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Por Cecilia Bembibre
A pocas
horas de asumir como director de la Biblioteca Nacional, Francisco Delich
imagina algo bastante parecido al paraíso: teleconferencias con Bernard
Pivot y Héctor Bianciotti, escolares recorriendo los pasillos, apoyo de
empresas privadas, acuerdos con bibliotecas internacionales... Estas son sólo
algunas de las ideas que, según desgranó en un extenso diálogo con Página/12,
piensa concretar durante su nueva tarea al frente del organismo autárquico,
secundado por Josefina Delgado. Los dos asumirán esta tarde a las 16, en
el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca.
Ex rector de las universidades de Córdoba y Buenos Aires, Delich
reconoce, sin embargo, cuestiones más urgentes, y confía en que su
experiencia como gestor cultural le será útil a la hora de optimizar el
funcionamiento de la Biblioteca, donde intentará remontar el déficit de
seis millones de pesos acumulado durante los últimos años. "Siempre
que hay un buen proyecto, la plata aparece", dice. La frase es
--asegura-- una de sus grandes convicciones. En diálogo con este diario,
el flamante director expuso los pilares de su programa al frente de la
entidad. --¿Qué balance puede
hacer del estado de la entidad que comienza a dirigir hoy?
--Tenemos los primeros datos. Hay un déficit cuyo punto de partida
es de 3 millones de pesos, pero se calcula que en realidad asciende a 6
millones, aunque aún no tenemos los números finales. Esta deuda
comprende servicios, eventuales atrasos en los aportes previsionales, el
pago de servicios a terceros... Hace una semana yo pensaba que era una
deuda de tres millones, no me imaginaba que tenía esta magnitud. Le
pregunté al director saliente, el doctor Oscar Sbarra Mitre, y me dijo
que la administración era más bien manejada por el subdirector, y que
cuando él asumió ya había como dos millones de déficit. El mismo nos
sugirió que hiciéramos una auditoría. La situación es problemática,
hay que revisar el sistema de gestión. Quiero implementar un sistema on
line para poder seguir el estado de las cuentas desde mi oficina. --¿Cómo abordará esa
situación, teniendo en cuenta que el Presupuesto para este año es menor
de 10 millones de pesos?
--Voy a hablar con el secretario de Cultura para pedir colaboración.
Me preocupa menos la plata que un buen proyecto y el acompañamiento de la
gente. Lo importante es tomar las decisiones políticas correctas. La
plata nunca fue un obstáculo en mi gestión universitaria, y ahora
tampoco lo siento así. --¿Cómo se van a
manejar los aportes de empresas?
--La idea es mantener la cooperación de empresas privadas a través
de acuerdos y concesiones. Las prioridades son otras: todo esto no tiene
mucho sentido si no logramos incentivar la lectura. Lo que está claro es
que necesitamos más lectores. Con eso en mente necesitamos elaborar un
programa de incentivos, dividido en grupos etarios, para que la lectura se
convierta en una especie de plafón de la cultura nacional. --¿Considera que la
lectura tiene que ser fomentada a nivel masivo?
--Por supuesto, y no es ninguna utopía: fue la intención de los
franceses cuando fundaron la escuela pública. A fines del siglo pasado,
nadie podía concebir un partido político que no se fundara con un
diario. Las ideas se transmiten con la lectura, porque vivimos en
sociedades donde lo simbólico cobra cada vez más importancia. No digo
que la biblioteca pueda ser artífice de todo esto, pero sí actuar con un
lugar clave en un proceso de sensibilización. No es sólo el objeto
"libro". Se trata de un clima, una atmósfera... llevar un chico
a la biblioteca es insertarlo en un mundo nuevo, como llevarlo al ballet. --Hay posturas que
apuntan a hacer de la Biblioteca Nacional un recinto que privilegie la
investigación por sobre la asistencia multitudinaria. ¿Está de acuerdo?
--Hay lugar para los investigadores, claro. Pero ahora, antes de
asumir, creo que no hay que plantear estas cosas de un modo tan
terminante. Depende de las tecnologías disponibles, del momento... Según
mi experiencia en la Biblioteca Mayor de la Universidad de Córdoba, los
estudiantes no molestan. Los lugares para los investigadores están muy
demarcados, no veo razón para limitar la asistencia. Más bien me gustaría
mucho que fuesen frecuentes las visitas escolares, de estudiantes, que
trabajen sobre esa sensibilidad que mencionaba. --La idea de propiciar el
trabajo de investigación en la biblioteca implica también la existencia
de una red de bibliotecas destinadas al público más amplio...
--Las bibliotecas argentinas se manejan con distintos sistemas, hay
mucho por hacer para que sea posible ponerlas en sistema. --¿Considera el
incremento en la asistencia un signo positivo para la biblioteca?
--La cuenta no es indicador único en una gran institución. Es
como si me dijeran que si los ascensores andan está todo bien, o si no
andan todo mal. Los ascensores deberían andar, y punto. Lo que es cierto
es que es mejor que haya muchos lectores que pocos lectores, pero la
calidad de una biblioteca viva se mide también con otras variables. Por
ejemplo, en la cantidad de fondos que consigue por año. Y en esta área
no hubo nada en los últimos tiempos. --¿Cuál será la
estrategia de su gestión?
--Tengo la esperanza de ir montando programas con objetivos específicos:
promover la lectura, realizar una política agresiva de compra y
recuperación de fondos bibliotecarios. Hay cosas que no pueden estar
ausentes de la Biblioteca Nacional: los papeles de Julio Cortázar, que
están en Francia, los de algunos presidentes argentinos, que están en
Estados Unidos o se los llevan a sus casas. La biblioteca tiene que ser un
foro de intercambio de ideas. Tengo la esperanza de activar mucho eso,
utilizando, por ejemplo, la teleconferencia, que permite tener un contacto
con el mundo fluido y económico. --¿Qué planteo se le
hizo, al proponerle la dirección, desde la Secretaría de Cultura?
--Cuando me ofrecieron el cargo, el Presidente me dijo que quiere
que la biblioteca sea un espacio de pensamiento y de renovación. Me animo
a hacerlo; lo hice ya en la
Flacso y en Córdoba, en otras instituciones que dirigí. --Observando las
gestiones anteriores, ¿qué problemas detecta?
--La gestión de la cultura es un gran problema. Hace cuarenta años
no existía como concepto: o se manejaba por mecenazgo o por administración.
Ahora no es así, la administración fue superada por la idea de gestión,
que implica una idea más viva, un manejo de Presupuesto mucho más ágil
y un flujo de fondos propios y ajenos. Muy probablemente el déficit de la
biblioteca tenga que ver con que hasta ahora no se asumió la
especificidad de la gestión cultural: manejar la biblioteca no es como
manejar una fábrica. --¿Por dónde pasa esa
especificidad?
--Por la claridad de los objetivos, y la relación con los fondos
disponibles y conseguibles. Lo veo como algo muy racional. Es como si
alguien me preguntara si se justifica que la biblioteca atienda sábados y
domingos. Depende de cuánta gente vaya: si van dos personas en todo el día,
no tiene sentido mantener toda esa organización, pero si van quinientas,
vale la pena. La cultura no es tampoco una máquina para ganar plata: hoy
por hoy el único fondo externo al Presupuesto que tiene la biblioteca es
la concesión del estacionamiento. Sin embargo, es un campo que no podemos
pensar desde lo irracional. --La autofinanciación de
la entidad, ¿es una meta?
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