Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

Hermana Teresa
Por David Viñas

 

“‘En la Argentina hay que ajustarse el cinturón.No queda otro camino’, dijo la funcionaria delFondo Monetario Internacional Teresa Ter Minassian.”De los diarios porteños, setiembre de 1999

Por David Viñas
t.gif (862 bytes) No supe, al leer esa noticia, si se trataba de una orden o de una profecía. Pero al avanzar en el contexto, fui advirtiendo que pretendía ser un consejo. Género de adultos e inquietante porque siempre traza un recorrido de arriba hacia abajo. Y que, en este caso concreto, ha sido formulado, además, delante de parlamentarios argentinos y en Washington. Lo que se enunciaba como algo neutral, entonces, como una moderada “advertencia”, se convertía así –escenario y protagonistas mediante– en amenaza o en compulsiva exigencia.

–El cielo de los consejos, señora, y los cinturones de la tierra.Porque lo que hasta hace no muchos años –ya fuera en boca de los más altos funcionarios del FMI o de los embajadores norteamericanos en Buenos Aires– resultaba una torpeza diplomática o una flagrante intromisión, actualmente se ha “naturalizado”.

–Un alevoso gran bonete, Teresa.

Pero a mí, señora, aún me agravia ese tipo de declaración. Aunque intente atenuarse con los buenos modales, digamos, de quien lo formula. Y para no sentirme abrumado por el presunto monopolio de esa insoportable sensación, he ido consultando –mediante la notoria precariedad de las zonas críticas de la Argentina– a diversas personas. Y llegué a comprobar que no soy el único que se siente injuriado.

–Menos mal, mistress Ter Minassian.

na36fo01.jpg (9473 bytes)Y, precisamente, uno de esos compatriotas que se obstina en su práctica de lucidez, se resolvió a enviarle a la funcionaria Teresa, a sus oficinas en Washington, una nota por fax en la que, categóricamente, le planteaba un par de cosas. La primera, con una prudente ironía: “¿Con quiénes ha hablado usted, señora, en la Argentina sobre el tema de los cinturones? ¿Con algún antiguo talabartero o únicamente con los voceros del llamado establishment?”. Y tratando de ser moderado (una entonación que, en general, no es típica de la espontaneidad de mi amigo crítico llamado, creo, Osvaldo o León), le sugirió a la alta funcionaria Minassian que hablara, por lo menos, con Elisa Carrió o con Bravo Alfredo. Digo, al merodear por la franja parlamentaria. “O con alguna de las Madres de Plaza de Mayo, madam, en su local de la calle Hipólito Yrigoyen”.

–No se trata de una chicana, señora; sino para que usted hable con más fundamento sobre quienes vivimos entre La Quiaca y Tierra del Fuego. O, como se decía, del Ande al Plata. “Sin nostalgia”.

Porque la segunda parte del mensaje enviado a las oficinas de Teresa T. M. era una colección geográficamente más agresiva: “Usted, señora, al proponer a los argentinos que se ajusten el cinturón, ¿se ha enterado, por casualidad, de lo que está pasando en Tucumán? Para empezar por algún lado. ¿A usted, Teresa, no se le ocurre pensar que esos argentinos que protestan y entran a la calle se han ajustado, ya, el cinturón?

–No es, señora, un problema de cuidar la silueta, sino un conjuro o preanuncio de cierta resolución.

Y las preguntas del fax se prolongaban vertiginosamente: “¿Usted, Teresa, cree que esos argentinos –y muchos otros en Jujuy, Neuquén, Corrientes y Santa Fe– se indignan y protestan en una especie de dieta carnavalesca? ¿Que fingen o están haciendo una comedia sin gulas? Entérese, señora: ya no tienen lugar para más agujeros en sus cinturones. Incluso, han llegado a pensar que esas tiras de cuero pueden servir para otros destinos, señora. ¿Y los cinturones de los maestros, Teresa? ¿Y los de los chacareros de la pampa húmeda o los de los cesanteados en Tierra del Fuego?

–¿Se enteró del 17 por ciento actual de desocupados?“

–¿Y de los miles de abortos de humilladas mujeres del Gran Buenos Aires, Teresa?”.

–Y de los suicidios de los viejos desesperados, ¿qué le contaron?

Y las preguntas del fax a Washington suenan a letanía: “¿Y de los jubilados que en las calles de Buenos Aires tienen que revolver las bolsas negras amontonadas en las veredas? ¿Qué hacen con sus cinturones, Teresa? ¿Y los argentinos, señora funcionaria, que arman colas de madrugada en las puertas de las panaderías? ¿Y las adolescentes embarazadas en los hospitales de Haedo, Lanús, Quilmes o Ciudadela? ¿Qué hacen con sus cinturones, Teresa, qué, si ya no pueden ajustárselos?”.

–Vuelvo a la primera persona.

Suele ser un lugar restringido y ansioso: y me esfuerzo por recuperar, si puedo, el tono que caracteriza a los ecuánimes profesionales:

–Teresa, mi estimada Teresa, Teresa hermana –arriesgo–, cuando usted habla de que “los argentinos deben ajustarse el cinturón”, ¿está pensando, quizá, en algún vuelo?

rep.gif (706 bytes)

PRINCIPAL