentra una o más veces por semana con su ex; entre los que formaron pareja el porcentaje baja, aunque se mantiene en un atendible 6,9 por ciento.Claro que la frecuencia de estos encuentros es mayor en los primeros tiempos. Supongamos que el lector/a está saliendo con una persona que se divorció hace menos de un año: hay un 39,4 por ciento de probabilidades de que su enamorado/a se encuentre una o más veces por semana con la anterior pareja; 4,5 por ciento de que lo haga una o dos veces por mes y 17,9 por ciento de que sólo “de vez en cuando”. Esto no se puede evitar mudándose a otro barrio, ya que los datos son similares en Capital y conurbano. Y también es cierto que el 24,4 por ciento de estos separados recientes no se encuentra “nunca” con su ex.Contestará el/la lector/a: ¿para qué necesito que Página/12 me diga lo que hace mi pareja con su ex, si él/ella a mí me lo cuenta todo? A usted sí, por supuesto, pero al encuestador le macaneó. Por ejemplo, tomando el total de los encuestados, el 37,9 de los varones dice que “nunca” se encuentra con la ex pareja, y lo mismo afirma el 56,2 por ciento de las mujeres: ¿por qué tanta diferencia, si cada encuentro es de un hombre con una mujer? Es que “acá alguien está mintiendo –infiere Palacios–: lo más probable es que los encuentros sean más y que las mujeres tiendan más que los varones a negarlos”.Si esto es un problema para alguien, la solución es simplemente esperar: los encuentros semanales bajan al 29,2 por ciento en el segundo año posterior a la separación, al 18,7 entre el tercero y el cuarto y, pasados 10 años o más, sólo el 6,3 por ciento realimenta así su nostalgia.Así llegando a las cenizas del matrimonio, ¿qué sentimientos restan?: en los datos de la encuesta predominan los sentimientos negativos, pero sobre todo en las mujeres. Ante la pregunta por la palabra que mejor expresa sus sentimientos hacia la ex pareja, el 46,7 por ciento de las mujeres manifestó sensaciones negativas (“odio”, “bronca”, “indiferencia”), que sólo fueron expresados por el 31 por ciento de los varones. Esta distinción es independiente de otras variables como hijos en común o sector social. Graciela Fernández comenta que “esto coincide con un estudio que, en Estados Unidos, hizo un seguimiento de ex parejas durante muchos años después del divorcio: transcurridos 15 años, el 50 por ciento de las mujeres y el 30 de los hombres todavía estaban muy enojados con sus ex”. Para la especialista, esto puede relacionarse con las distintas maneras en que se comunican hombres y mujeres: “Las mujeres siempre estamos armando vínculos, mientras que al hombre suele bastarle con establecer ante el otro quién es quién, cuál es su lugar y posición. El estilo de las mujeres hace que los vínculos queden cargados por mucho tiempo y aunque la mujerhaya tomado la iniciativa del divorcio o haya armado otra familia, sigue con mucha bronca por la frustración de lo que fue un proyecto central”.Casi nadie, menos del 1 por ciento, dijo sentir “odio”; el 5,2 de las mujeres y el 2,7 de los hombres admitió “bronca”; el 40,9 de ellas y el 28,3 de ellos se refugiaron en la “indiferencia”; sólo el 10,3 por ciento de las divorciadas puede sentir “simpatía” por su ex, mientras que al 20 por ciento de los divorciados ella les sigue resultando simpática. Más razonablemente, el 27,4 de ellas y el 25,6 de ellos sienten “afecto” por la persona con quien compartieron tanto; y el 11,8 de las mujeres y el 14,9 de los hombres todavía admite “amor” por la ex pareja. Entre los más jóvenes, los de 18 a 24 años, el 38,6 todavía ama, proporción que cae al 16,4 en los de 25 a 49 y al 8,1 entre los de 50 y más.Al aumentar el tiempo desde la separación, sólo el amor se va extinguiendo, aunque se mantiene en un 11,7 pasados los diez años; los valores del afecto se mantienen aproximadamente, y los sentimientos negativos no ceden: los valores para “bronca” se mantienen en un 4 por ciento, diez años después, y el conjunto de los sentimientos negativos suma más del 40 por ciento.

