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QUIEN GANO Y QUIEN PERDIO EN LA HUELGA DE LA UNAM 
La rebelión de las masas universitarias

Hace una semana terminó una huelga de 10 meses en la Universidad de México. Aquí, el balance de una lucha que buscó preservar, no revolucionar, y que surge como guía de acción ante tiempos de ajuste. 

La lucha de las calles por los reclamos universitarios.
Arriba, a la izquierda, la policía ante la sede recuperada.


Por Pablo Rodríguez

t.gif (862 bytes) En una perspectiva corta, la huelga de 10 meses en la UNAM tiene para exhibir triunfos y derrotas. El Comité General de Huelga (CGH) logró que se derogara el proyecto de arancelamiento universitario. Pero no consiguió que se discutiera el resto de sus demandas: 2500 policías entraron a una universidad autónoma, la más grande de Latinoamérica, y terminaron con el paro sin herir a nadie. Sin embargo, en una perspectiva más larga, la huelga de la UNAM, donde flamearon las banderas rojinegras, aparece como un símbolo fuerte de lo que pueden las movilizaciones universitarias. Entonces entran a agolparse las imágenes: la Reforma Universitaria de 1918 en Argentina, la masacre de Tlatelolco de 1968 en México, el Mayo de ese mismo año en Francia, etc. Sin embargo, no habría que avanzar tanto en las analogías. Si algo distingue la huelga de la UNAM de esas imágenes, es que se trata de una política defensiva (preservar la universidad pública y gratuita) y no ofensiva (generar un nuevo modelo universitario). Las comparaciones, entonces, deben dirigirse hacia lo que ocurre en nuestro país, y por ende hacia las universidades en los tiempos del ajuste.
 Otra vez México, otra la vez la UNAM y otra vez la represión. Pero hay que admitir que el mismo presidente mexicano, Ernesto Zedillo, se acordó una y otra vez de las ráfagas de ametralladoras que liquidaron a más de 300 estudiantes e hirieron a más de 1000 en la Plaza de las Tres Culturas el 1º de octubre de 1968. Y que si bien no ocurrió en la UNAM, las protestas sí habían comenzado a gestarse en ella. En agosto del año pasado, cuando la huelga ya llevaba cuatro meses, Zedillo había dicho que no quería �un nuevo �68�. El domingo pasado, los 2500 policías que entraron en la �autónoma� UNAM no llevaban armas de fuego. Por la noche, el ministro del Interior, Diódoro Carrasco, explicó cuidadosamente que �se actuó con resguardo de los derechos humanos�. Los estudiantes se portaron �cuidadosamente� para su propio �resguardo�: no ofrecieron resistencia alguna.La distancia que separa a Tlatelolco de la huelga que terminó hace una semana es elocuente. A finales de los años �60, el gobierno mexicano se desaforó contra los estudiantes aludiendo a �una conspiración marxista internacional�. Ahora, el gobierno mexicano decidió esperar a que la manzana del desgaste (suponiendo que el desgaste haya sido determinante, cosa dudosa) se cayera sola. �Ha surgido la sospecha de que tales autoridades pretenden usar la paralización de las actividades docentes para convertir la crisis universitaria en argumento de la destrucción de la institución como tal�, escribió Pablo Gómez, uno de los principales protagonistas de Tlatelolco, en el diario La Jornada. Y si es así, es porque el horizonte del ajuste, considerado inevitable, hace que en este caso cualquier resistencia se convierta en un mal trago que hay que pasar, o que esta misma resistencia sea la demostración de que hay que ajustar. En los �60, la misma resistencia implicaba un peligroso signo de comunismo.La historia de la huelga de la UNAM es muy semejante al proceso que comenzó en nuestro país con la aprobación de la Ley de Educación Superior en 1995. Esta ley habilita el arancelamiento de las universidades nacionales. Un proyecto similar salió en México en 1997. El año pasado, cuando Carlos Menem aprobó el recorte de 280 millones de dólares para el Ministerio de Educación (básicamente, para el sistema universitario), las marchas y protestas masivas lo hicieron dar marcha atrás, llevándose consigo la cabeza de la ministra Susana Decibe. En México, el proceso fue más acelerado. Se bajó el presupuesto de la UNAM para 1999 y poco tiempo después su rector Francisco Barnés anunció que la cuota simbólica de unos pocos centavos de dólar se convertiría en una matrícula anual de 70 dólares. Eso bastó para que la universidad más grande de América latina se tomara.El arancelamiento fue derogado y también rodó la cabeza de Barnés, pero el Comité General de Huelga (CGH) ya había avanzado en sus de andas hasta la caída del proyecto de 1997. Fue el gobierno el que no quiso avanzar. En enero, a través de un dudoso plebiscito en el que �la comunidad universitaria� votó por �el levantamiento del paro� e instalada la idea de que en la huelga había �duros� y �blandos�, el gobierno consiguió sus propios reaseguros para intervenir. Le salió bien, pero no sabe hasta dónde seguirá esta lucha.Tanto en Argentina como en México, el triunfo fue a medias. Aquí se evitó el recorte presupuestario, pero la Ley de Educación Superior sigue pendiendo sobre las universidades nacionales para habilitar solapadamente el arancelamiento. En México, el arancelamiento no pudo ser pero el proyecto de 1997 sigue como horizonte. Ambas cuestiones no hacen más que prenunciar terremotos futuros, ya que las instrucciones del Banco Mundial hablan de un recorte del gasto público (que siempre se traduce en un recorte del presupuesto educativo) y de un progresivo arancelamiento de la educación. En el horizonte de inevitabilidad del ajuste, se tratará de la batalla entre, como decía Antonio Gramsci, el pesimismo de la �razón� y el optimismo de la �voluntad�.

Una gota en el océano

Las autoridades mexicanas liberaron a 75 de los más de 200 estudiantes detenidos el pasado primero de febrero durante una trifulca en la Preparatoria Tres, uno de los institutos secundarios preuniversitarios de la UNAM. Cinco días después, 2500 policías entraban en la Ciudad Universitaria de la UNAM y ponían fin a diez meses de huelga universitaria. Y los más de 700 jóvenes detenidos ese día aún no recuperaron su libertad. Por ello, y para continuar con su lucha, el Consejo General de Huelga (CGH), que dirigió la toma de las instalaciones de la UNAM y que ahora se reúne en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), convocó para mañana a una marcha por la Ciudad Universitaria.

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