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El viejo chiste del amigo gay

Philip Seymour Hoffman y Robert De Niro se sacan chispas en �Nadie es perfecto�, un film retrógrado sobre una amistad imposible.

Philip Seymour Hoffman y Robert De Niro, una nueva extraña pareja.
La estrella �indie� y el actor consagrado, en una comedia retrógrada.


Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) Cuando se estrenó en los Estados Unidos esta previsible y retrógrada seudocomedia de Joel Schumacher, no hubo crítica que no se burlase de su nombre original: Flawless, es decir �Sin fallas�. Es posible que, al pensar en el mercado latino, los traductores hayan tratado de limar la posibilidad de ironía con respecto al título, y por eso hayan elegido titularla con el más humilde Nadie es perfecto. Pero, a pesar de la disculpa, es imposible dejar de lado el título �ni ninguna otra cosa� al vilipendiar este esquematizado mamotreto firmado por Schumacher (otro más, y van...), y asegurar que, efectivamente, nadie es perfecto. Pero que mucho menos lo es semejante mamarracho, cuya endeble historia une en pantalla al (¿ya demasiado?) admirado Robert De Niro con la estrella indie en ascenso Philip Seymour Hoffman (Boogie Nights, Felicidad), el primero como un retrógrado homófobo legalmente armado y el segundo como un homosexual escapado directamente de La jaula de las locas. 
De Niro es Walt Koontz, un héroe policial retirado, que vive peleándose con sus vecinos gays en un edificio de dudosa reputación. 
Aficionado al tango, Koontz sufre un principio de infarto al involucrarse arma en mano en la torpe subtrama de robo de dinero entre vendedores de droga que Schumacher decide insertar en su historia como para darle algo de acción a los fans del macho Robertito. Postrado por su semiinvalidez, Koontz es animado a tomar clases de canto para rehabilitarse, lo que lo lleva a golpear vencido la puerta de su odiado vecino gay, Rusty Zimmermann, capaz de gritarle a Koontz en la cara que �es más hombre que lo que él nunca será y más mujer que lo que él puede conseguir�.
Desclasados reunidos en su autoconmiseración, Walt y Rusty cantarán canciones juntos al piano, componiendo personajes unidimensionales con los que De Niro y Hoffman hacen lo mejor que pueden. Sin embargo, más allá de toda su previsibilidad y la torpe construcción de su trama, lo que hace imperdonable a Nada es perfecto es que pretenda presentar a Rusty y sus amigos como una lección de vida ante el machismo trágico de los hombres como Walt, pero que en realidad termine confirmando todos y cada uno de los estereotipos negativos que el cine de Hollywood históricamente le ha otorgado a los homosexuales. Aun así, sus caricaturescos travestis histéricos, voraces y masoquistas, son lo único que alegra a un film en el que, decididamente, nada es perfecto, sino todo lo contrario. 

 

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