Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


La larga vida de una salvaje que
ha sido condenada a la violencia

La eficiencia de la historia de �Nikita�, el personaje de un film de culto de Luc Besson, sustenta una serie estadounidense que, aunque pasteuriza el personaje, no deja de ser atractiva.

Peta Wilson compone en la serie de Warner a una �Nikita� fashion.


Por Andrés Glass

t.gif (862 bytes) �Nikita� es expansiva y desconoce la limitación de las fronteras. Nació como película �luego de culto� del francés Luc Besson, se convirtió en una mediocre remake estadounidense (interpretada por la actriz Bridget Fonda) y se instaló, después, en la pantalla chica. �La femme Nikita� es la variación en formato de serie de una historia que confirma la eficacia y la vigencia de los mitos. La serie va por Warner, los viernes a las 20; los films se consiguen en cualquier videoclub amigo. 
El de esta criminal devenida en espía no es otro que el mito del �buen salvaje� civilizado, apartado de su medio para ponerse al servicio de una causa ajena. Nikita es condenada a muerte, destino que evade aceptando una propuesta indecente a sus opresores. La policía objeta sus cualidades morales, pero no su talento: nadie mejor que esa mujer instintiva y brutal para trabajar en la �Sección Uno�. Este servicio del recontraespionaje le impone condiciones casi intolerables: olvidar su pasado, perder su identidad y combatir al terrorismo internacional �o a algún personaje ajeno a los intereses policiales� con medios non sanctos.
Claro que en el pasaje del cine a la tevé, �Nikita� sufrió algunas transformaciones. En el film de Besson, Anne Parillaud se muestra levemente extraviada, y eso la vuelve inquietante. Hay una escena memorable en la cual espera silenciosa frente a un interrogador que le pregunta su nombre. �Nikita�, dice, y el hombre no le cree. �Mi nombre es Nikita�, estalla, exaltada, y le clava un lápiz afilado en una de sus manos hasta destrozarla. 
Su par televisiva jamás pasaría por una situación semejante. Porque en la serie, la actriz Peta Wilson compone una Nikita fashion, como si el pasaje a las filas federales hubiera barrido por completo el pasado de ilegal. En ella hay cierta pasteurización: es una rubia de ojos claros y pelo tirante hasta la nuca que no evidencia una sola arruga en sus trajecitos después de liquidar, en persona, a todo un comando terrorista. Pero la serie mantiene, como en el cine, el poder revulsivo de su trama. Nikita es una oprimida y, desde ese lugar, da una vuelta de tuerca a las historias de espías: no se involucra en sus misiones, las resuelve como actos reflejos. Lo importante, aquí, no es su entrenamiento como francotiradora, sus persecuciones a expertos criminales, los cambios de identidad que asume en sus misiones especiales. La fuerza está en lo que no se muestra: Nikita está atada, obligada a olvidar y a servir. �Si no cumplo, me matan�, explica a su amante de ocasión, y ese desdoblamiento es el sello que la distingue.
De allí en más, la serie hace lo suyo, y aporta un tono propio. Ya no se ven los ambientes oscuros de suburbio como en la película, sino salas blancas, minimalistas. Todo es muy posmo: Nikita vive en un loft a la medida de las revistas de decoración más exclusivas. Mientras que el film se ocupa de la crónica de una transformación (de cómo Nikita se va adaptando a un sistema de reglas), en la serie ella es pura asimilación. Ya han pasado algunos años en el servicio, y la espía va dejando cada vez más atrás a su pasado. Sin embargo, siempre vuelve un dato oscuro, una sospecha sobre la identidad de su padre, un romance que se creía enterrado. Y es entonces cuando el conflicto y el interés crecen.
En un nivel más superficial, �Nikita� es, también, entretenida. Debe mantener un frágil equilibrio entre una vida conyugal normal y las convocatorias de la �Sección Uno�. Cuando en el teléfono alguien la llama �Josephine�, sabe que una nueva misión ha comenzado. Su juego es emprender una caza internacional y hacer creer a su novio que es un viaje de placer. O tener escondido detrás de la alacena de cocina un impresionante arsenal. Se trata de un equilibrio siempre a punto de quebrarse, pero que invariablemente se preserva. Aunque previsible, ese desenlace no atentacontra la serie: siempre queda la sensación de que la puesta en escena de Nikita está a punto de desvanecerse. Esa incertidumbre, a pesar del final anunciado, es la prueba de su eficacia.

 

PRINCIPAL