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POLEMICA SOBRE EL ROL DEL ESTADO
Un diagnóstico para las fundaciones

Ante la crítica situación económica que enfrentaba la Fundación Favaloro, ¿debía el Estado financiarla? Aquí médicos sanitaristas debaten el lugar de estas entidades en la salud pública.

La Fundación Favaloro: una institución ahogada por su economía.


Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes) El doctor René Favaloro no hubiera operado a un paciente movido por la emoción, antes de tener claro el diagnóstico, ni se hubiera apresurado a emitir juicio sobre las causas de la muerte de un hombre sin haber investigado el caso. El mismo rigor se impone para juzgar la conducta del Estado respecto de la fundación que Favaloro había creado: ¿era deber del Estado hacer lugar inmediato a los pedidos del prestigioso médico? Más en general, ¿qué lugar les corresponde a las fundaciones, al llamado �tercer sector�, en la atención de la salud en la Argentina? ¿Debe el Estado apoyarlas? Y, si es así, ¿de qué manera? Página/12 consultó a especialistas, cuyas opiniones abren muy diversas perspectivas: desde la crítica a fundaciones que, en su mayoría, no cumplirían sus obligaciones legales y vivirían de subsidios del Estado, hasta la idea de que las fundaciones permitirían una gestión más ágil y eficiente de la salud, insuficientemente valorada en la Argentina. El debate es importante ya que concierne, no sólo a la muerte de un hombre sino también a la de muchos, en un país donde, por ejemplo, la mortalidad infantil es un tercio superior a la de otros países de América latina.
�Hay que mirar con alguna sospecha los subsidios del Estado a las fundaciones que ofrecen servicios de salud�, sostiene el sanitarista José Escudero, profesor en las universidades de Buenos Aires, Rosario, La Plata y Luján. La sospecha del especialista proviene de que �contra lo que suele pensarse, actualmente en la Argentina el Estado es el más eficiente prestador de salud, con sus servicios propios, sus hospitales públicos: es así, rigurosamente, si uno mide los servicios que presta en relación con el dinero que utiliza. El Estado es quien atiende a los pobres, quien se ocupa de las patologías más complicadas y quien atiende a la gente que queda �colgada� por el incumplimiento de los prepagos y las obras sociales�.
En cambio, �la Fundación Favaloro atendió gratis al escritor Augusto Roa Bastos, que no tenía dinero, pero sí tenía, digamos, un capital cultural; atendió gratis a otras personas, pero en cantidades que no son significativas en términos demográficos, epidemiológicos�, observa Escudero, y señala: �No hay que olvidar que los fondos públicos que se adjudican a fundaciones dejan de otorgarse a los propios servicios estatales, que están absolutamente desfinanciados en un país donde hay diez mil muertos al año por desnutrición y donde la mortalidad infantil triplica la de Cuba y duplica la de Chile y Costa Rica�.
A juicio de Escudero, �junto con la desarticulación del Estado se infló el denominado �tercer sector�, de modo que la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos se ha convertido en una actividad graciable, en el estilo de las sociedades de beneficencia de los años 30, con gran efecto mediático: se celebra cuando una conocida empresaria le regala una prótesis a un inválido, aunque, si ella realmente pagara los impuestos, con ese dinero se podría atender a miles�.
También Vicente Mazzasero, director del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UBA, es precavido sobre las fundaciones en materia de salud: �Las fundaciones no están mal en sí mismas, pero sí está mal que el Estado haya delegado en ellas responsabilidades que le competen. El Estado argentino no cumple en su función de asegurar la salud para todos mediante una planificación integral y programas efectivos�.

