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Llach, del gabinete de Cavallo al de la Alianza

De la Rúa le ofreció a Juan José Llach la cartera educativa. El economista todavía no dio el sí definitivo. Quiere garantías para actuar sin ataduras sobre la universidad y los gremios.

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Por Nora Veiras
t.gif (862 bytes)  "Primó el teorema del gordo Baglini: cuanto más cerca del poder, más moderado te ponés", ironizó un amigo de Juan José Llach al confesar su sorpresa por la inminente designación del ex viceministro de Domingo Cavallo como ministro de Educación del futuro gobierno de la Alianza. "Si él acepta, va a ser sin condicionamientos. No va a permitir que le pongan a alguien en Universidad", advirtió otro hombre de confianza del economista. Refugiado en su estudio, Llach seguía conversando con los allegados del presidente electo, Fernando de la Rúa, sobre los dos temas en los que no quiere limitaciones para actuar: los gremios y la universidad. En esos dos frentes sonó a provocación el ofrecimiento a un hombre del gobierno de Menem y sembró dudas sobre "la convivencia pacífica" con la Alianza.

La oferta a Llach muestra la decisión aliancista de pararse en el escenario educativo decidida a dar batalla contra los sectores que le dieron sustento. Los rectores radicales y Franja Morada, la agrupación hegemónica en la militancia universitaria, confrontaron con la política menemista en el área de la que Llach es un defensor. En el libro Educación para todos, al que accedió Página/12, el sociólogo y economista plantea la necesidad de reformular la coparticipación federal de forma tal que "todos los recursos distribuidos a las provincias por coparticipación deberán destinarse a la formación de capital humano (...). La concurrente provincialización de las universidades nacionales sería esencial para arraigarlas a su medio y contribuir a esa masa crítica (local), sin la cual continuarán las tendencias al 'drenaje de cerebros' interregional".

El rector de la Universidad de Buenos Aires, Oscar Shuberoff, evaluó que la designación del peronista Juan José Llach "significaría la orientación de una política que no comparto. Sería continuidad de la que se ha adoptado y que ha conducido a la segmentación del sistema educativo". En el análisis del ex viceministro de Economía es una contradicción que la enseñanza primaria y media esté en manos de las provincias y la superior siga en la órbita de la Nación. Como la decisión es profundizar la descentralización, el tercer nivel debería pasar a las provincias. En ese esquema se eludiría la discusión generalizada sobre el arancelamiento y el ingreso porque sería una decisión acorde a la realidad de cada región. Claro que se activaría un debate con ribetes más que conflictivos. Si bien los boinas blancas controlan la mayoría de las casas de estudio tradicionales, no pertenecen a los sectores afines a De la Rúa.

Haciendo gala de la experiencia menemista, Llach consideró que así como un gobierno peronista "por su vinculación con la dirigencia sindical pudo hacer las privatizaciones y avanzar", quizá los aliancistas puedan hacer lo propio con el sindicalismo docente y las universidades "más próximas a su pensamiento". Ayer, mientras meditaba sobre los márgenes de maniobra para su gestión, Llach intentó comunicarse varias veces con la secretaria general de la Federación de Trabajadores de la Educación, Marta Maffei. Sabe que ése es quizá el frente más conflictivo.

En el libro que elaboró junto con las economistas Silvia Montoya y Flavia Roldán, Llach no deja dudas sobre su rechazo a la nacionalización del conflicto docente y al impuesto sobre autos, aeronaves y embarcaciones para financiar un incremento del salario de maestros y profesores que dependen de las provincias. "La posición tipo carpa blanca termina convergiendo hacia una situación de empate conservador gatopardista, en la que algo se cambia, pero lo fundamental queda igual", se lee en la página 355 del texto. El economista coincide con la necesidad de mejoras salariales --"para recuperar los niveles de 1914 se necesitaría una recomposición del orden del 68 por ciento", dice-- pero parte de un reordenamiento organizativo, sostiene que "la Argentina gasta por año 1200 millones más que lo necesario para administrar el sistema porque el 17 por ciento del gasto en primaria y media se va en burocracia".

Además de su relación personal con De la Rúa, Llach cuenta con el aval de la Iglesia: integra un consejo de científicos del Vaticano y, como amigo del sacerdote Rafael Brawn, es un habitual columnista de la revista Criterio. Esos pergaminos, sin embargo, no le facilitarán el diálogo con la central docente, teniendo en cuenta que, si bien moderó su propuesta de financiamiento a la demanda, postula "un nuevo contrato educativo y la transferencia del poder desde las tecnoburocracias a las escuelas autónomas de la comunidad. Se trata de proceder a la recontratación generalizada del sistema educativo estatal, provincia por provincia, escuela por escuela y colegio por colegio, cambiando así el centro del poder, desde las burocracias centrales hacia los colegios y hacia las familias (...). El director pasaría a ser una figura mucho más importante. Se le daría el poder para manejar todo el presupuesto de las escuelas y, después de la primera vuelta de concursos, también aprobará o no los contratos con los docentes. Una parte de la remuneración de los directores estaría vinculada también a los resultados". Con estos postulados a cuestas, es evidente que la Alianza por "la educación, el trabajo y la justicia" optó por aplicar el bisturí sin anestesia.

 

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