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Cómo España, Francia, Bélgica y
Suiza conspiraron para liberarlo

Todo fueron bellas palabras y acusaciones llame antes, pero a la hora de la verdad los cuatro países con causas contra Pinochet dejaron que se fuera. Aquí se explica cómo fue, y cómo queda el derecho internacional pos-Pinochet.

El canciller belga Louis Michel prende luz verde ayer.
Antes, Bélgica era el más duro de los cuatro países.


Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro desde París

t.gif (862 bytes) Si el augusto general escapó de la red judicial que lo había atrapado en la capital británica fue gracias a un pacto secreto. Santiago, Madrid, París, Bruselas y Berna se habían puesto de acuerdo desde hacía algún tiempo para que ninguno de los países europeos que había pedido la extradición de Pinochet se interpusiera en el camino de la libertad presentando recursos. La solidaridad europea hacia España, cuyas relaciones con Chile son necesarias y óptimas, aparece como la espina dorsal de un pacto en el que los contenidos fueron variando a medida que se acercaba la fecha de las elecciones chilenas. Varios observadores discretos señalan en París hasta qué punto era �primordial� que Ricardo Lagos asumiera la presidencia sin el estorbo de un Augusto Pinochet bajo arresto.
Solidaridad europea y solidaridad política entre gobiernos y candidatos socialistas cimentaron una conducta que, sin embargo, tropezó con lo inesperado: todo funcionó a la perfección hasta que Bélgica, por razones de política interior, rompió los términos del acuerdo sumando su voz a la de las víctimas y de las organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional. Las razones por las cuales Bruselas salió del pacto están claramente expuestas en las declaraciones que hizo al respecto el canciller belga Louis Michel: dada la situación en la que se encontraba Bélgica en el plano internacional luego de los escándalos ligados al paidófilo Dutroux y al escándalo de los pollos intoxicados con dioxina, �Bélgica necesita tomar una iniciativa de envergadura�. Doble iniciativa de hecho: la primera con Pinochet, la segunda con el ingreso de la extrema derecha de Haider al gobierno de Austria. Bruselas fue en ese momento el primer y único país miembro de la Unión Europea que pidió sanciones y una �estrecha vigilancia� inmediatas contra Viena. Casi de carambola, según aseguran hoy los observadores locales, Augusto Pinochet le sirvió al gobierno belga para �aislar� a la extrema derecha flamenca que tantos dolores de cabeza suele ocasionar en el país.
Pero como las ovejas siempre vuelven al rebaño, el gobierno belga hizo saber finalmente que no recurriría la decisión de Straw. Doble lenguaje, doble actitud. Los defensores de las familias de desaparecidos explican que, al igual que el francés, los Estados europeos que pidieron la extradición de Pinochet �se apoyaron en los jueces de instrucción dejándoles las manos libres y transmitiendo a Londres sus demandas judiciales�... Pero nada más. Una perfecta campana con dos sonidos. Sophie Thonon, la abogada francesa que defiende a varios familiares de desaparecidos, no pudo ser más clara cuando declaró a Página/12 que, �por razones políticas, lo que se hizo en realidad fue negociar la impunidad�.
Por lo pronto, si bien el dictador chileno logró escaparse de la justicia real, todo parece indicar que, el menos en París, Pinochet correrá la misma suerte que el capitán Astiz, es decir, ser condenado en ausencia por los tribunales franceses. Contrariamente a España, en Francia existe la figura legal de la condena en ausencia y los medios judiciales de la capital francesa destacaban ayer que �existen suficientes cargos y pruebas como para que Pinochet sea presentado ante un tribunal francés con los cargos de �complicidad de secuestro acompañado de torturas��. Tal vez Augusto Pinochet pueda mirar su propio juicio por la televisión como lo hizo Astiz en la Argentina. Libre.

 


 

REPORTAJE A REED BRODY, DE HUMAN RIGHTS WATCH
�La voluntad de los Estados es clave�

Por M. J.

