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OPINION

¿La equidad para cuándo?

Por Julio Nudler

"¿Machinea heterodoxo? Eso fue hace mucho tiempo. Hoy es un ortodoxo, aunque desconfiado de la mano invisible." Lo define así uno de los economistas que mejor conoce su evolución, y que, como ocurre mucho estos días, pide no ser identificado. Su explicación del giro es simple: "En cuestiones de la macro, la globalización nos empuja a todos hacia la ortodoxia". Esto equivale a decir que la extrema interdependencia actual de las economías nacionales impone ajustarse a ciertas pautas universales, porque el castigo de burlarlas es inmediato y letal. (¿Será tan así? ¿Malasia cómo hizo?)

Habiendo devenido "ortodoxo desconfiado", José Luis Machinea buscará dotar a los mercados de la mayor transparencia posible. "Ortodoxia y transparencia" será su binomio preferido. Esto involucra combatir las llamadas "asimetrías de información". Es decir: que todos los actores de un mercado puedan tomar sus decisiones disponiendo de tanta información como los demás, sin tener que pagar por ella. En la relación con los bancos, las AFJP, las prepagas, los servicios públicos y otros proveedores la gente anda hasta hoy casi a ciegas. La transparencia debería hacer visible todo lo oculto.

Frente a la tentación progresista de algunos analistas próximos a Machinea, las mayores cabezas del equipo imponen la premisa del pragmatismo, por la cual lo más práctico puede desplazar --momentáneamente, dicen-- a lo más justo. Por ejemplo, en materia de impuestos es más seguro bajar el mínimo no imponible de Ganancias, que los empleadores retendrán a su personal, que confiar en otras fuentes tributarias que dependerían de que las personas físicas no mientan en sus declaraciones juradas. Creen que la actual DGI no garantiza un control creíble a este nivel.

Por este camino se llega, sin embargo, al despropósito de acentuar la tributación de los individuos en tanto trabajadores, mientras se los mantiene exentos como rentistas (pese a que obviamente podría utilizarse a los bancos para tener el impuesto sobre los intereses pasivos). La justificación es que, en un mercado de capitales abierto, la imposición provocaría una fuga de ahorros hacia Uruguay u otros mercados. Pero, del mismo modo, bajar el mínimo no imponible inducirá un mayor porcentaje de negreo de los sueldos altos.

Tras muchos años de trabajar en la city, algunos economistas se vuelven muy sensibles a los argumentos de los financistas. Ortodoxia, transparencia, pragmatismo... ¿No habría que añadir una dosis mayor de equidad en una sociedad donde no sólo la información es desigual?

 

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