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Vale decir


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El fenómeno Shakira
 

Empezó a los catorce años, ganando tres veces consecutivas un certamen nacional en Colombia. A los dieciséis conoció a un empresario de la Sony y firmó un contrato. Hoy, después de ocho años de empedernida preparación, y gracias a la exitosa imagen de adolescente atormentada que impuso Alanis Morissette en el mundo, Shakira logró consagrarse como la heroína pop de las chicas latinoamericanas.

Por Daniel Link

Shakira Isabel Mebarak Ripoll, hija menor de William Mebarak y Nidia Ripoll, nació en la ciudad de Barranquilla (Colombia) un 2 de febrero del año 1977, bajo el signo de Acuario. A los cinco años demostró, a través de los cantos y danzas de sus ancestros árabes, su excepcional disposición artística. A los diez años de edad escribe sus primeras canciones. En 1988, participa en el certamen nacional “Buscando la artista infantil”, cuyo galardón retuvo por tres años consecutivos. Al cumplir sus 14 años -.”después de haber demostrado sus grandes dotes como cantante en cuanto certamen escolar o de beneficencia se presentara”-, conoce (no se sabe dónde) a un ejecutivo de Sony Music gracias al cual “es posteriormente invitada a las oficinas centrales de la compañía”, donde realiza una audición y se acuerda inmediatamente su contrato con la multinacional.

En 1991 producirá, con la dirección artística de Miguel E. Cubillos y Pablo Tedeschi, Magia, su primer álbum que, si bien no alcanza a figurar en los charts de su país, despierta el interés nacional por la niña, y su futura proyección como artista colombiana. De inmediato, comienza a ser invitada a cuanto “show central en hoteles y grandes centros nocturnos” hubiera. En 1992 es postulada para representar a Colombia en el Festival OTI de la Canción, pero a los 16 años no alcanza aún la edad reglamentaria (con seguridad, fijada en concordancia con las leyes de protección de la infancia) y participa en el Festival de la Independencia Cubana en Miami. Al año siguiente representa a Colombia en el Festival de Viña Del Mar .donde obtiene la Antorcha de Plata- y produce, bajo la dirección del argentino Eduardo Paz, Peligro, su segunda placa, que la confirma como la revelación artística colombiana en el género “balada pop”. Pies descalzos (1995), por fin, es un suceso de ventas que se convierte en disco de platino a los dos meses de su lanzamiento. Durante casi veinte semanas, dos de sus temas ocupan las dos primeras posiciones de los top 100 colombianos, al mismo tiempo que comienza a difundirse su disco en las radios de América Latina y de los Estados Unidos.

Su último disco, ¿Dónde están los ladrones? (1998) fue producido por Emilio Estefan -el marido de Gloria, que producirá también a Soledad, responsable del formato “latinoamericano internacional” al que tienden los discos últimamente- y lleva vendidos en Argentina más de sesenta mil copias, mientras Pies descalzos ya ha superado los cuatro millones y medio de copias en todo el mundo. La página oficial de Shakira en Internet (www.shakira.com), de donde se han tomado todos estos “datos”, no recibe información desde el 6 de abril de 1997. El domingo 31 de enero, Shakira -tapa de la revista Time a propósito del auge de “chicas rockeras” en el universo pop- se presentará en vivo en el Parque de la Costa, durante el show “La movida de Mateyko”.

Los cuarenta principales La cultura pop, como una marea, coincide con la cultura juvenil. Fue el descubrimiento de este mercado juvenil a mediados de los años cincuenta lo que revolucionó el negocio de la música pop y, en Europa, el sector de la industria de la moda dedicada al consumo de masas. El “boom británico de los adolescentes”, que comenzó por aquel entonces, se basaba en las concentraciones urbanas de muchachas relativamente bien pagadas en las cada vez más numerosas tiendas y oficinas, que a menudo tenían más dinero para gastos que los chicos. El boom de los sesenta mostró su fuerza primero en el mercado de artículos propios de muchachas adolescentes, como blusas, faldas, cosméticos y discos, por no hablar de los conciertos de música pop, cuyo público más visible, y audible, eran ellas. El poder del dinero de los jóvenes puede medirse por las ventas de discos -en los Estados Unidos subieron de 277 millones en 1955, cuando hizo su aparición el rock, a 2000 millones en 1973 (tal como señala EricHobsbawm en The Jazz Scene y en Historia del siglo XX). En los Estados Unidos, cada miembro del grupo de edad comprendido entre los cinco y los diecinueve años gastó por lo menos cinco veces más en discos en 1970 que en 1955.