�Estamos decepcionados, pero han sucedido cosas que antes del arresto de Pinochet eran inimaginables.� Reed Brody es el director de campañas de Human Rights Watch, una de las seis organizaciones de derechos humanos que participó desde el comienzo en el caso Pinochet. En diálogo telefónico con Página/12, Brody analizó la decisión de Jack Straw y el impacto que el caso tiene en el derecho internacional y en el futuro de los derechos humanos.
�Insuficiente pero positivo. ¿No es una especie de consuelo ante la derrota?
�La decisión de Straw es decepcionante para nosotros y aún más para las víctimas. Pero creo que hay que rescatar lo bueno de este caso. Hay que rescatar que Pinochet fue arrestado, que la máxima instancia de la Justicia británica le negó dos veces inmunidad como ex jefe de Estado, que cuatro Estados pidieron su extradición y que sus crímenes fueron expuestos en el tribunal de extradición.
�Eso es lo positivo. Lo negativo es la fuerte sospecha de que Pinochet no enfrentará a la Justicia y que está libre gracias a un acuerdo político entre Gran Bretaña, España y Chile.
�Es cierto. No se puede saber si hubo o no mala fe, pero lo mejor hubiera sido que el caso se dirimiese en la Corte para evitar toda sospecha de falta de transparencia. Al mismo tiempo es claro que los exámenes médicos, con los que nosotros podemos discrepar porque no nos parecen del todo convincentes, demuestran que Pinochet sufre problemas físicos y también mentales. Los cuatro países no están de acuerdo con la conclusión que sacó el ministro del Interior: que Pinochet no estaba en condiciones de ser sometido a juicio. En esta discrepancia hay margen para pensar que el final del caso se decidió por razones políticas. Pero vuelvo a lo que decía antes. Lo que hicieron los británicos al arrestarlo el 16 de octubre del �98 no lo hubieran hecho muchos países. Otros hubieran dilatado el proceso, y le hubieran dado la oportunidad de escaparse. A la inversa, si ahora sí se está haciendo, es porque en su momento lo hizo Gran Bretaña. Acabo de volver de Africa. El reciente arresto en Senegal del ex presidente del Chad Hissein Habré, por crímenes de lesa humanidad que incluyen la tortura, cometidos durante su presidencia entre 1982 y 1990, es claro al respecto.
�¿Cómo se puso en marcha ese caso?
�La presidenta de la Asociación de Derechos Humanos del Chad estaba en Nueva York y vino a verme para ver qué se podía hacer teniendo en cuenta que Habré residía en Senegal, uno de los países en Africa donde sí se podía pensar en juzgarlo. Mandamos dos investigadores a trabajar con ella y su equipo para buscar todas las pruebas posibles, que presentamos en enero. Sobre esta base, Habré fue acusado, está bajo arresto domiciliario, y el juez instructor está haciendo su investigación. Esto no hubiera sucedido de no haber sido por el caso Pinochet.
�¿Existe entonces un antes y después del arresto de Pinochet desde el punto de vista del derecho internacional?
�Las leyes estaban pero faltaba que un tribunal las aplicara. La Convención contra la Tortura fue firmada en 1984 y más de 100 países la han incorporado a su legislación. Esta convención es clara: obliga a los signatarios a arrestar a alguien acusado de tortura, sea de la nacionalidad que fuere. A pesar de esta ley, hasta el 16 de octubre de 1998 los acusados de tortura se desplazaban tranquilamente por el planeta. Esto ha cambiado. Y creo que de alguna manera se completó un círculo. La represión que lideró Pinochet generó una condena internacional que nutrió el movimiento de derechos humanos y contribuyó a la adopción de tratados como la Convención contra la Tortura.
�Pero en última instancia, ¿no sigue dependiendo de la voluntad política de los países?
�En derecho no se puede utilizar el derecho nacional para eludir una obligación internacional. No se puede decir que se ha firmado un tratado internacional, pero que la ley del estado de Nueva York, por ejemplo, no me permite aplicarla. Ahora bien, evidentemente muchos países lo hacen, con Estados Unidos a la cabeza. Es decir, que la voluntad política de los estados sigue jugando un papel. Lo que pasa es que con este caso se demuestra por primera vez que la voluntad política puede servir para que se aplique la ley: es el coraje que tuvo España para solicitar la extradición, Gran Bretaña para realizar el arresto y Francia, Bélgica y Suiza para añadir sus propios pedidos de extradición.

OPINION

 

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