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Por Cecilia Sosa -- "¿Y esto qué es?", pregunta una psicóloga señalando el dibujo que acaba de hacer una nena de ocho años. --"Es mi hermano matando a un policía", responde ella. Al "Programa de Verano 2000. Los derechos de los niños no se toman vacaciones", organizado por la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y auspiciado por Unicef, cada día concurre un grupo distinto de 300 chicos desde diferentes comedores comunitarios de la zona. Pasan el día entre talleres de teatro, de plástica y haciendo deportes. Para fin de mes, la universidad habrá recibido cerca de 5000 chicos: la mayoría no va a la escuela. "Queremos combatir la exclusión, no de manera retórica, sino compartiendo nuestros recursos, saberes y edificios con los chicos. Para que sepan que la universidad no es una torre de marfil --dice la rectora Ana Jaramillo--. No vamos a cambiar el mundo, pero sí a mejorar un poquito donde vivimos", agrega. Poco después del mediodía, una hilera de colectivos ingresa en el predio de Remedios de Escalada de la UNLa. Sus pasajeros son chicos entre 5 y 12 años. Con sonrisas, ocho profesores de gimnasia y tres especialistas en arte y recreación, los reciben para guiarlos a las aulas. "En enero, las universidades duermen. Nosotros la abrimos para los chicos, para que deje de ser un lugar lejano para ellos", dice Rubén Heguilein, secretario de Vinculación tecnológica y extensión comunitaria. "La idea es que pasen un día diferente, en un marco distinto. No es una colonia --advierte Silvia Briñón, una de las coordinadoras--, sino una propuesta de trabajo cultural, basada en los derechos de los niños." Miguel, Jorge y Maxi (los tres chicos viven en Monte Chingolo) dibujan acostados en un aula. Mariela Nadborny, psicóloga y artista plástica de 30 años (la "seño", como la llaman los chicos), corre de un lado al otro, alentando a todos. Incluso a los que les cuesta usar los crayones. "Es difícil trabajar con tantos, pero queremos hacer algo personal --cuenta, con la experiencia de haber coordinado el Frente de Artistas del Borda--. Por eso, a los más chicos les propongo que copien a sus compañeros. Eso los ayuda a mirarse y a conocerse. A los más grandes, les pido que dibujen a sus ídolos o un lugar adonde les gustaría estar. Es una forma de hablar de ellos, de lo que los rodea y proyectarlo afuera", dice. En los dibujos, cuenta, aparecen clubes de fútbol y marcas de autos. También escenas violentas. "Todo esto tiene un trasfondo ideológico: que los chicos se expresen, que conozcan sus derechos. Es un trabajo silencioso", cuenta Gustavo González, de la Municipalidad de Lanús que, en convenio con la UNLa, impulsa el proyecto. A fin de mes, los videos, fotos y dibujos reunidos en el programa irán a Unicef para reforzar su campaña. Un gran collage recordará la experiencia desde las paredes de cada comedor escolar. "Tal vez, así, sientan que la universidad no es un lugar para ricos y sabios, y alguna vez puedan volver a estudiar", se esperanza Briñón. Pablo, de diez años, la mira y asiente con la cabeza. "Yo quiero ser abogado", dice. En una carpa techada, el grupo de 9 a 12 años ensaya pasos de baile. Desde el micrófono, las profesoras tratan de conquistar a los más grandes que, con vergüenza, miran desde un costado. "Esto no es ningún rollo intelectual, la devolución está ahí, con los chicos", dice Heguilein, con una amplia sonrisa mientras acompaña a alguien al baño. Las madres, que trabajan en los comedores, también tienen su día de descanso: películas en la videoteca y una clase de gimnasia. En el programa participan empresas de la zona que donan alimentos y materiales de trabajo. La Municipalidad declaró el programa de su interés y, además, provee de especialistas, asistencia médica y micros para el traslado. Cuando baja un poco el sol, es la hora de los deportes: voley, taekwondo y hasta rugby. El entrenador, Javier Lorenzo, se gana la devoción de los varones. "La mayoría nunca agarró una pelota. Pero tienen una energía bárbara", dice corriendo hacia el descampado. Al final del día, la merienda trae alfajores y chocolatada para todos.
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