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el Kiosco de Página/12

El casi mayor Peirano
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn

t.gif (862 bytes) El amable mayor Peirano se está poniendo nervioso. Hace justo un año escribí una nota en esta contratapa: "El amable mayor Peirano". Se trataba del caso de Elisabeth Käsemann, estudiante alemana asesinada en 1977 por la dictadura militar de Videla. Elisabeth Käsemann había sido secuestrada, torturada bestialmente y llevada al campo de concentración "El Vesubio". De allí la sacaron para asesinarla en Monte Grande. Todo ha podido ser reconstruido. Elisabeth Käsemann era hija del más famoso teólogo de la Iglesia Evangélica alemana, Ernst Käsemann, profesor en Tübingen, quien al enterarse del asesinato de su hija viajó a la Argentina para recuperar su cadáver. El profesor Käsemann me relató a su regreso a Tübingen --yo estaba exiliado en Alemania-- todos los detalles de las humillaciones que debió soportar para que le entregaran los restos de su amada hija. Me dijo que sentía "ira, vergüenza y duelo" por todo lo que soportó para lograrlo. Me confió que la embajada alemana, para ayudarlo a encontrar los restos de su hija, lo puso en contacto con un oficial argentino quien después de jugarla de amable le señaló que eso iba a costar dinero. El profesor Käsemann tuvo que comprar el cuerpo de su hija por 26.000 dólares, que los entregó a ese "nexo" de "nuestras" Fuerzas Armadas. Hace un año el gobierno alemán reconoció que el nexo de la dictadura argentina con la embajada germana era el "mayor Peirano". Que no se llamaba así sino que se escondía bajo ese apelativo ya que su verdadero nombre es Carlos Antonio Españadero, y es mayor retirado del Ejército.

  Pues bien, el mayor Españadero, alias mayor Peirano, ha publicado en Internet (http://home.ba.net/-gastonsa/) una desaforada diatriba contra mi persona donde me califica de "justiciero". Como "justiciero" él define a una persona "atractiva, hasta seductor, diestro en el uso de cualquier arma" pero que "actúa al margen de las leyes que es una manera de suponer que son delincuentes". Y termina con el lenguaje propio de la época en la que fue sirviente. Dice: "Por supuesto el justiciero no está solo, como los terroristas, sabe que a través de otros justicieros organizados en grupos de poder puede atemorizar hasta la justicia". Claro, la única forma de terminar toda discusión o esclarecimiento de la verdad es llamar "terrorista" a quien trae pruebas de su cobarde oficio.

  En la nota del mayor Españadero se llega a lo desopilante: me transcribe los principales artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Justo uno de los representantes de la más deleznable de las dictaduras argentinas, creadora del sistema de desaparición de personas, viene a tapar sus desnudeces morales con la palabra Derechos Humanos. "Españadero, alias Peirano", lindo título para un tango de Discépolo.

  Españadero, en su artículo, califica a Elisabeth Käsemann de "terrorista". Es una cobardía más del uniformado. Como ella no vive más no puede responderle. Además cae a propósito en una equivocación (no disculpable en un miembro de los servicios) de calificar de a Elisabeth de "miembro de la organización terrorista Montoneros", como si con eso ya justificara su asesinato. Elisabeth nunca perteneció a Montoneros. Baste como muestra del estilo deliberadamente provocativo del militar de la dictadura.

  Pero vayamos a los hechos. A mi relato que el profesor Käsemann debió pagar 26.000 dólares a un miembro del ejército argentino para lo cual se puso en comunicación con el nexo entre la embajada alemana y el ejército (que, como decimos, según la embajada alemana ese nexo era Españadero alias Peirano) este responde así: "En la época yo estaba cumpliendo una misión encomendada por la Presidencia Argentina como miembro del servicio secreto" (Fíjese lector: llama hoy Presidencia Argentina --con mayúscula-- a quienes habían asaltado el poder en marzo del '76). Pues bien, si él era

 

miembro del "servicio secreto" era un hombre al servicio de los Videla, Viola y Suárez Mason, personajes todos condenados por violaciones a los derechos humanos, quiere decir que Españadero era una rueda --pequeña o importante-- en el sistema terrorista de Estado, sistema así calificado por la justicia. Más todavía, en la carta del 13 de julio de 1999 que el mayor Españadero escribe a la embajada alemana dice: "soy una persona que luchó contra el terrorismo poniendo todo su empeño a partir de una función específica de inteligencia". Es decir, él mismo reconoce que formó parte de la máquina represiva.

