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Por Fabián Lebenglik  El Parque de
la Memoria es una iniciativa de diez organismos de derechos humanos, aprobada y convertida
en ley oportunamente, por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para la
puesta en marcha del proyecto se formó una comisión ejecutora integrada por legisladores
porteños, miembros del Gobierno de la Ciudad, representantes de la Universidad de Buenos
Aires y representantes de las organizaciones de derechos humanos. El parque será un gran espacio verde de 14 hectáreas ubicado entre la Costanera Norte (como prolongación de la misma) y la Ciudad Universitaria, que se integrará a otra área verde contigua, frente a la Ciudad Universitaria, de 26 hectáreas --destinado a un parque científico y ecológico-- de modo que el conjunto formará uno de los mayores parques de la ciudad. El diseño del parque fue seleccionado entre más de medio centenar de proyectos presentados a concurso, convocado por la Facultad de Arquitectura de la UBA y es obra del estudio Baudizonne-Lestard-Varas con la colaboración de Claudio Ferrari y Daniel Becker como asociados. Las 14 hectáreas del Parque de la Memoria, parte de las cuales serán terrenos ganados al río --con nuevas defensas costeras-–, constituirán un gigantesco monumento conmemorativo. En interacción con el movimiento de tierras y el verde de la naturaleza, el parque será atravesado por una suerte de herida abierta en una colina artificial, despojada, de seis metros de altura, cubierta de césped. A ambos lados de la "herida" se colocarán las estelas de piedra gris con los nombres de todos los desaparecidos y los asesinados por el terrorismo de Estado. La "grieta" termina en el río y a lo largo de su recorrido quebrado habrá dos plazas secas y una gran sala de usos múltiples --para exposiciones transitorias, debates, conferencias, etc.--. La "herida" y todo el terreno a la derecha de la misma recordarán a las víctimas del terrorismo del Estado, mientras que en el área izquierda se levantará un monumento recordatorio de la masacre de la AMIA. El acceso al parque propiamente dicho, desde la avenida Costanera, estará precedido por una gran plaza seca vestibular, a modo de inmensa vereda, en donde se repite con otras característica el diseño del espacio verde, que entrelaza lo natural con lo artificial. Los organismos de derechos humanos reivindican con este monumento su derecho a recordar las vidas de los desaparecidos y los asesinados, en un ámbito que promueva la memoria y la reflexión en todos los que lo recorran. Para acompañar y complementar toda esta transformación, no sólo urbana, sino también política y social, y en relación directa con la temática del parque, la comisión emplazará cuatro obras de escultores argentinos: Roberto Aizemberg (1922-1996), Juan Carlos Distéfano, Norberto Gómez y Leo Vinci y tres artistas extranjeros: el brasileño Tunga, la norteamericana Jenny Holzer y la polaca-norteamericana Magdalena Abacanowicz. También había sido invitado el español Antoni Tápies, pero éste declinó la invitación. Simultáneamente se llamó a un concurso público internacional de arte contemporáneo para seleccionar otras ocho obras que serán emplazadas en el Parque. Hace cuatro meses y medio, durante los primeros días de julio, terminaba la reunión inicial del jurado, que trabajó durante una semana para establecer una selección entre los 663 proyectos escultóricos provenientes de 44 países que participaron de esa etapa del concurso internacional de esculturas para el Parque de la Memoria. En aquella oportunidad quedaron 24 obras finalistas. El sábado último terminó la segunda reunión del jurado de la que surgió la lista de las obras ganadoras y las menciones (ver nota aparte). Para quien firma estas líneas, integrante del jurado, había un criterio compartido que podría resumirse con la frase dicha por un estadista y revolucionario europeo de comienzos del siglo XX: "La ética es la estética del futuro". Los que compartimos la tarea de evaluar, seleccionar y premiar los envíos de todo el mundo, trabajamos con esa mezcla de utopía y presente que es caracterísitica del arte pero que también resume la lucha de los homenajeados por el parque y la de los organismos de derechos humanos. Tal identificación entre ética y estética no sólo es difícil de invalidar sino que comenzará a dejar de ser utópica cuando se inaugure el Parque de la Memoria. DETALLES DE LOS PREMIOS Y MENCIONES
Cada uno de los premiados recibirá diez mil pesos. Además hubo cuatro menciones honoríficas que por orden de mérito correspondieron a las obras de Per Kirkeby (dinamarqués), William Tucker (anglonorteamericano), Nicolás Guagnini (argentino) y Clorindo Testa (argentino). El jurado recomendó especialmente que también se realicen y emplacen estas cuatro obras. Las 24 maquetas finalistas se exhibirán desde el 13 hasta el 30 de diciembre en el hall central de la Legislatura porteña, Perú 160.
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horizontal, que en la
tradición precolombina conmemoraba a los que simultáneamente están ausentes y
presentes. Claudia Fontes (argentina), propone reproducir en acero la figura del
desaparecido más joven -–Pablo Miguens, de 14 años-–, flotando de pie sobre el
río mientras sostiene un megáfono. De más está decir que la obra no es en absoluto
patética, cosa que podría deducirse de esta somera descripción. El Grupo de Arte
Callejero, integrado por jóvenes artistas argentinas de entre 22 y 24 años --Violeta
Bernasconi, Lorena Bossi, Mariana Corral, Carolina y Vanesa Golder--, presentó un
proyecto para instalar falsas señalizaciones de tránsito urbanas -–ostensiblemente
mayores que las reales-– en las que se anuncian conceptos y datos sobre la dictadura;
Rini Hurkmans (holandesa) propone realizar una gran fotografía en la que se ve una suerte
de versión argentina y actualizada de La Piedad, transferida a material transparente de
última tecnología; Dennis Oppenheim (norteamericano) presentó el proyecto que se ve en
la foto; Marie Orensanz (argentina, residente en Francia), parte del concepto de monumento
tradicional para reformularlo conceptualmente (ver foto). Marjetica Potrc (eslovena)
trabaja sobre la idea de las viviendas populares, tapiadas, como elemento simbólico de la
devastación que produjo la dictadura. Finalmente, Nuno Ramos (brasileño), con la
técnica de las construcciones de vidrio de los invernaderos, reproduce el edificio donde
funcionó el centro clandestino de detención El Olimpo e invierte su sentido, haciendo
transparentes los pisos, paredes y techos, mientras opaca las ventanas y puertas.