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UNA TESTIGO PROTEGIDA DECLARO QUE LA POLICIA MATO A LA MUJER DE RETANA
La verdadera historia de un crimen mafioso

Una investigación de Página/12 dio con una mujer testigo del homicidio de Mónica Oyharbide, la esposa del �hornero� Héctor Retana. Asegura que la mató la policía tras reclamarle una deuda al narcotraficante que la acompañaba. La mujer es ahora testigo protegida. Ayer detuvieron al subcomisario Carreras, acusado de homicidio.

La mujer declaró y quedó convertida, junto a su esposo y sus hijos, en testigo protegida.
Antes, contó a este diario lo que oyó y vio la noche del crimen a escasos metros de su casa.


Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) La madrugada del 17 de junio la camioneta blanca de doble cabina de la comisaría 3ª de Los Hornos se paró a metros de la esquina de 142 y 62. Adentro �según el relato de una testigo clave�, se veían las mismas siluetas de los policías que hacía 20 minutos habían terminado una larga discusión con �los que venden cocaína�, exigiéndoles el pago de un �sobre� a cambio de protección. La mujer está segura de que uno de ellos era el subcomisario Carreras. Los miraba escondida detrás del paredón de su casa. Desde allí vio a la camioneta avanzar lentamente por la calle 142. �Cuando pasaban casi justo frente a mi casa vi el caño de un arma que uno sacaba por la ventanilla�, relató. A los pocos segundos, �frente al portón de los narcos� retumbó un tiro en el falso silencio de Los Hornos. Ese disparo dio en la cabeza de Mónica Oyharbide, la esposa de Héctor Miguel Retana, uno de los asesinos de José Luis Cabezas. Desde entonces sólo se habló de un ajuste de cuentas entre narcos. Una investigación de Página/12 dio con la mujer que presenció ese crimen. En una entrevista exclusiva contó cada detalle de lo que observó aquella noche. Este diario la contactó con la Policía Judicial y con el fiscal de la causa, Víctor Violini, ante quien reiteró su relato. La mujer �cuyo nombre se omite por obvias razones� y su familia ingresaron ahora al Programa de Testigos Protegidos de la Procuración General. Ayer fue detenido el subcomisario Carreras, acusado de homicidio simple, y a la noche continuaba declarando el narcotraficante involucrado. 
�Lo que queda establecido es que hubo un intento de pedido de dinero que hace la policía para otorgar impunidad en la venta de droga �admitió ayer ante este diario el fiscal Violini�. Casi todos los meses, en esa camioneta, o en un auto particular que pertenecía al subcomisario Carreras, pasaban por el lugar a llevarse el pago de los favores.� La definición de Violini después de tomar declaración a la testigo aportada por este diario concuerda, en parte, con la línea de investigación que se seguía en el caso. El domingo 18 de junio Mónica Oyharbide murió en el hospital San Juan de Dios de La Plata, al que había ingresado la madrugada anterior con un diagnóstico de �muerte cerebral�. Su muerte fue una noticia corta en los diarios nacionales y mereció una cobertura mayor en los medios locales: al fin y al cabo, en un supuesto ajuste de cuentas, moría la esposa de �uno de los horneros�, aquellos cuatro lúmpenes de Los Hornos, que fueron sentenciados por el asesinato del fotógrafo (ver aparte). 
La casa en la que la testigo asegura que se dio la discusión sobre la coima está en la calle 142 entre 62 y 63 de Los Hornos. La vivienda de la mujer está en la esquina, a metros del lugar. En la vereda de la calle 62 esa noche había una custodia de la tercera. La había dispuesto una fiscalía después de que en mayo un contrabandista de ropa de Los Hornos agrediera a uno de los hijos de la testigo para cobrarle una supuesta deuda de 80 pesos. �Estuvo todo el tiempo recostado en el móvil�, declaró la mujer. El hombre dijo no haber escuchado nada raro en la casa donde mataron a Oyharbide. El frente del lugar tiene un portón de rejas de dos hojas y un pasillo ancho que lleva hacia el fondo, donde está la vivienda. Allí viven Fabio Bologna, de 36 años, famoso en el barrio como �el Mono� y sus dos hijos, conocidos como �los Melli�. �La propia policía dice que Bologna es conocido por la venta de droga�, le dijo a Página/12 Violini.
El lugar y los personajes gozan de una particular popularidad en la zona: según el relato de la testigo y de su marido, quien también declaró ante Violini, hace años que �todo el barrio sabe que ahí se roba y se vende droga porque es claro el desfile de autos caros y de todo tipo que van al lugar�. Tan es así que casi desde el comienzo de la investigación la hipótesis central fue que el crimen de Oyharbide se había tratado de un ajuste de cuentas. La mujer asesinada, de 30 años, era la �amigovia� de Bologna. Ese fue el calificativo que él mismo usó para definir su relación con ella en las dos declaraciones que hizo en la comisaría tercera. El Mono contó dos versiones sobre la muerte de su amigovia. Primero dijo que fumaban un cigarrillo junto a Oyharbide y Cecilia Tomacelli, otra de sus amigas, en la vereda de 142, cuando pasaron peleándose a los gritos dos hombres y una mujer. En un rapto de creatividad declaró que él les comentó: �No discutan que la vida es la linda�, a lo que uno de los aconsejados respondió con un tiro. Pero los peritos que estudiaron las manchas de sangre en el lugar del hecho aseguraron que la víctima estaba adentro del pasillo cuando recibió el disparo. Entonces Bologna declaró que había mentido, y que en realidad esa madrugada un hombre al que le había vendido �merca�, y de quien dio sólo su apodo, llegó a increparlo. �Lo que pasa es que yo le vendía droga y él se quejaba porque era falopa trucha. Estaba caliente y vino a pedirme que le devolviera la guita.� Tan enojado estaba el supuesto cliente que según Bologna sacó una arma y le disparó con mala puntería. No le dio a él sino a Mónica Oyharbide.
Para el fiscal el testimonio del narco ya había caído en el descrédito. No sólo su amiga Cecilia declaró que no vio nada, sino que fue imposible ubicar al supuesto cliente. Así, un mes y medio después, la causa tiene un vuelco con la declaración de la testigo protegida y su esposo. Ambos dicen que escucharon la discusión de los policías de la tercera �con Bologna y los Melli�: �Vos sabías que tenías que tener todo para hoy�, reprochaba Carreras. �Aguantame un par de días�, intentaba aplacar Bologna. �Mirá que te cortamos la cabeza, Mono�. Esas, según los testigos, fueron algunas de las frases que se lanzaban. �Discutieron como una hora y media. El móvil estaba parado ahí. Es una camioneta alta que manejan solamente el comisario, el subcomisario y el oficial de calle. No la toca nadie más�, le aseguró a este diario la mujer. �Vi al subcomisario, a otro hombre alto, que debe ser el jefe de calle porque es el único alto que hay en la comisaría, a otro que es uno gordito, y un cuarto que no se bajó del móvil�, contó. La mujer guardó el secreto en medio de un campo minado. Los policías de la tercera siguieron custodiando su casa hasta ayer a la mañana, cuando en un operativo de la Policía Judicial, ella, sus cinco hijos y su marido fueron sacados del lugar con lo imprescindible, para ser protegidos del peligro. Ya están lejos de la noche de Los Hornos.