  Pero prosigamos: ante mi relato de que el profesor Käsemann se puso en contacto con el nexo entre la embajada alemana y la dictadura, el mayor Españadero alias Peirano responde: "casi estoy seguro den o haber entrevistado al teólogo padre de la joven asesinada". Casi. Es decir, el mayor Españadero está "casi" embarazado con el problema. Hace veintitrés años que sucedieron los hechos. Yo guardo en mi memoria palabra por palabra lo que me dijo el profesor Käsemann al regresar de la Argentina con el cuerpo de su hija. En cambio el mayor Españadero no recuerda "casi" o "casi" no recuerda. Una argucia malandresca. ¿Cómo justamente un miembro del "servicio secreto" --así se autocalifica el mayor Españadero-- no va a recordar "casi" de haber atendido a un anciano profesor que no hablaba español preocupado por el cuerpo de su hija? La respuesta del mayor argentino es "casi". Siempre se nos dijo que los oficiales tenían un código de honor que no les permitía mentir y que debían siempre hacerse cargo de la situación. El honor de Españadero es "casi". (Sería interesante que el general Brinzoni, jefe del Ejército, cite al mayor Españadero para que fijen juntos el alcance militar de la palabra casi.)

  En sus cartas a la embajada alemana (del 13, 16 de julio y del 7 de setiembre), en forma plañidera, el mayor Españadero habla de su pobreza. Esto es mentira, él cobra el retiro del ejército que es bastante más abultado que la de trabajadores que pasaron laborando toda su vida de sol a sol y no hicieron de su vida un laboratorio sucio de alcahueterías, difamaciones y entregas. El general Bussi dijo también que sólo tenía su sueldo (véase Suiza). Dice además el mayor Españadero que teme por su mujer y sus hijos.

  ¡No tenga miedo, compórtese, mi mayor!

  Los que secuestraron niños y hasta fusilaron a madres embarazadas fueron los que integraron con usted la máquina más feroz de la muerte y la cobardía. De mí, "el justiciero", como me llama, no debe tener ningún temor. No se manejar armas y en mi portafolio sólo llevo libros de poesías.

  Cuando hice la denuncia de Peirano alias Españadero o viceversa, el pasado año creí que el general Balza, como responsable del Ejército, iba a iniciar las investigaciones del caso. No, pero el general Balza al igual que en el negociado de armas ese día no leyó el diario, faltó, estuvo ocupado o tal vez dedicado a la natación.

  Nuestro mayor dice en carta al embajador alemán que "no soy ni un asesino ni un torturador". Justo las palabras que escribe Eichmann en el diario que ahora se va a publicar. Otro que casi no vio nada, casi no se dio cuenta, y si hizo cosas fue porque recibió órdenes. Obediencia debida. Españadero reconoce haber prestado servicios nada menos que en el batallón 601, de 1970 a 1980 y como si fuera poco, jefe de Situación General. Como se ve, un buen muchacho. Se dedicó a jugar al ajedrez y a favorecer a las víctimas. Si, en una carta a la embajada alemana lo dice: "desde mi cargo traté de salvar seres humanos, con riesgos, a través de estudios y requerimientos efectuados lealmente, posibilitando se transformaran en resoluciones del Ejército. No hice discursos, pero hay seres que viven gracias a estas decisiones del ejército". Extraordinario, lo mismo que hacía Eichmann desde su oficina en Berlín. Tenemos en el mayor Españadero casi un premio Nobel en casa, y no lo sabíamos. Casi.

  Le propongo al mayor Españadero que me inicie juicio por injurias y calumnias. Justo allí, en el juzgado podremos los dos aclarar quién se llevó los 26.000 dólares, qué hacía él en el 601, y todas esas cosas que desde su Batallón 601 se hicieron con tanta precisión que se logró la denominada "Muerte argentina", la desaparición. Casi, porque surgieron las Madres y otros organismos de derechos humanos que trabajaron mejor que el mayor Españadero y su servicio secreto y dejaron todo el sistema al descubierto.

  A lo mejor, con su ayuda, mayor Peirano o como se llame usted, podemos descubrir toda la ignominia, hasta podríamos reivindicarlo. Casi. 


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