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OPERADORES, SERVICIOS, "VIUDAS" DEL PODER
Política en el bar

Entre el Florida Garden, Cipriani, los restaurantes de Recoleta y Puerto Madero circula un raro círculo dedicado a pasar información, al lobby y el mentidero, y a la supervivencia a la sombra del poder. No son políticos, pero hacen, a su manera extraña, política en las mesas y los mostradores.

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El Florida Garden, en Paraguay y Florida: clásico.

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El Mesón Navarro, en Lavalle y Azopardo: jueces y fiscales.

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Piégari, la base del ex secretario Miguel Angel Vico.

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Cipriani, una de las barras nocturnas de la barra Garden.


Por Susana Viau

t.gif (862 bytes) Las mesas del Florida Garden y del Posadas Bar quizá no resistan el ocaso del menemismo. Autoconvocados, allí se estacionan quienes estuvieron cerca del Presidente o tienen puentes tendidos con Emir, el mayor de los Yoma, o con Miguel Angel Vico, su gran amigo y ex secretario privado. Ese perfil abandónico les valió alguna vez el mote de “las viudas”, pero la parroquia encontró consuelo y hoy sostiene con desparpajo y un dejo de provocación que la consigna es “hay que seguir cobrando”. La broma resulta apropiada puesto que la fuente de financiación de varios de sus integrantes es la insondable cuenta de gastos reservados de la SIDE, o bien su planilla salarial, porque los “orgánicos” de la secretaría también abundan. Contra lo que dicta la tradición, quienes se mueven en el triángulo que componen el Florida Garden, el Posadas Bar y alguno de los restaurantes de Puerto Madero, Retiro o Recoleta, no han planificado políticas, no tejieron utopías, no discuten estéticas. La razón de su existencia, inscripta en la costumbre argentina de conspirar y masticar al mismo tiempo, ha sido la circulación de información, el lobby, el mentidero, la supervivencia a la sombra del poder. “Vitelloni”, como los llamarían los italianos, “good for nothings”, según la forma sajona, los más recalcitrantes cumplieron en estos años un itinerario fijo, un remedo de rutina laboral, un camino a Damasco que, con lluvia o truenos, todavía comienza pasadas las diez de la mañana en Florida y Paraguay y concluye hacia el atardecer, en la barra del Harry Cipriani. Mangia che te fa beneEsas peñas tienen su historia en la vida política argentina. Los miércoles, al mediodía al principio y por la noche después, la derecha se cobijaba en El Navegante, un enorme bodegón desangelado, de fuerte personalidad y buena comida, en Viamonte y Bouchard. Asistían los ex jefes de Tacuara Emilio Berra Alemán, Nicanor D’Elía Cavangh y Carlos “el Loco” Benítez Moreno; otro “loco”, Castro, amigo de Rodolfo Barra, del hermano de Carlos Corach y por eso mismo protegido del Ministerio del Interior; Radamés “Huevito” Marini (a) “El Mufeta”, orgánico de la marina y popular por el disparate insigne cometido en 1956, cuando asaltó el Círculo Militar para apropiarse de dos viejas ametralladoras sin percutor, a las que envió a reparar a la armería Pollini, de la calle Marcelo T. de Alvear. Una comodidad que iba a costarle. Eran asimismo de la partida el librero Jorge Savino y Carlos Falchi, ahuyentados luego de recordar ante la prensa el pasado Tacuara de Barra; Enrique “el Mono” Grassi Sussini, ex Sindicato de Derecho, “Mochila” Videla Balaguer, orgánico de la SIDE. Cuentan que, en alguna ocasión y para revivir su pasado fascista, trató de sumarse a la peña Rodolfo Galimberti, pero optó por desistir en vista de la frialdad del recibimiento.Otro encuentro con modesta fama fue el “grupo Chiesa”, que tomó su nombre del tradicional restaurante de la avenida Entre Ríos donde se reunían los militantes de Guardia de Hierro, capitaneados por Juan Carlos “el Chueco” Mazzon. Ahí recalaban Julio Bárbaro, Raúl Carignano, Aníbal Jozami, Alberto Iribarne, “Caíto” Cevallos. El “grupo Chiesa” se dispersó en 1997, dividido por el feroz enfrentamiento de Carlos Menem y Eduardo Duhalde y hasta el propio restaurante acaba de cambiar de nombre. Sobrevive, en cambio, La Parrilla Rosa, propiedad de