 

 

Retana, el hornero

Los Hornos, el barrio más populoso del Gran La Plata, se hizo famoso gracias a �los horneros�. Ese fue el bautismo que el periodismo les dio a los cuatro ladrones de poca monta que luego serían condenados por el asesinato de José Luis Cabezas. Retana, que en ese entonces tenía 28 años, fue el primer hombre de la banda liderada por el policía Gustavo Prellezo que se quebró ante la Justicia y confesó paso a paso cómo fue el crimen del fotógrafo que provocó una conmoción política en el país. �El 25 de enero Prellezo vino sacado, desesperado. Decía que se cumplía la fecha. Yo estaba arriba del Fiat Uno cuando él mató a Cabezas y vi que tomó el bidón de nafta que había en el baúl y le ordenó a Luis Braga que lo prendiera fuego�, declaró tras su detención el 9 de abril de 1997. 
Retana, preso hoy en el pabellón de evangelistas de la Unidad 9 de La Plata, es portador de VIH y es atendido periódicamente en el hospital San Juan de Dios. Es el mismo lugar al que fue llevada herida su mujer Mónica Oyharbide la madrugada del 17 de junio. Allí, luego de una agonía de 24 horas, la mujer murió como consecuencia de un tiro en la cabeza. Oyharbide seguía una vida no muy diferente a la que su pareja había llevado hasta el crimen del fotógrafo. En el mismo barrio él había formado parte de una banda mixta dirigida por Prellezo que solía robar y vender droga en sociedad con el policía. Retana fue condenado a prisión perpetua por la Cámara de Dolores junto a los horneros Sergio González, Luis Auge y Horacio Braga. En el mismo juicio oral, el ex oficial Prellezo fue condenado como autor material del crimen, los policías Aníbal Luna y Sergio Camaratta como partícipes y el ex jefe de la custodia del empresario Alfredo Yabrán, Gregorio Ríos, como el instigador. 

