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OPINION
Una naciónde suicidas
Por Alfredo Grieco y Bavio

La era Kohl llegó a su fin. Como no podía ser de otro modo, terminó con estruendo y sollozos. Ayer se sumó a la escena el suicidio de Wolfgang Hüllen, responsable de la oficina financiera de la Democracia Cristiana. La resolución del clímax de una crisis por el no tan espontáneo suicidio recuerda la década de 1970 y la represión a Baader Meinhoff. La crisis de la Democracia Cristiana viene después de un fracaso electoral que puso fin a 16 años en el poder de Helmut Kohl, durante los que lideró lo que tal vez haya sido el único verdadero acontecimiento en la historia de la eficiente y aburrida República Federal de Alemania, la Reunificación con su contraparte ex comunista después de la caída del Muro. Conviene recordar, sin embargo, que también llegó después de una crisis de poder y estilo en el interior del partido que sí había ganado las elecciones, el socialdemócrata. El actual canciller Gerhard Schröder se había deshecho de su superministro Oskar Lafontaine, el �hombre más peligroso de Europa�, como lo habían llamado en The Economist y en publicaciones de la centro derecha. Con ello, Schröder pudo empezar con sus impuestazos, sus reformas laborales, y demás desmantelamientos del viejo Estado de bienestar que reciben el nombre genérico de Tercera Vía. Precisamente, Helmut Kohl había sido el paladín de un estado providencial basado en la eligibilidad universal de los ciudadanos para acceder a sus servicios. Su partido, hoy amenazado por la división, se atribuyó el llamado �milagro alemán�. Tradicionalmente había mirado hacia Occidente y hubo que esperar al triunfo socialdemócrata de Willy Brandt y a su Ostpolitik para atreverse a espiar por encima de la Cortina de Hierro. Era, en suma, un clásico partido monopólico, de los que florecieron en la Guerra Fría a la vez como baluarte anticomunista y reunión de sectores diversos en una conducción única y de masas, semicorporativa y atenta a las políticas sociales. Es el caso del Partido del Congreso en la India (vencido por los nacionalistas fundamentalistas), del Partido Liberal Demócrata en Japón (que hoy procura remontar la peor crisis de su vida), de la Democracia Cristiana en Italia (desde hace más de dos años derrotada por la coalición de centro izquierda), del PRI en México (que este año ha debido por primera prescindir del �dedazo� para designar a su candidato presidencial). Este es el momento más difícil para conjeturar la transformación de la Democracia Cristiana, una vez que haya depurado (o no) su cúpula. No es tan arriesgado decir, sin embargo, que algún día representará el �con Adenauer vivíamos mejor�, agotada la meritocracia de Schröder. 

 

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