Helena Goñi, una cristiana filomontonera, amiga del ex ministro del Interior José Luis Manzano, quien solía visitar el lugar. En la actualidad, el “gullismo” lo ha convertido en su reducto y los lunes por la noche se dan cita unos treinta o cuarenta comensales liderados por el mismo Juan Carlos Dante Gullo, Martín García y Jorge Rachid. El Mesón Navarro, en Lavalle entre Azopardo y Bouchard, alberga a un alegre grupo de jueces y fiscales federales que los jueves por la noche le da a la paella al son marcado porla batuta del ex juez federal de San Isidro y ex secretario de Seguridad bonaerense Alberto “El Tano” Piotti. El Frepaso tiene una tradición breve, pero acostumbra a recalar en Relax, un bar pegado a la Fundación Auyero, en Bartolomé Mitre y Riobamba, y enfrentado a El Congresito, el restaurante donde, dicen, surgió la idea de la Alianza, cuando Jesús Rodríguez que comía con Andrés Delich invitó a tomar un café a su casa a dos frepasistas que conversaban en una mesa próxima, Alberto Flamarique y Fernando Melillo. Los radicales, luego de cada jornada electoral, festejaban en Look, en Costanera, o en Lalín, en la calle Moreno al 1900. Lo cierto es que ninguno de estos cenáculos perduró tanto como el del Florida Garden y sus sucedáneos.Mesas separadasCuentan que el hábito de reunirse en Florida y Paraguay viene de lejos, de la década del 70, con Sergio Renán como aglutinante. Lo llamaban “el maestro”, Carlos Menem era un pintoresco caudillejo provincial y a cambio de eso los amalgamaba un casi unánime fervor racinguista. En aquella vieja mesa original sentaban sus reales el periodista comunista Isidoro Gilbert, el ingeniero Raúl Colbert, Alfredo Odorisio, actual mano derecha de Eduardo Eurnekian en América, el ex embajador Oscar Spinoza Melo, los periodistas Guillermo Cherasny, Juan Bautista “el Tata” Yofre, Jorge Asís, Jorge Elorza, Alicia Barrios (actual esposa del destituido juez federal Hernán Bernasconi) e, incluso, con discontinuidades, los radicales Facundo Suárez Lastra y Enrique “Coti” Nosiglia. Pero los muchachos del Florida no se privaban y no era extraño encontrar también por allí a Miguel Bressano, hermano menor del dirigente trotskista Nahuel Moreno y conchabado en la SIDE, de la que fue delegado en España. O al mayor Julio César Coronel, alias “Maco”, un nombre que haría imborrable la lista de represores de la CONADEP. Los vaivenes políticos, la vida que lleva y trae “o las persecuciones periodísticas” en ocasión de algún escandalete hicieron variar la composición de la mesa, aunque nadie, excepto Renán y Gilbert, se hayan alejado de ella definitivamente. Siguen fieles Guillermo Cherasny, Asís, entre un viaje y otro, Yofre, cuando baja de Córdoba. La peña ha recibido el aporte de sangre nueva: Joaquín Alonso, jefe de gabinete de la SIDE, su escudero Claudio Pitana, ex represor de la ESMA conocido como “Fafá”, el periodista económico Hugo Lamónica, ex contador de Yacyretá, Rodolfo Iribarne, asesor del Senado por gracia de Omar Vaquir y esposo de María Luisa Caarjuzá, secretaria de la Corte Suprema. Al Florida cae, muy de tarde en tarde, Emir Yoma, propietario de unas oficinas cercanas. La sombra y la influencia de Miguel Angel Vico, en cambio, sólo planean entre las paredes acristaladas de la confitería. El ex secretario presidencial defenestrado por la leche en polvo Jorgiano no es de los que se apalancan en el Florida Garden entre las diez y media de la mañana y las doce y media. El entra en acción, ejerce personalmente su jefatura espiritual en el Posadas Bar y los almuerzos cotidianos en el Piégari de los bajos de la autopista, en El Mirasol de Puerto Madero o en el restaurante José Luis, de la Avenida Quintana. Y ese rumbo ponen, a mediodía, los clientes del Florida. En los almuerzos, menos populares pero más sabrosos que los de Mirtha Legrand, el grupo se agranda con el aporte de otros dos periodistas, el ultramenemista cuidador de los caballos presidenciales Pedro Olgo Ochoa y Jorge Jacobson; el hermano del ministro de Justicia, Nicolás Granillo Ocampo, “grampillito” como lo llaman con malicia, el “guardián” y procesado por las coimas del escándalo IBM-Banco Nación, Genaro Contartese, Emilio Massera hijo, Humberto Romero y el orgánico de la SIDE Mario