Por Verónica Abdala
 Cuando, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, los nazis ingresaron a la fuerza en la casa de Pablo Picasso en París, en busca de pruebas que pudieran comprometerlo, se toparon con un cuadro de inmensas proporciones e imponentes figuras. Era Guernica, una de las obras fundamentales de la pintura del siglo XX, la indignada reacción de un genio luego del bombardeo franquista a esa ciudad española, en abril de 1937. �¿Fue usted quien hizo esto ?�, le preguntó un oficial al pintor, que apenas podía contener su indignación. Picasso, que a esa altura ya era un artista consagrado y un comunista declarado, mirándolo por sobre el hombro, respondió. �No, a decir verdad, esto lo hicieron ustedes�. No lo detuvieron. Es probable que ni siquiera lo hayan entendido del todo.
Picasso no produjo su obra más famosa, que vivió fuera de Francia durante todo el franquismo, y hoy es una de las grandes atracciones de Madrid, dentro de una línea habitual en su pintura, sino como un exabrupto. �No he pintado adrede la guerra en ninguno de mis cuadros, porque no soy como esos fotógrafos que deambulan por las calles buscando tema. Y sin embargo, la guerra se ha colado, y está en todas y cada una de mis obras�, dijo al respecto. El documental dedicado al genio español, que se verá por Canal á hoy a las 7, 13 y 18:30 (con una repetición el sábado a las 10) en el marco del ciclo �Ciudad Natal�, repasa éstos y otros momentos clave de su vida.
Desde su más temprana infancia, cuando se perfilaba como el mejor alumno de su padre, pintor y profesor de dibujo, y hasta que completó sus 92 años de vida, Picasso exploró y renovó las posibilidades de la pintura, a punto tal que nadie se atrevió jamás a cuestionar que su nombre es en sí mismo un símbolo de sofisticación artística. A los 8 años pintó su primer cuadro, a lo 16 ya había superado, exitosamente y sin mayores dificultades, los exámenes de ingreso de todas las escuelas de Bellas Artes de España, y a los 19, concretó su primera exposición �que constaba de 150 dibujos�, viajó a París, y se convenció de que el azul era �el color de todos los colores�. Por estos tiempos, además, vendió sus primeros cuadros, en un proceso que todavía lo asombraba, y su nombre comenzó a circular entre los pintores de Montmartre, en donde alquilaba un pequeño cuarto. Sus obras de entonces, dejan entrever los primeros esbozos del cubismo, movimiento que revolucionaría las bases de la pintura. Desde entonces, y hasta el final, la suya fue una escalada ascendente, que lo llevaría a ocupar un lugar privilegiado en la lista de los mayores referentes del arte de todos los tiempos.
A sus relaciones con las numerosas mujeres que compartieron sus aventuras cotidianas y artísticas �Fernanda, �Eva�, Olga, María Teresa, FanÇoise, y Jacqueline, entre otras�, y las que mantuvo con personalidades como Guillaume Apollinaire, o Salvador Dalí, Paul Eluard, y André Bretón, máximos exponentes del movimiento surrealista, está dedicada buena parte del programa, estructurado cronológicamente e ilustrado con fotografías de época e imágenes documentales de archivo. La pintura, en este marco, se revela como su único amor incondicional, como la única fuerza capaz de seducirlo al punto de que los restantes elementos que componían en su vida aparecieran relegados a un plano secundario. En un pasaje del programa, él mismo se reconoce absolutamente cautivado por ella y sin posibilidad alguna de resistencia: �Todo el mundo quiere comprender la pintura �advierte�, y sin embargo, nadie pretende comprender el canto de los pájaros. Deben entender que el artista, obra por necesidad. El también es un íntimo elemento del mundo que no nos explicamos�.
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