 

 

LA MUJER QUE SE CONVIRTIO EN TESTIGO EN PELIGRO
�Yo tenía miedo y no dormía�

Por C.A.

Durante siete años, la testigo clave del asesinato de Mónica Oyharbide, y de los negocios sucios de lo que sería una banda de la Policía Bonaerense, vivió junto a su marido y sus cinco hijos en Los Hornos. Fueron comerciantes y la crisis económica los dejó a la deriva, con un sueldo estrecho. Cuando este diario pudo contactar a la mujer, en la cara tenía esas líneas profundas que imprime el terror en las víctimas. Temblaba. Le costaba articular las frases y repetía, en una letanía, que ya no soportaba guardar el secreto de lo que había visto. �Lo único que quiero es que protejan a mis hijos�, pedía. 
Hasta el 20 de abril, la vida de esa familia no fue muy diferente de la del resto de las familias pobres de Los Hornos. �Desde siempre, todo el barrio sabe quién vende, quién roba y qué hace la policía, pero es algo que ya es así y uno termina siendo sordo y ciego para sobrevivir�, explica. Ese día, Angel Salas, un vendedor de ropa de contrabando, llegó a cobrarle una supuesta deuda. �Ya me había amenazado y ese día golpeó a mi nena de siete años.� La niña sufrió un politraumatismno y fue atendida en el Hospital de Niños de La Plata. No conforme, Salas volvió a amenazarla. El 2 de mayo, la UFI 6 ordenó una custodia permanente en la casa de la mujer. Fue el comienzo de una relación cada vez más difícil con la Comisaría 3ª. 
�Les molestó desde el comienzo tener que cumplir con la guardia. Era el lugar menos indicado�, dice la testigo en una oficina de la Policía Judicial. Con el paso de los días, la custodia asignada por la Justicia comenzó a faltar. �Había noches en que mandaban a alguien y de repente ya no.� La mujer, que aun no cargaba con el peso de haber presenciado el crimen de Mónica Oyharbide, se quejó personalmente ante el subcomisario Carreras. �El me basureó. Yo estaba tan conmocionada que llegué a decirle que todos los vecinos sabíamos qué pasaba en la cuadra, qué hacía la policía en la casa del Mono (Fabio Bologna)�. El subcomisario Carreras reaccionó como un duro: �Me terminó diciendo en un tono irónico: �Mire, señora, usted está rompiendo demasiado los cocos. Sería mejor que se tranquilizara porque si no le puede pasar lo mismo que a Rosa��. 
A ella le costó darse cuenta de que le hablaban de Rosa, la madre de Miguel Bru, el estudiante de periodismo torturado y asesinado en la Comisaría 9ª de La Plata. Ayer, este diario pudo confirmar que Carreras habría sido el oficial que instruyó la causa por la desaparición de Bru durante los primeros días del encubrimiento del caso. �La noche del crimen estaba despierta, porque ya sabía que el custodio que mandaron era del grupo del subcomisario y cuando era así no dormía �cuenta�. Tenía miedo. Fue por eso que vi ese asesinato que tanto me pesa.� 

 


Una mano más dura para quien use armas de fuego

El Senado se aprestaba anoche a aprobar la modificación al Código Penal que aumenta en un tercio las penas de cualquier delito en el caso de que sea cometido con armas de fuego. Así, algunos delitos excarcelables ya no lo serán.

Usar un arma, aunque sea para algo menor, será delito grave.
El agravante funcionará para todos los delitos del Código.

