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Pablo Kreimer es sociólogo, y doctor en Ciencia, Tecnología y Sociedad del centro STS de París. En los últimos años ha realizado un estudio comparado de laboratorios en Inglaterra, Francia y la Argentina y actualmente investiga sobre la construcción de una teoría que dé cuenta de las prácticas científicas en contextos periféricos. Publicó numerosos artículos sobre sociología y política de la ciencia. Antes de fin de año se publicará su libro De probetas, computadoras y ratones: la construcción de una mirada sociológica sobre la ciencia, y el próximo año se publicará Ratas que hablan: lo universal y el contexto en la investigación científica. Es investigador del CONICET y se desempeña en el Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, de la Universidad Nacional de Quilmes.

Ciencia y racionalidad

-¿Para qué sirve la sociología de la ciencia?
-Para varias cosas. Para poder conocer lo que ocurre en un espacio -el científico- que en nuestra sociedad se constituyó como un reducto de una gran racionalidad y prestigio social y cuya lógica de funcionamiento nos es relativamente desconocida. Para explorar un espacio más de interacción social, de producción material y simbólica, lo que llamamos el “medio interno” de la ciencia. Como dice Bruno Latour, un sociólogo y antropólogo francés pionero en estas lides, los sociólogos y antropólogos se pasaron la vida con los grupos, pertenecientes a otras culturas, cuya mentalidad era “precientífica” y muy alejada de la nuestra, pero ninguno estudió esos lugares de producción tan cercanos a nosotros como si fuera, efectivamente una tribu. En los laboratorios pasan más cosas de las que los científicos y la gente en general creen.

-¿Por ejemplo, qué cosas?
-Me gustaría poder mostrar que ese espacio supuestamente racional, límpido y aislado del resto de la sociedad es también un lugar de trabajo como otros, un lugar de trabajo que puede ser pensado como una “fábrica de conocimientos”. Y como toda fábrica, tiene reglas de producción que son propias, tiene jerarquías, tiene una organización del trabajo, tiene tecnología. A fin de cuentas, la ciencia es una actividad bastante prosaica, alejada del mito del investigador solitario y genial. Del mismo modo que Giro Sintornillos, el inventor caricaturizado por Walt Disney, está muy alejado de la organización actual de la producción y del proceso que conduce a la innovación tecnológica.

-Dicho así, no parece una gran novedad.
-No lo crea: la sociedad todavía tiene una visión idealizada de la ciencia y mostrar su carácter prosaico puede contribuir a que la gente piense para qué le sirve a una sociedad hacer ciencia. Nadie se cuestiona para qué sirve fabricar autos.

-O escribir novelas.
-Bueno, finalmente, la literatura, como la ciencia, forma parte de la cultura de una sociedad. Alguien se preguntaría de todos modos, legítimamente, para qué sirve publicar novelas si nadie las lee. Aunque en este caso, existe el placer personal del escritor y su deseo o necesidad de expresarse.

-Bueno, pero usted utilizó el término “prosaica”. ¿Qué quiere decir que la ciencia es prosaica?
-Por un lado, la ciencia tiene un aspecto en que es igual a cualquier otro espacio de producción e interacción social, como una fábrica de tornillos. Pero por otro lado, el producto de la ciencia, el conocimiento, es un producto muy particular, aunque en los últimos años algunos autores de la corriente constructivista (como Collins, Barnes o Latour) hayan planteado que el conocimiento se negocia de un modo similar al modo en que se negocian los tornillos.

-¿Usted quiere decir que un científico es como un comerciante, o un industrial?
-No. Es un productor de conocimiento y el conocimiento tiene muchas aplicaciones: puede servir para escribir un artículo y darle prestigio a su autor. Normalmente esto es indispensable para que los investigadores .incluyéndome- subsistan.

-¿Usted quiere decir que lo que mueve a un investigador no es la búsqueda de la verdad, sino que tiene motivaciones más...?
-...prosaicas, justamente. Desde la perspectiva del investigador, su primera función es garantizar su continuidad como tal, su propia reproducción. Es verdad que el contenido del conocimiento que produce tiene otras funciones: hacernos comprender mejor el mundo natural y social y dotarnos de elementos para operar sobre ellos, pero para esta operación se necesitan otros actores sociales: instituciones, políticas, empresas, usuarios, medios de comunicación. El científico desempeña un papel dentro de una red que lo incluye. La sociología de la ciencia ayuda a comprender las relaciones del conjunto de las prácticas científicas en el seno de una sociedad con otros actores sociales. Y las estrategias que los científicos ponen en juego.

