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UN HOMENAJE A LOS OPERADORES DE RADIO
La historia también se oye

El recuerdo de los ochenta años de radio en la Argentina dejó afuera a los responsables de que, precisamente, los programas se escuchen.

Por María Luz Príncipe

t.gif (862 bytes)  “Un conductor de radio expresa sus pensamientos por medio de la voz. Nosotros decimos a través de los sonidos”. Alberto “El Chino” Chinen, una estrella oculta de FM Rock and Pop, define así el trabajo de una porción grande de aquellos que hicieron los ochenta años de la radio y que, de algún modo, fueron dejados afuera del festejo general. Para que cualquier radioescucha sepa de qué se trata la labor de un operador radial sólo es cuestión de prestar atención al programa de su preferencia: atrás, en torno, en derredor de la voz o las voces ocurren sonidos, ecos, efectos, cortinas y avisos cuyos responsables son anónimos trabajadores del medio.
Esos dedos que hoy acarician perillas, pulsan botones, manipulan discos, casetes y CD’s comenzaron a moverse el mismo día en que se transmitió la ópera Parsifal desde el Coliseo, en agosto de 1920. Enrique Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza fueron en rigor los primeros operadores técnicos de radio: usando un transmisor de 5 vatios y un micrófono para sordos traspasaron el aire, iniciando una era que haría historia.
Carlos Golmar, con 46 años de trabajo (trabajó con Bernardo Neustadt y Juan Carlos Mareco y hoy opera “Las dos carátulas” por Nacional) es el hombre detrás de las perillas en el programa de Magdalena Ruiz Guiñazú en Radio Mitre. “Yo estoy en la radio desde que, antes de empezar un programa, lo primero que sacabas del bolsillo al llegar al control era tu cajita de púas. Había que cambiarlas cada tres discos porque la dureza del vinilo las gastaba, luego vino el long play y las cápsulas para LP, los discos de 45 y 33 1/3. Después el grabador de alambre, y por fin el de cinta abierta. Estoy viviendo la desaparición del casete: hoy el CD, si es que no está cargado en una computadora junto con la tanda, y el DAT son la mayor fidelidad en sonido. Ahora es sentarse ante la consola, apretar unos botoncitos y todo sale, hay que ir adaptándose”, cuenta. Para Magdalena, Golmar es parte central de su equipo de trabajo.
El avance de los equipos de transmisión y la tecnología digital produjo grandes cambios. Julián Etcheverría, conocido como El Pento y responsable junto a Guillermo García en 1990 de la puesta en el aire de “Buenos Aires, una divina comedia”, conducido por Lalo Mir y Elizabeth Vernaci, cree que a pesar de haber facilitado la labor de grabaciones y ediciones de audio, se perdió lo artesanal de la operación en vivo. “La belleza y el feeling de este trabajo no son los mismos con el CD”, dice. “No renegamos de la tecnología”, aclaran El Pento y Chinen, señalando los equipos que los rodean. “Pero el vértigo que daba operar programas como “Radio Bangkok” (Lalo Mir, Bobby Flores y Duglas Vinci) en 1987, o “Malas Compañías” (Mario Pergolini y Eduardo de la Puente) era increíble. En principio no había una pauta fija; la creatividad funcionaba sobre la marcha y no teníamos ni la mitad de los equipos de hoy”.
Muchas veces lo artesanal le juega una mala partida al operador, el caos se apodera durante eternos segundos del control y se produce el terror del éter: un bache. Ahí es cuando un operador puede demostrar lo que vale. En varias oportunidades las cosas se han solucionado, literalmente, a las patadas. En la época en que trabajaba con las publicidades grabadas en casete, Chinen se anticipaba a la emisión de la tanda y preparaba las cintas poniéndolas en punta. “Había un disco sonando, sólo tenía que abrir el micrófono, el locutor anunciaba el tema, cerraba el micrófono y tiraba la tanda, sencillo. Un día, voy a la primera casetera de publicidad y no sale nada, de la segunda tampoco y de la tercera menos. