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el Kiosco de Página/12

CLIMA BORDE
Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO �¡Qué mes de julio más borde que estamos teniendo!�, me dice un taxista en su taxi a velocidad de caminante por las Ramblas de Barcelona. Yo, como corresponde, voy en el asiento de atrás y, como corresponde, respondo con un �Y que lo digas� o algo por el estilo. Decir �borde� por aquí, equivale a �enloquecido�, �pasado de revoluciones�, �fuera de madre�, �exasperado�, �extremo� y siguen los sinónimos de �borde� subiéndose a este taxi donde ya no queda espacio ni lugar ni sitio. El taxista no se refiere a la cercana final, el próximo miércoles, de �Gran Hermano�, ese suceso televisivo y fenómeno sociológico donde tres meses atrás empezaron diez concursantes ahí adentro, encerrados en una casa y seguidos por las cámaras durante 24 horas en directo y ahora no queda casi nadie y va a quedar uno feliz de llevarse los 20 millones de pesetas y la admiración catódica de los imbéciles. Tampoco se refiere a las elecciones por la presidencia del club de fútbol Real Madrid (asumidas por diarios y noticieros con la misma importancia de unas elecciones generales) o al próximo congreso general del sonambulante PSOE, que luego del tiro a quemarropa del PP en los últimos comicios se ha dedicado a poner en escena una frenética zarzuela en busca de un líder carismático atormentado, desde ultratumba, por el espectro con sonrisa de dientes cinemascope de Felipe González. No, el taxista dice �borde� y se refiere al tiempo. A los cambios bruscos de temperatura de este julio agobiante, fresco, soleado y lluvioso. Se sabe que los desconocidos, cuando se encuentran, hablan o empiezan a hablar acerca del clima porque hablar del clima es, un poco, hablar de todo, abarcar la totalidad de la historia del hombre, de lo que fue y lo que vendrá. No es casual que los noticieros de televisión se reserven para el final el acto de develar el pronóstico meteorológico, lo más importante, el misterio de lo previsible y de lo imposible de pronosticar a ciencia cierta y exacta.

DOS La organización terrorista ETA �si fuera un fenómeno meteorológico- ha propuesto un mes de julio decididamente borde y �como el clima� puede más o menos suponerse lo que va a suceder teniendo en cuenta variantes de presión y desplazamientos de frentes fríos y conversaciones en el lenguaje internacional de las nubes. Del mismo modo �desde rota una supuesta tregua a principios de diciembre de 1999� ETA ha venido haciendo lo que se suponía iba a hacer con el dialecto tan fácil de entender como incomprensible del espanto: amenazas, bombas, asesinatos, proclamas. Seis muertos, y la puesta en circulación de 2000 kilos de explosivos. Lo que no se puede pronosticar, claro, es cómo y cuándo, y hoy los diarios de España vienen con la noticia de uno de esos huracanes dignos de Kansas en El mago de Oz. Una escalada bestial con mucho de fiesta salvaje y negra: el 12 de julio pasado el trueno de un coche bomba en la zona comercial de Madrid seguido el 15 de julio por el relámpago de un tiro a la cabeza de un concejal del PP en Málaga y, enseguida, al día siguiente, la nevada de esquirlas de otro coche bomba junto a una casa cuartel de Agreda, en Soria. Las infografías de los diarios informan sobre estos acontecimientos con la estética universal de los comics haciéndolos parecer todavía más dignos de Metrópolis o Ciudad Gótica y no de un mundo al que suponemos más o menos civilizado y que no necesita de este tipo de efectos especiales. Después, por supuesto, el relato de lo ocurrido sin posibilidad de modificarlo. El viento indignado de los políticos de afuera y la brisa calculadora de políticos de adentro y un presidente dándole el pésame a una viuda flamante y a un hija que no entiende cómo fue que su cielo se oscureció tan de golpe si segundos antes de los disparos hacía un sol o una luna que rajaban la tierra. El que firma esto lo ha pensado y escrito con la curiosidad de quien �turista accidental, extranjero local� nopuede evitar asombrarse por la falta de crescendo narrativo y la constancia de picos dramáticos en todo el asunto, por la sucesiva ejecución de variaciones o de variaciones a la hora de ejecutar, por el misterio incomprensible de una historia que sigue pero no parece conducir a ningún lado ni a ningún final porque sólo las buenas historias �las historias bien construidas� responden al dictamen de un comienzo, un desarrollo y una conclusión, correcta o no, pero conclusión al fin. Tal vez �como en esas novelas de Philip K. Dick donde la supuesta realidad no es más que el irreal pliegue de un mundo donde en realidad suceden las cosas� la explicación lógica sea privilegio de unos pocos iluminados muy lejos de aquí. Tal vez ni siquiera eso. Mientras tanto, ahora, ahí está la tan obvia como elegante incomodidad de esos tipos que, puntero en mano, se paran frente a un mapa que alguien proyecta sobre el fondo azul a sus espaldas pero que ellos no ven sino más pequeño, en un monitor escondido, explicando lo que ya ocurrió, lo que ocurre, lo que va a seguir ocurriendo: el calor sahariano de las explosiones, el frío sin retorno de los cuerpos sin vida, bruscos cambios de temperatura, clima borde, eso de lo que se conversa en un taxi con un desconocido que, también, tiembla y suda y se pregunta cuándo y dónde irá a escucharse el próximo estruendo de la misma tormenta de siempre.

REP

 

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