 


 

DESDE LOS QUE BUSCAN DESTRUIR AL EX A QUIENES NO TERMINAN DE SEPARARSE
Los unos y los otros del posdivorcio

t.gif (862 bytes) Están los unos y los otros. Los que se divorcian “a predominio de corte” podrían llegar a conseguir un vínculo distinto, aun en el caso de que volvieran a unirse con la misma persona; los que se separan “a predominio de repetición”, en cambio, están condenados a reproducir las mismas desdichas bajo máscaras diversas. O bien: están los divorcios “de ciclo vital”, donde, incluso por caminos divergentes, los ex cónyuges preservan a sus hijos, y los “divorcios destructivos”, que se ensañan en interminables litigios judiciales. La sociedad, ya admitido el divorcio, busca ahora especialistas en el posdivorcio, que procure desbrozar lo sano y lo enfermo en el terreno de los desgarramientos más hondos.Liliana Bracchi, coordinadora del departamento de pareja de la Asociación Argentina de Terapia de Grupo y Configuraciones Vinculares, propone que hay separaciones “a predominio de corte” y “a predominio de repetición”. En las primeras, “hay un reposicionamiento de los miembros de la pareja, lo cual les permitirá armar nuevas parejas o, aun en caso de que esa pareja volviera a encontrarse, lo haría desde posiciones diferentes de cada uno respecto del otro”. El predominio de repetición define a “esas separaciones que se hacen para no separarse nunca: siguen siempre enganchados en la pelea, por los hijos, por el dinero o por lo que fuera”.“Hay personas que no se separan aunque se separen, porque están pendientes de que una respuesta del otro logre desarmar algo así como un malentendido; en la expectativa de convencer al otro, no terminan de despegarse”, ejemplifica Bracchi. En estos casos sucede que “después de años, cuando la pareja se reúne, por ejemplo, por un problema de un hijo, como si fuera una película detenida vuelven a pasar las mismas cosas, a engancharse en el mismo punto de la relación”. Para Bracchi, un indicador de que el divorcio no va por buen camino puede ser “esa insistencia de algunas parejas a ‘separarse bien’, sin dolor, sin sufrir. No existe esto: la disolución del vínculo conlleva un dolor profundo, inevitable, aunque pueda ser distinto para cada uno; y esa aspiración a evitar el desgarro suele conducir a un quedarse pegados en la pelea”. Tampoco vale aducir que el que sigue peleándose es el otro: “Si en uno solo de los dos la separación es a predominio de corte, y no de repetición, entonces va a encontrar la manera de no engancharse e impedir que el otro se enganche en la repetición”, observa Bracchi.María Rosa Glasserman, directora del Centro de Estudios en Familia y Pareja (CEFyP), establece su clasificación a partir de una extensa práctica con familias derivadas por juzgados: “Son los que hacen litigio tras litigio, batallas judiciales interminables, hasta que los jueces y los asesores de menores los envían en busca de que un espacio terapéutico modifique la situación”. Se trata de los “divorcios destructivos”, que Glasserman diferencia de otros más benignos, los “divorcios del ciclo vital”.En estos últimos, “básicamente se trata de personas que, por haber tomado caminos distintos a lo largo de su vida, a veces habiéndose casado muy jóvenes, divergen y deciden separarse. Cuando consultan, suelen hacerlo preocupados por los hijos. En el divorcio destructivo, en cambio, no hay ningún cuidado de los hijos”.El divorcio destructivo se caracteriza por la acción, que suele ser violenta: “te saco los chicos...”, “me llevo los chicos del país...”, “no te paso la mensualidad...”. En estos conflictos, además, “hay una sobreinvolucración de las familias de origen de cada miembro de la pareja, buscadas como cómplices o para echarles culpas”. En el divorcio del ciclo vital, en cambio, “hay poca involucración de las familias de origen, que en algún caso pueden aparecer para intermediar en determinadas situaciones”. Claro que “también en los divorcios por ciclo vital suele haber peleas, especialmente en la primera fase de la separación, cuando los ex cónyugesestán muy doloridos”, comenta Glasserman y recuerda que “entre los factores de estrés descriptos internacionalmente, el divorcio ocupa el segundo lugar, luego de la muerte de un familiar directo”.

 

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