-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, en un laboratorio francés, el Instituto Pasteur de París, estaban trabajando en el secuenciamiento de pequeños genomas. Los organismos que se secuenciaban no eran elegidos sólo en función de su interés teórico o conceptual sino también en relación con el interés que podía tener determinado laboratorio farmacéutico, los costos, la posibilidad de obtener recursos de organismos de financiamiento internacionales, las fortalezas que tenía ese grupo, que tienen que ver con su propia historia y tradición y con elegir, dentro de las estrategias posibles, aquella que fuera menos “riesgosa”, entendiendo por riesgo el juego entre la certidumbre de obtener resultados y plazos en que se los pueden obtener.

-Mejor aclarar qué significa riesgo.
-Me refiero a riesgo en términos de la carrera. Los científicos son más propensos a tomar riesgos de acuerdo con el lugar que ocupan en la estructura social. Los más prestigiosos (que tienen “margen” para apostar) y los más jóvenes (que no tienen nada que perder). El riesgo mayor es el de trabajar mucho tiempo y emplear muchos recursos sin obtener resultados, y, sobre todo, sin hacer publicaciones que sean juzgadas como importantes.

-El apuro por publicar, dice usted.
-Sí, porque los científicos suelen ser evaluados periódicamente en función de la cantidad de artículos publicados en revistas de circulación internacional. Esto es paradójico porque supone que un artículo efectivamente representa el resultado de un proceso de investigación. Sin embargo, los sociólogos de la ciencia -entre los que me incluyo- mostraron hace bastante tiempo que los “papers” forman parte de una retórica de argumentación, es decir, de querer convencer a los otros.

-¿De qué?
-De que sus argumentos son más “verdaderos” que los de los demás y que tienen mayor capacidad para imponerse. Esto es muy diferente de pensar al “paper” como la “representación” de la investigación real.

-¿Los científicos no saben esto?
-De alguna forma, sí. Por supuesto que los científicos eligen las estrategias que mejor se puedan adecuar a sus intereses y también a su propia supervivencia como investigadores. Pero hay elementos explícitos e implícitos en una estrategia, y a veces contradicciones entre lo que se declara -o incluso entre lo que el propio científico cree- y lo que se practica.

-Déme un ejemplo.
-Un buen ejemplo son las normas que propuso en los años 40 el sociólogo de la ciencia Robert Merton, quien sostenía que hay cuatro normas que guían la vida cotidiana de la comunidad científica: comunalismo, universalismo, desinterés y escepticismo organizado.

-¿Y no es así?
-Casi nunca. Por ejemplo, respecto de las normas del escepticismo organizado, que prescribe que los investigadores deben someter a comprobación los resultados. Esto no ocurre así, sino que los resultados presentados por científicos con mayor prestigio gozan de una confianza tal que se suelen dar por ciertos, aun cuando resultados obtenidos por científicos de menor jerarquía los contradigan. En el laboratorio inglés del Birkbeck College de Londres, donde estuve investigando un año, un estudiante de doctorado estaba intentando una recombinación genética de una bacteria particular. Las bacterias eran proporcionadas por una investigadora muy importante que trabajaba en un laboratorio de California. Después de seis meses sin obtener ningún resultado y ante los serios cuestionamientos del director del laboratorio se decidieron a comprobar previamente el material con el que trabajaban y allí descubrieron que era una cepa distinta de bacteria de las que le habían dicho que le habían enviado, de modo que durante todo ese tiempo no había hecho más que clonar agua, según sus propias palabras. Pero ni el director ni el estudiante ni los otros investigadores del proyecto pusieron en duda durante seis meses la confiabilidad del laboratorio californiano. Esto, que puede parecer común a los que están familiarizados con el medio de la ciencia, no lo es para quienes creen en la racionalidad in extremis de los espacios científicos.

-Eso en Francia, ¿y en la Argentina?
-En América latina los estudios sociales de la ciencia están todavía en sus comienzos, mientras que en Europa y EE.UU. hace más de veinte años que los sociólogos se la pasan fisgoneando dentro de los laboratorios.

Ciencia y desarrollo

-Otro mito es que la ciencia va a traer mayor bienestar en forma inmediata.

-¿La ciencia no implica desarrollo?
-No necesariamente.

-¿Por qué no?
-Por lo menos por dos razones. La primera es que no basta tener “buenas investigaciones”, sino mecanismos por los cuales la sociedad se apropia del conocimiento que produce. Apropiarse significa poder utilizar el conocimiento científico para la resolución directa o indirecta de algún tipo de problema de la sociedad, por ejemplo una vacuna, una nueva forma de potabilizar agua, un nuevo material para confeccionar ropa, medios de comunicación más rápidos y que no contaminen, y así. Naturalmente, es deseable comprender mejor los procesos físicos, naturales y sociales, pero para poder operar sobre ellos hace falta que se den otras condiciones, porque si no, sólo tenemos al conocimiento como un valor cultural. Hay muchos países que tienen un desarrollo científico considerable, como la India, Brasil o Sudáfrica y en cierta medida la Argentina, y que sin embargo, tienen enormes problemas sociales típicos del subdesarrollo.