Granero. Como excepción, la mesa de hombres suma a la periodista Olga Wornat. E igualmente como excepción aparece el sindicalista socio del Jockey Club Jorge Triaca. Los cumpleaños de Triaca, en su quinta de Las Lomas, suelen ser la única celebración que junta al grupo fuera delcircuito diario. Pero antes de dedicarse a las viandas, los que no pisan el Florida Garden han hecho, en general, una escala previa en el Posadas Bar. El mismo lugar de encuentro que visitan los sábados por la mañana, cuando Florida recambia su composición. Los sábados del Posadas Bar tienen una explicación adicional: la concurrencia de Homero, el joyero del menemismo cuya tienda está a tiro de piedra del local. Los días de semana, al oscurecer, los peregrinos, reducidos a esa altura a Cherasny, Jacobson, Fafá y el abogado Marcelo Open (contratado por la SIDE gracias a la gestión de Vico y ex defensor de Susana Giménez en el enojoso problema del auto contrabandeado) recalan a tomar un whisky en la barra del Cipriani. Ernest Hemingway solía elegirlo durante sus estancias en Roma, pero en el toldo verde que cruza la vereda de la Via Veneto sólo se lee “Harry’s Bar”. No hace falta el apellido.Florida Boys Estos hombres no son, en rigor, amigos. “Allí nadie es demasiado amigo de nadie”, cuenta un testigo. Son, simplemente, ultramenemistas. Y la reciente embestida confesional de Carlos Ruckauf contra la frepasista Fernández Meijide fue comisionada a dos de los más conspicuos parroquianos del Florida: el embajador en Portugal, Jorge Asís, y el jefe de gabinete de Hugo Anzorreguy, Joaquín Alonso.Alonso, dueño de las enormes oficinas de Diagonal y Florida compradas al dejar el directorio del Banco Central que había ocupado durante la gestión de Hugo Santilli, es hijo de un escribano estrechamente ligado a Italo Luder. Pero sus padrinos son Miguel Angel Vico y Emir Yoma, aunque el abanico de sus afectos incluya también al titular de Migraciones y fallido candidato a intendente de San Isidro, el masserista Hugo “el Cachorro” Franco, al propio ex almirante Massera y al embajador en el Vaticano Esteban Caselli. Alonso, catapultado por esas protecciones y su anterior empleo de mesadinerista, fue nombrado director del Banco Nación durante la presidencia de Hugo Santilli, luego jefe de ceremonial del ministro del Interior Carlos Corach y, por fin, con el apoyo de Emir y la venia del Presidente, que necesitaba una pieza eficaz y leal para monitorear las actividades del “Señor 5”, se instaló en la SIDE como jefe de gabinete. Al dejar el Banco Nación adquirió las enormes oficinas de Paraguay y Reconquista donde pernocta con frecuencia Fafá, su custodio, ex grupo de tareas de la ESMA, quien responde al verdadero nombre de Claudio Pitana.El otro interviniente en la operación, Asís, pese a lo que la tapa de uno de sus libros deja suponer, no nació en Quilmes ni se llama Asís. Su origen es Villa Domínico y su verdadero apellido, Zain. Asís-Zain tiene una hermana, Martha, experta en ciencias ocultas a la que el ministro del Interior Carlos Corach consulta con asiduidad. Ex militante del Partido Comunista (una filiación que no le gusta recordar), a fines de los 80 “el Turco” Asís se incorporó a la Renovación. La derrota de Antonio Cafiero y una flamante amistad con Eduardo Menem le abrieron la ruta de La Rioja. Vivía en una vieja casa de Thames y Paraguay y escribía acodado en las mesas de la confitería El Galeón, en Gurruchaga y Santa Fe. Estaba aún lejos de la bonanza económica. Tanto que muchas veces respondía “una jarra de agua”, cuando el mozo del Florida preguntaba: “¿Y el señor qué se va a servir?”. Y después, con el tono de un poeta finisecular acotaba: “agua de pobres”. Con Carlos Menem en la Presidencia reclamó un consejo a sus amigos: “¿Qué puedo pedir?”. Le dieron una buena pista, la Unesco, y allá fue hasta que se le indicó retornar para asumir el área de Cultura, a la que renunció súbitamente. Enojado, envió un ramo de gladiolos a Balcarce 50. El desplante fue perdonado por el “jefe” y un nuevo esfuerzo de Eduardo Menem lo puso en un avión rumbo a la embajada en Portugal. Entre pitos y flautas, ya tenía un dúplex en Quintana y Rodríguez Peña, pleno barrio de Recoleta.

 

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