�La fundación no es inocente�

Mario Borini, profesor en la Escuela de Salud Pública de la UBA, formula un inquietante análisis de la relación entre gobiernos autoritarios, corrupción y fundaciones: �Las fundaciones fueron aprobadas en 1978 por el decreto 732 de la dictadura militar, que les concedió una desgravación del35 por ciento en las importaciones. Esto permitió que la tecnología de última generación se fuera concentrando en entidades privadas; hasta entonces, toda la tecnología de primer nivel estaba en instituciones públicas. Esa medida se articuló con la Ley 18.610, por la cual la dictadura de Onganía había favorecido a dirigentes sindicales al permitir que las obras sociales crecieran con fondos, cautivos, de los trabajadores. A estos dirigentes les convenía contratar los servicios de alta complejidad con entidades privadas porque, de hacerlo con entidades públicas, habrían encontrado más trabas o controles para recibir retornos, coimas. Las fundaciones no son inocentes�.
Según Borini, �el decreto 732 obligaba a las fundaciones a atender gratuitamente a pacientes de hospitales públicos, pero en la mayoría de los casos esto no se cumplió, fue bochornoso. Además las fundaciones tenían prohibido, por un lapso determinado, vender los equipos que importaban, pero en muchos casos los bienes entraban por una puerta y salían por otra, hacia entidades comerciales vinculadas con la fundación�. �Es cierto �quiere destacar Borini� que hubo excepciones: hubo fundaciones que trabajaron correctamente y de acuerdo con la ley.�

Filantropía en serio 

El sanitarista Aldo Neri, ex ministro de Salud, destaca que �de los países donde existe filantropía en serio, es decir, no subsidiada por el Estado, el más típico es Estados Unidos. Allí, las fundaciones sin fines de lucro nacen de legados o donaciones: una persona rica o una gran empresa entregan millones de dólares para crear una fundación y garantizar su subsistencia. En nuestro medio, y tomando por caso la Fundación Favaloro, el capital inicial fue sustituido por la gran voluntad de su fundador, su indiscutible talento y su capacidad para recaudar apoyos financieros del Estado�.
�Absolutamente todos los gobiernos subsidiaron a la Fundación Favaloro -continúa Neri�: la dictadura militar, el gobierno de Alfonsín, el de Menem. Además de contar con los beneficios de exención impositiva y créditos a tasas preferenciales que tienen estas fundaciones.�
Actualmente Neri estima que �el Estado debe ser muy prudente en el manejo de los subsidios porque tiene obligaciones propias; su función principal no es subsidiar al sector privado. Y una fundación no puede crearse para subsistir de los beneficios que le pueda otorgar el Estado. Debe tener viabilidad propia porque pertenece al sector privado; filantrópico, pero privado�.
En cuanto a la Fundación Favaloro, �a partir de los subsidios que recibía, tenía cierta responsabilidad moral para con el Estado, pero sólo excepcionalmente atendió en forma gratuita. Por lo demás, los subsidios, aunque fueran significativos, no podían alcanzarle para atender a la manera de un hospital público�.

�La fundación cumple�

Distinta es la perspectiva del sanitarista Ginés González García, rector de la Universidad Fundación Isalud: �La Argentina, como ninguna sociedad, deja a sus fundaciones al desamparo. Una sociedad donde las ideas de mercado son hegemónicas, como los Estados Unidos, organiza su sistema tributario de manera que las empresas obtengan deducciones fiscales cuando aportan a las fundaciones. O bien, en Europa, donde se otorga más importancia a la acción estatal, el Estado es quien subsidia a las grandes fundaciones, por ejemplo la Giménez Díaz, que en España administra, mediante subsidio, un hospital de 500 camas. Pero también en Brasil la fundación Oswaldo Cruz, por ejemplo, recibe 300 millones al año de subsidio estatal�. Según González García, �las fundaciones cumplen sus objetivos con mayor eficacia que las burocracias estatales. Por eso, programas públicos muy importantes se están transfiriendo a fundaciones, como es el caso, también en Brasil, del programa de lucha contra la mortalidad infantil y el hambre, que maneja la esposa del presidente Henrique Cardoso. Bueno, al fin y al cabo fue el caso de la Fundación Eva Perón, que administraba Evita en el primer gobierno justicialista: con subsidio estatal, ofrecía asistencia directa y rápida, atravesando todas las burocracias y los ministerios�.
Pero en la Argentina, según González García, �es como decía Favaloro: a mí tampoco los funcionarios públicos me atienden cuando voy en nombre de mi fundación. Los burócratas del Estado consideran que uno es un enemigo si hace algo mejor que ellos, gastando menos plata y con mejores resultados. Y mucha gente no sabe que los que dirigimos fundaciones respondemos con nuestro patrimonio personal si la fundación quiebra.
�Es decir que, si su fundación entraba en problemas, el doctor Favaloro hubiera debido responder con su patrimonio personal...
�Sí, por supuesto �contesta Ginés González García.

 

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