Fiesta de quince ¿Qué explica el éxito de Shakira? En principio hay que notar que no es un éxito imprevisto -ocho años de relación contractual con la Sony Music no admiten azar alguno. Y también hay que decir que la historia (la historia de la imaginación pop) está de su parte: las quinceañeras latinoamericanas -llamemos así al consumidor “típico” de la industria discográfica, independientemente de su edad y sexo- necesitaban de su heroína, hecha a imagen y semejanza de las heroínas del pop norteamericano pero con el punto de vista de una latinoamericana. Shakira, hasta en la imagen de su último disco, coincide con Alanis Morissette. Y no es que Shakira copie o adapte a Alanis Morissette (sus composiciones y su estilo de cantar recuerdan de a ratos tanto a Alanis como a Sinead O’Connor, por ejemplo) porque, después de todo, Shakira existe desde mucho antes. Es más bien que la colombiana necesitaba de la existencia de Alanis para poder desarrollar una potencia similar entre las quinceañeras. Pies descalzos, el álbum que la llevó a la gloria, era un canto de esperanza, pero sobre todo de dolor, gritado por un corazón adolescente. El primer corte -ese que nadie puede no haber oído porque atravesó las discotecas, los bares, los casamientos, los picnics y las fiestas de quince, de entrada, decía: “Estoy aquí/ queriéndote/ ahogándome entre fotos y cuadernos/ entre cosas y recuerdos que no puedo comprender”. Fotos, cuadernos, incomprensión: ¿no se encierra en esas tres palabras la imagen más pueril y cándida del amor: corazones atravesados por flechas, el nombre amado escrito una y otra vez, con pasión maníaca, en cuadernos rayados? ¿Qué es la experiencia amorosa para una quinceañera? Puro aprendizaje. La mejor balada de Pies descalzos, “Para amarte”, lo confesaba con ingenuidad arrolladora: “Para amarte necesito una razón y es difícil creer que no exista nada más que este amor.../ Desarrollaste mi sentido del olfato/ y aprendí por ti a querer los gatos”.

Dientes sanos Casi todos los temas de Shakira se preocupan por la higiene y la salubridad. El estribillo de la bella balada “Moscas en la casa” de ¿Dónde están los ladrones? insiste en la advertencia: “Mis días sin ti son.../ tan faltos de aire/ tan llenos de nada/ chatarra inservible/ basura en el suelo/ moscas en la casa”. La pena de amor conduce a la castración, y la castración al desorden. Más allá, sólo el dengue. Y el amor no correspondido, igual: “Ojerosa, flaca, fea, desgreñada,/ torpe, tonta, lenta, necia, desquiciada,/ completamente descontrolada”. Así se encuentra la quinceañera que ama más de lo que es amada en “Ciega sordomuda”, el primer corte de ¿Dónde están los ladrones? La abandonada de “Si te vas” le advierte al que se fue con otra que no vuelva aun cuando la otra “no tiene más que un par de dedos de frente/ y descubres que no se lava bien los dientes/.../ cuando las arrugas le corten la piel/ y la celulitis invada sus piernas”. Las pasiones abstractas no tienen lugar en las canciones de Shakira, donde se trata siempre del amor descompuesto en sus unidades concretas: los dientes limpios, la casa ordenada, el cuerpo sin celulitis. Una pasión, sí, pero una pasión luminosa, profiláctica, pedagógica.

 
 
 
 

El culebrón de Natalia Oreiro

Casa de muñeca

 

En una temporada de estrenos ambiciosos y tibios resultados, sólo “Muñeca brava”, la telenovela que consagra a Natalia Oreiro, se presenta como un éxito rotundo. Mientras el género vuelve a demostrar su naturaleza indestructible los guiones de Enrique Torres perfeccionan, con grandes aciertos y algunos reparos, el personaje que el autor viene buscando desde hace tiempo: una heroína sin mohínes, que es sexy y se defiende a los golpes.


 

Por Cecilia Absatz

Cuando muchos creían que la telenovela estaba terminada, llegó “Muñeca brava” y rompió las planillas de los ratings. En un universo donde los productores salen a celebrar cuando tocan los diez puntos, esta novela arrancó en diciembre a la una del mediodía con veintiún puntos de rating y por momentos toca los veintiséis. Es, muchas veces, el programa más visto del día, a toda hora y en cualquier canal.

El libro de “Muñeca brava” pertenece a Enrique Torres, el histórico autor de las novelas de Andrea del Boca y es impecable la producción de Raúl Lecouna, pero no hay dudas de que la clave de este éxito se debe en gran medida a Natalia Oreiro, una nueva estrella que merece toda la atención. Natalia Oreiro, como se ha visto con frecuencia en tapas de revistas y otros medios, es una muchacha con cara de muñeca y figura espléndida, que gana al menos un millón y medio de dólares anuales y apenas tiene veinte años. Pero no es solamente el conjunto juventud y belleza lo que hace especial a Oreiro en “Muñeca brava”: con este personaje ella propone interesantes novedades para formular a la heroína de fin de siglo. Porque aunque parezca una pavada, una telenovela no es otra cosa que un cuento moral.

