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Por E. M.

Cyprien Gay, un físico del Centro Nacional de Investigaciones de Francia, parece haberse hartado de pisar pegajosos chicles imposibles de sacar. Como resultado de su saturación abrió una inesperada rama de la física que se podría llamar chiclología y la inició con una investigación que explica por qué los chicles son tanto más pegajosos que lo que indicaría la teoría más aceptada hasta el momento.

Burbujas pegajosas

La mayoría de los adhesivos, como por ejemplo las resinas, producen enlaces químicos con las superficies sobre las que se esparcen. Esto explica el funcionamiento de los pegamentos regulares, pero no la persistente adherencia de los chicles masticados que, por suerte, no se unen químicamente a los dientes. La goma de mascar debe sus pegajosas propiedades a razones estrictamente físicas. La principal teoría que explicaba este fenómeno hasta el momento era la Van der Waals, que dice básicamente que existe una pequeña atracción eléctrica aun entre moléculas no cargadas. Sin embargo, esta teoría no alcanza para explicar el afecto que tiene el chicle por las distintas superficies: la fuerza Van der Waals justifica sólo una pequeña porción de su adherencia.

Así es cómo Cyprien Gay junto a Luwik Leiber de la Elf Atochem, una compañía química francesa, decidieron dejar de lado los grandes misterios de la naturaleza para poner a sus equipos a masticar chicle. Después de grandes cantidades de saliva invertida los doctores Gay y Leiber descubrieron que las culpables de tanta adherencia son las burbujas microscópicas que se forman en la goma de mascar. Al tirar del material las bolitas de aire atrapadas en el chicle producen miles de pequeños efectos de vacío que impiden arrancarlo de la superficie de apoyo. Cuando la fuerza continúa en aumento lo que sucede es que las burbujas comienzan a fundirse en una sola, disminuye la superficie en contacto con el material y el chicle se despega con un “plop” de placer.

El futuro de la chiclología

Las investigaciones de los doctores Gay y Leibler abren varios caminos: permiten explicar la resistencia de algunas cintas adhesivas basadas en el mismo principio, favorecen el desarrollo de pegamentos no químicos (que sería ideal para usos médicos y para la salud en general) y, por otro lado, han usado el nuevo modelo para diseñar adhesivos sensibles a la temperatura.

Más allá de lo interesante del nuevo modelo, los investigadores sorprendentemente han pasado por alto hasta el momento, uno de los puntos más problemáticos de la flamante chiclología: por qué el chicle se pega tanto al pelo y, sobre todo, cómo hacer para sacarlo sin cortar todo el mechón. La respuesta, en caso de existir, sería otro gran éxito de la física capaz de acercar la ciencia a las multitudes, incluso, hasta adherirla a ellas.