Al menos habrá que pensarlo dos veces. El Senado se aprestaba anoche a convertir en ley la modificación al Código Penal por la cual todos los delitos en los que se use un arma de fuego serán castigados con penas mayores. El nuevo artículo 41 bis aumentará en un tercio las penas mínimas y máximas de los delitos cometidos en esas circunstancias. La nueva incorporación, además, altera sustancialmente las penas para casos que hasta ahora se consideraban excarcelables o delitos menores. La reforma será incorporada dentro de las disposiciones generales del Código, con lo que el uso de armas será considerado un agravante general. Esa fue la objeción más fuerte que recibió la Alianza desde los senadores de la oposición, y uno de los motivos de la postergación del debate, que al cierre de esta edición aún no concluía.
El proyecto recibió media sanción en noviembre del año pasado en Diputados. Y fue sobre esa base sobre la que trabajó la Comisión de Asuntos Penales y Carcelarios para terminar el dictamen que ayer entró al recinto buscando un acelerado tratamiento sobre tablas. 
Existió un antecedente tomado en cuenta por los senadores para fundamentar el proyecto: �El 95 por ciento de los homicidios que suceden en el país se producen por el uso de armas�, explicó a Página/12 el senador Jorge Agúndez, presidente de la Comisión. Bajo este eje rector, entre los fundamentos del dictamen se aclararon los motivos de la reforma: �Las palabras tiroteos �se indica�, asaltos, muertes violentas, rehenes ya son de uso común y cotidianos: los delincuentes no amenguan su raid delictivo que cada vez son más violentos y se cobran vidas de inocentes�.
Para �atacar� la metodolgía del uso de armas como modus operandi, se incorpora ahora el artículo 41 bis que aumentará las condenas de todos los delitos donde exista intimidación con armas de fuego. Esto será así porque el artículo no fue insertado entre las disposiciones particulares del Código Penal sino entre las generales. A partir de ahora, al pie del capítulo V de Imputabilidad se leerá: �Cuando alguno de los delitos previstos en este Código se cometiera con violencia o intimidación contra las personas mediante el empleo de un arma de fuego, la escala penal prevista para el delito de que se trate se elevará de un tercio en su mínimo y su máximo, sin que ésta puede exceder el máximo legal de la especie de pena que corresponda�.
El agravante, se indica a continuación, no podrá aplicarse cuando el uso del arma ya se encuentre contemplado como constitutivo o calificante del delito. Por eso, el 41 bis no alcanza, por ejemplo, al robo cuyas penas ya está previsto que aumenten si se comete con armas.
Se tomará en cuenta, en cambio, sobre los delitos contra la libertad individual como las mediáticas tomas de rehenes. La condena de 6 meses a 3 años de prisión que hasta ahora pesaba sobre quien privase a otro de su libertad personal, pasará a 8 meses de mínima y cuatro de máxima.
El dictamen que buscaba la aprobación en el recinto fue elaborado en base al proyecto aprobado en Diputados y sobre uno del senador Jorge Yoma, donde se cuestiona el carácter general de la modificación. Yoma fue uno de los senadores que firmó en disidencia parcial con la reforma. �Por la inconveniencia de acudir a reformas que funcionan a modo de parches momentáneos�, explicó. Para el senador, la modificación es un endurecimiento encubierto de las penas a través de una reforma sobre figuras que no deberían modificarse. De acuerdo con sus estudios �no existe en la legislación comparada moderna más avanzada �dijo� un agravante general por el uso de armas de fuego como el que se pretende sancionar�. 
Con este aspecto coincidió el senador Carlos Sergnese, que firmó en disidencia completa. Otro de los puntos cuestionados por el justicialismo fue la limitación de la reforma al uso de armas de fuego. De acuerdo a Yoma �es inconcebible que los delitos se agraven sólo por el uso de esas armas y no se contemplen puñales, lanzas, armas u otro tipo de explosivos�. En respuesta a este particular, Agúndez y los promotores dela reforma hablan de la vulnerabilidad a la que deja librada el arma de fuego. �Frente a un cuchillo, la víctima se puede defender, mientras que frente a un arma de fuego, la desprotección es total�, dijo a este diario.

 

 
Cambios

En todos los casos, la pena se incrementará en un tercio si, además de existir uso de un arma de fuego en un delito, se prueba la intención de cometer ese acto con violencia o intimidación. Ahora existe una figura que pena lesiones leves, graves o gravísimas. Para las leves se prevé una condena de 1 mes a 1 año de prisión. Con la aprobación del 41 bis, y bajo las circunstancias que allí se precisan, la pena pasaría a 1 mes y 13 días de mínima y, de máxima, 1 año y tres meses. En caso de homicidio simple prevé ahora agravantes como el de vínculos familiares, pero no por uso de armas, con una pena de 8 a 25 años. Con la reforma, si para un crimen se usa arma de fuego, la mínima será de diez años y 8 meses. La máxima no se modifica porque la ley indica que no puede excederse el máximo legal.

 

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