La historia, desde luego, es igual a la de todas las novelas, eso no tiene importancia. Milagros es huérfana y creció en un convento, donde notablemente le ahorraron los percales y los rezos y le permitieron desarrollar la personalidad de un chico de la calle, Cholito, que juega al fútbol y vende gaseosas con la visera del gorrito echada hacia atrás. A la noche, con su amigota del convento, se ponen unas ropas diferentes y se van a la bailanta. Aquí se presenta la primera gran idea de la novela que, fiel a su género, recoge rápidamente las novedades de la cultura popular. Lo que en “Rosa de lejos” (década del 80) era un paseo por Plaza Italia, el lugar donde un chico rico podía conocer a una sirvienta para divertirse un rato, en “Muñeca brava” ese lugar es la bailanta, y la novela proporcionó una escena brillante cuando en el primer capítulo Milagros y su amiga se presentan en un local donde está cantando nada menos que Riki Maravilla. La ropa que se pone Milagros para ir a la bailanta merece un párrafo propio. Es una faldita apretada de vinilo roja, de altísimo impacto, con una remerita negra muy escotada. La chica es preciosa y lleva esa ropa con una convicción que pocas actrices argentinas se permitirían sin algún gesto de distanciamiento, un toque de estridencia que dijera “No me vayan a confundir con el personaje, yo no usaría una cosa así”. Natalia Oreiro se pone esa tremenda pollerita colorada y sale a divertirse sin tribulación alguna.

El malo de esta película es Arturo Maly (excelente como de costumbre) en el papel de Federico Di Marco, nuestro viejo conocido, el empresario inescrupuloso que está a punto de iniciar una carrera política. Es el hombre que embarazó y luego abandonó a la madre de Milagros. Facundo Arana es el joven galán, Ivo, hijo de Federico, el joven rico, alto, rubio y de ojos celestes, que conoce a Milagros con su pollerita colorada en la bailanta y desde entonces no tiene paz. La historia se abre en una cantidad de relatos paralelos y entrecruzados, naturalmente, que contiene el vademécum habitual de personajes y circunstancias, con un elenco interesante (Fernanda Mistral, Lidia Lamaison, Victoria Onetto, Mariana Arias con unos anteojos difíciles de explicar, Norberto Díaz y otros).

Una de las claves del éxito de “Muñeca brava”, tal vez, sea la pintura de una heroína actual, peleadora y mal hablada. Torres viene formulando este personaje en las últimas novelas de Andrea del Boca, como “Perla negra”, por ejemplo, donde la chica dirigía a su galán, Gabriel Corrado, amenazas que involucraban su fertilidad masculina futura. Pero en “Muñeca brava” la hostilidad no se presenta así, como un rasgo temperamental o un gesto de resentimiento; en este caso es pura supervivencia. En uno de los primeros capítulos hubo una gran escena, de inesperado erotismo. Ivo, el muchacho cajetilla que está irritado y quiere poner a la chica en su lugar, toma a “Cholito” de la cintura en plena calle y le da un beso en la boca, profundo y violento. “Quería ver si eras una mujer”, le dice al soltarla. Ella vacila una fracción de segundo, le toma la cabeza con las dos manos y se acerca mucho a la cara de él: parece que le va a responder con un beso más importante todavía. Dios, piensa uno. Pero en cambio le pega un terrible rodillazo en la entrepierna que lo deja boqueando en una esquina. “Quería ver si eras un hombre”, dice ella con el mismo tono, y se va sin mirar para atrás.

En esa escena temprana se perfila el equilibrio perfecto que Milagros ha encontrado entre la sensualidad y la violencia. Y en ese equilibrio se señala una característica peculiar del esquivo erotismo del fin de siglo. Alejado de las buenas intenciones de confraternidad que gobernaron la revolución sexual en la década del sesenta, hoy el deseo necesita una pizca de violencia. Esto se vio en Terminator II: por algún motivo, la escena en la que Schwarzenegger recarga su arma con un giro lento y sonoro, sin dejar de conducir su moto a toda velocidad con la otra mano, es una de las escenas más eróticas del cine actual.

Un momento mucho más reciente de la novela muestra a Ivo y Milagros en el pasillo de la casa de los Di Marco donde ella, naturalmente, fue a trabajar como mucama. El le dijo una grosería: si se había “descargado” (hizo un gesto) en una salida con otro hombre. Y ella, después de vacilar una fracción de segundo, otra vez, le pegó una limpia trompada en la cara y se alejó sin comentarios. Esta capacidad de defenderse a trompadas de una insolencia es un rasgo de carácter muy, muy envidiable. Cualquier chica de fin de siglo desearía estar en condiciones de hacer lo mismo.

“Muñeca brava” es un éxito claro y merecido. Es cierto que también tiene el clásico “tonito” de Enrique Torres en sus diálogos y especialmente en sus personajes cómicos, que él considera indispensables. Con evidentes reparos para sumergirse en el verdadero melodrama, el autor suele interrumpir escenas dramáticas con réplicas de humor y otras caricaturas. Muy por debajo de la línea de flotación, entonces, la novela decae en una parodia. Con todo, “Muñeca brava” es una gran noticia para la industria y una alegría para el pueblo después de la trágica desaparición de HBO de las pantallas argentinas.