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OPINION
De peritos e inquisidores
Por Gustavo Palmieri *

Las declaraciones del pasado día 28, donde los peritos forenses repitieron las confesiones que extrajeron a los acusados en relación con su participación en la muerte de José Luis Cabezas, son un reflejo de las carencias de nuestro sistema de justicia y seguridad. Una demostración de que la “maldita policía” es más un modo autoritario de control, que un calificativo sólo apto para una institución. Una maldición que, entre otras cosas, se integra con una evaluación de la confesión como la prueba por excelencia y la consecuente necesidad de quebrar a alguien para que confiese; con el respeto a la ley como un elemento de menor importancia; y con el “todo vale” a la hora de castigar.
Ante la dificultad para realizar investigaciones serias, nuestros sistemas necesitan obtener confesiones a “toda costa”. Así, lejos de lo que generalmente se observa en las series de televisión, donde los peritos se dedican a hablar de las características psicológicas y de personalidad de los acusados, en la investigación por el asesinato de Cabezas parece que lo que más les importó fue dedicarse a “avivar la conciencia valorativa” de los imputados, eufemismo para calificar a un activo interrogatorio con respuestas inducidas. Confesiones cuya verdad era evaluada conforme al método teologal de San Agustín, un filósofo que por esas cosas de la vida no escribe desde el año 430 de nuestra era.
Varios se preguntarán si esto es o no legal. Pero al perito oficial esto le parece poco importante pues “hay imperativos morales que superan lo legal”. Como cuando la policía detiene sin ninguna prueba y se queja de que los jueces los dejan libres por detalles legales, o cuando se ejecuta a los sospechosos. Pero las normas constitucionales no son un obstáculo ni un accesorio de lujo. La legalidad no es un camino a seguir sólo cuando conviene y que se puede abandonar por una serie indefinida de imperativos superiores o excusas justificatorias.
¿Qué tipo de condena se obtiene cuando todo vale? ¿Cuál es la función de un juicio como el de Cabezas, sino reforzar la prueba legítima, descartar las irregularidades de una investigación con idas y vueltas y poner luz sobre lo que falta investigar? Los que admiten cualquier prueba, parecen olvidar que la impunidad en Argentina tiene varias caras, una es la resistencia a investigar la verdad, pero otras son las pruebas plagadas de nulidades. La impunidad no se quiebra a golpe de condenas sino con sentencias inobjetables. Porque la legalidad es el valor que defendemos no es instrumento que a veces usamos.
Por suerte no necesitamos valorar las indiscreciones de peritos inquisidores, ni las verdades reveladas por la energía de agujas de tejer. Por suerte, para obtener una condena justa no estamos obligados a hacerles el juego.

* Director del Programa Violencia Institucional y Seguridad Ciudadana del CELS.

 

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