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Un cambio de clase

La nueva primera dama marca un corte en el estilo shopping del menemismo: cero efectismo, mucho recato, perfil bajísimo. Inés Pertiné es nieta, sobrina y hermana de militares, ejerce un discreto poder familiar y proyecta un estilo conservador.

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Por Sandra Russo

t.gif (862 bytes)  No falla jamás: la diferencia entre la gente con dinero y la de buena cuna es que los primeros se tientan y los segundos se abstienen. La gente con dinero se tienta porque, acaso, un gen que data de la época en que el abuelo tuvo privaciones la empuja a desollarse en shoppings o a etiquetarse con Versace o Donna Karan, a modo de carteles luminosos que anuncien que ha hecho suya, suya, suya toda esa prosperidad que hoy derrocha. La gente de buena cuna se abstiene porque, en cambio, el gen del poder, el de la fortuna, el de la herencia asegurada, el de las influencias, le permite estacionarse, segura de sí misma, en esa meseta imperturbable y prudente que se da en llamar sobriedad. Durante los últimos años la Argentina presenció la agitación a veces desorbitada y otras un poco ida de una primera damita atormentada por la pulseada de sus padres y confundida por un papel que le quedaba grande. Un espectáculo sponsoreado en el que las etiquetas de las grandes marcas se hicieron un festín. Elsa Serrano, con sus obstinadas hombreras y sus insistentes strapless, vestía a Zulemita para las galas y la chica se despachaba luego, más en su salsa, con Moschinos y Vuittons hasta para dejar descansar en la cintura el celular. Una mujer dice mucho del hombre que tiene cerca, y viceversa. Sea éste su esposo o su padre. Con uno se establecen complicidades, con el otro se aprende a establecerlas. La compulsión de Zulemita por esos ir de shopping internacionales la hizo una digna hija de su papi, como ella llama a Menem, y hasta sus éxitos protocolares más sonados –por caso, el príncipe británico Andrés hablándole al oído– tuvieron más que ver con su candor de veinteañera edípica que con jugar un juego que en la Argentina sigue siendo misterioso: ¿para qué sirven las primeras damas?Después de Evita y su esplendor, las mujeres de los presidentes argentinos se llamaron a silencio, con la horrible excepción a la regla que fue Isabel Perón. Las de los militares no cuentan: una primera dama de facto hubiese sido un colmo que ni siquiera este país estrábico habría soportado. Zulema no tuvo tiempo de explayarse en Olivos. Y ahora llega Inés Pertiné Urien, todo un estilo.Volviendo al principio de nota, recuérdese que la gente de buena cuna no se tienta, se abstiene. Se abstiene no sólo de despilfarrar el dinero que no le falta. Se abstiene de hablar demás. Se abstiene de mostrarse en público. Se abstiene de exponerse, de opinar hoy lo que tal vez mañana deje de opinar, de salir en revistas, de dar notas, de coquetear con esa maraña escandalosa de la farándula. Se abstiene de fascinarse y de dar pie a que los demás le construyan una imagen que seguramente quedará chica o pobre comparada con la autoimagen que la gente de buena cuna tiene de sí.En las notas periodísticas en las que se relata la historia familiar de Inés Pertiné Urien de De la Rúa aparece como calcada la expresión “fue criada para...”, “fue educada para...”, después de citar su paso por el colegio La Asunción (el San Martín de Tours y el mismo que Perón clausuró en 1955 después de que las monjas francesas se negaran a renovarles la matrícula a las alumnas hijas de divorciados) y de dar cuenta de que nunca pasó por ninguna universidad, porque sólo unas pocas mujeres de su clase creían en un plus ajeno al matrimonio.El sólido matrimonio presidencial comenzó a gestarse un día de campo de 1966, cuando en la estancia de Magdalena Estrugamou (actual esposa de Juan Llach) Inés conoció a Fernando (ella 24, él 30) y comenzaron un noviazgo prolijo y plácido que culminó tres años después con el sí dado en la iglesia del Pilar, en Barrio Norte, la zona en la que Inés nació y vivió toda su vida. Nieta, sobrina y hermana de militares –su abuelo, el general filonazi Basilio Pertiné, fue ministro de Agustín P. Justo y presidente del Círculo Militar; su tío César “Machuco” Urien fue secretario de Agricultura deFrondizi y embajador en España en el gobierno de Onganía; su hermano, Basilio Pertiné, fue agregado naval en Washington en épocas de Bignone y Alfonsín y fue involucrado por Arturo Scilingo en los vuelos de la muerte-, la nueva primera dama debe su tinte más aristocrático a su rama materna. En la Argentina, se sabe, a falta de nobles linajes, alcanzan cuatro abuelos criollos y un buen pedazo de tierra para parecerse el máximo posible a los habitantes de Hola. Sin embargo, nada más lejos de ese modelo decadente y vendeprimicias que la señora Pertiné. Como otras señoras, no muchas, de la buena sociedad, Pertiné practica en su casa su verdadero reinado y nada la altera más que los escándalos: dos veces tuvo que soportarlos. Cuando se supo que ella y sus amigas habían usufructuado un viaje de shopping a Miami como gentileza de Samuel Liberman, ex dueño de VCC, y cuando apenas nacido el diario Perfil publicó la historia en la que sus hijos varones, Antonio y Fernando, aparecían implicados en tráfico de influencias en la Facultad de Derecho. Pertiné ejerce un poder dulce, el más refinado de los poderes, a través de su armonía conyugal y de la buena relación que alimenta con sus tres hijos, al punto de simpatizar, respaldar y convertir en tropa propia a algunos de los funcionarios refulgentes del inminente delarruato, como los jóvenes Darío Lopérfido o Cecilia Felgueras. Como una prueba de su “progresismo” –o, al menos, de su conservadurismo moderado– se suele decir que Inés siguió siendo amiga de algunos de sus amigos que optaron por divorciarse. Toda una trasgresión –o un síntoma de modernidad tardía- para una discípula de aquellas monjas francesas de La Asunción que echaron a las vástagas de los matrimonios deshechos.En una de las pocas notas concedidas recientemente y con la presión de la campaña electoral, Pertiné confesó su intención de redecorar Olivos, tras lo cual debe haberse mordido la lengua, si es que el giro le cabe a una señora distinguida. Por qué Pertiné quiere redecorar la quinta presidencial es más que obvio: mucho dorado, mucho composé. Sus allegados se ríen irónicos cuando se les pregunta qué le molesta a Inés del sello Menem en materia de decoración de interiores. ¿Hace falta decir que todo? Su marido la llamó a silencio: no es cuestión de ofender a nadie sacando a relucir la propia sobriedad. Y ése es precisamente el terreno en el que la nueva primera dama promete moverse con más soltura y experiencia: palabras privadas y silencios públicos. Ninguna declaración grandilocuente. Cero efectismo. Mucha clase.

 

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