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el Kiosco de Página/12

Requiem para un testaferro
Por Miguel Bonasso

El sábado y domingo últimos, La Nación publicó 160 avisos fúnebres donde distintas personas, empresas e instituciones, participaban la �sensible pérdida� del octogenario Adalbert Krieger Vasena, conocido agente de monopolios norteamericanos y ex ministro de Economía de dos dictaduras militares. Más allá de sus textos previsibles, los avisos tuvieron la virtud cardinal de exhibir el poder detrás del trono. �Apellidos� tradicionales como Pereyra Iraola, Lynch, Bullrich, Braun, Bengolea, Peralta Ramos, etc. Ex ministros y tecnócratas de todas las dictaduras militares como José Alfredo Martínez de Hoz; Guillermo Walter Klein, José María Dagnino Pastore, Egidio Ianella, Horacio García Belsunce, etc. Empresas que apoyaron el golpe del 24 de marzo de 1976, como Acindar (donde el finado fue director). Bancos y financieras donde AKV también fue director o tuvo alguna participación (Credit Suisse First Boston, Banco General de Negocios, Dresdener Bank A.G. o el Nuevo Banco de Santa Fe, en cuya privatización actuó como consultor el actual ministro de Economía, José Luis Machinea). Poderosos banqueros norteamericanos como David Mulford, que también apadrina a ese émulo de Krieger que es Domingo Cavallo. Ex funcionarios menemistas como Jorge Pereyra de Olazábal. El propio abogado de Menem, Carlos Fontán Balestra. Y también, ¿por qué no?, el canciller del actual gobierno Adalberto Rodríguez Giavarini y la Fundación Fiel a la que el extinto perteneció igual que el actual ministro de Defensa, Ricardo López Murphy. Una interesante melange que tal vez ayude a entender por qué la política económica se mantiene incólume pese a los cambios de gobierno.
Cualquiera diría entonces que AKV fue un poderoso capitalista. Pero no lo fue, porque este país nunca tuvo verdaderos capitalistas sino simples testaferros. Y Krieger fue un testaferro, como lo definió certeramente Rogelio García Lupo en su libro Mercenarios y Monopolios: �Krieger Vasena no es un empresario, un creador de industrias, un productor del campo, un explorador del subsuelo. Nada de eso. Krieger Vasena es uno de los diez testaferros internacionales mejor cotizados en las sociedades de negocios de la Argentina�. Que venía de una buena cepa, también descubierta por García Lupo: su abuelo José, de origen turco, fue administrador civil de la isla de Rodas ocupada por el imperio otomano. Su papá, Suleymán Krieger (turco nacido en Jerusalén) fue denunciado por el general Severo Toranzo (militar radical) como banquero del golpista que derrocó a Yrigoyen: el general José Félix Uriburu. Su banco, el de Finanzas y Mandatos, propició -.según Toranzo� la usura y la coima. Por parte de madre, Adalbert era Vasena, aquella familia metalúrgica que provocó la sangrienta represión de la Semana Trágica. Con esos antecedentes, no es de sorprender que el joven Adalbert (37 años en aquel momento) fuera designado ministro de Economía en la dictadura militar del general Pedro Eugenio Aramburu (1957), que propiciara el ingreso de Argentina al FMI y que luego fuera él mismo funcionario del Fondo. En 1967 otro dictador militar, el general Juan Carlos Onganía, volvió a confiarle la cartera de Economía. Esta vez, Krieger se singularizó por una brutal devaluación del 40 por ciento y ciertas medidas de ajuste que ayudaron a calentar la explosión popular que lo sacó de la poltrona: ese Cordobazo que nunca pudo entender, porque lo hicieron (según él) �los obreros mejor pagados del país�. En esta nueva gestión volvió a combinar negocios y poder y amparó al grupo Deltec que produjo la quiebra fraudulenta del frigorífico Swift. Al dejar el ministerio, este grupo con sede en la fantasmal Nassau (Bahamas) lo nombró director. Luego, coherente, apoyó la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz y las privatizaciones del dúo Cavallo-Menem. Toda una vocación nacional que acaba de extinguirse.

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