-Pero ¿qué pasa con la investigación básica? En principio, es poco apropiable, porque nadie puede pensar que el estudio de las bajas temperaturas, por poner un ejemplo, va a traer mayor bienestar.
-Efectivamente, no va a traer más bienestar.

-Especialmente si las temperaturas son muy bajas.
-O en todo caso, no sabemos si va a traer mayor bienestar o no: yo no acepto la distinción tajante entre investigación básica y aplicada, porque hoy por hoy las fronteras son difusas y lo que parece investigación básica puede tener aplicaciones inmediatas y lo que aparece como investigación aplicada puede implicar innovaciones conceptuales.

-Sí, uno puede pensar que en cierto momento, las investigaciones en electricidad eran “básicas”. O el descubrimiento de los rayos X fue un resultado “básico”.
-Y tantos otros. Las condiciones para asociar positivamente desarrollo científico y bienestar o necesidades sociales tienen que ver, por un lado, con la toma de conciencia por parte de los científicos de que entre los diversos temas de investigación que tienen relevancia conceptual hay algunos que son potencialmente más “apropiables” por la sociedad en la cual están insertos y que ellos no necesariamente los alejarían de las tendencias marcadas por la comunidad científica internacional. Si un investigador está trabajando sobre la regulación de la expresión genética en determinados organismos, tema que parece a priori suficientemente básico, podría intentar dirigir su investigación hacia organismos o problemas relacionados con empresas industriales o con posibilidades de tratamiento clínico o con detección de enfermedades particulares en todos los casos en que existan grupos, empresas, hospitales, dedicados a estos temas en el país.

-¿Pero los científicos no lo saben y no lo están haciendo?
-Algunos sí. En general, una parte importante de estas investigaciones no suele obtener tanto reconocimiento en materia de papers y tampoco suelen ser reconocidas suficientemente por los organismos de evaluación. Esto está cambiando lentamente, pero todavía predomina un modelo según el cual nadie externo a la comunidad científica misma parecería tener derecho a opinar y mucho menos a decidir acerca de la dirección de las investigaciones.

Decisiones

-Pero justamente, los que deciden la asignación de presupuesto, etc., hoy por hoy no son los científicos y lo que los científicos reclaman es una mayor participación.
-Los que deciden en términos generales cuánta plata se le destina a la ciencia son los políticos y los funcionarios. En ese nivel los científicos no son escuchados y es imprescindible que lo sean. Pero hay otro nivel que es cuando se trata de distribuir esos recursos que adjudicaron los funcionarios a líneas particulares de investigación. En ese nivel los científicos no pueden ser los únicos que decidan.

-¿Y quién debe decidir?
-Es necesario, creo, generar redes que permitan acercar a la ciencia -despojada de sus mitos- a la sociedad y en este sentido los medios de comunicación deberían desempeñar un papel mucho más importante que el que cumplen hoy.

Riesgos

-Bueno, ¿y qué más?
-El impacto de la ciencia sobre la sociedad.

-Adelante.
-Muy claramente después de la Segunda Guerra Mundial se tomó conciencia de que no sólo la investigación científica puede generar efectos no deseados por la sociedad, sino que además puede no tener los medios para remediar esos efectos no deseados.

-Hablamos de armas nucleares, contaminación, seguramente.
-Esas son las más evidentes y son aquellas cuyas consecuencias sufrimos hoy. Se discute mucho acerca de los riesgos de la manipulación genética, pero los sociólogos dentro de un laboratorio también podrían detectar cuáles son las corrientes principales de la investigación que podrían tener efectos en el futuro y contribuir a la toma de conciencia en primer lugar de los propios científicos y en segundo lugar de quienes están encargados de la toma de decisión.

-Sin contar con que uno de los efectos indeseados podría ser la proliferación de sociólogos.
-En los años 70 se hacía una broma entre los sociólogos que trabajaban en los sectores populares y se decía que la familia básica de los sectores populares estaba conformada por un padre, una madre, seis o siete hijos y un sociólogo. No creo que lleguemos a tanto, no.

-Pero sólo con medio sociólogo por laboratorio, los científicos pueden sentirse molestos.
-Los científicos tienen resistencias lógicas. Y muchas veces me preguntaron si yo pensaba observarlos a ellos y experimentar con ellos como ellos observan y experimentan con las ratas y yo les contestaba que las ratas no hablan y que por eso era más fácil hacerlo con ellos. Le cuento que estoy preparando un libro que se llama, precisamente, Ratas que hablan.

-El título es bueno, pero no va a hacer felices a los científicos, me parece.
-No lo crea. Los científicos suelen tener mucho sentido del humor. Y hablando más seriamente, no deja de ser un problema el hecho de que uno mismo sea un investigador que investiga a investigadores y por eso son importantes los cuidados que se deben tomar para no interferir con el trabajo de quienes, en última instancia, son nuestros colegas.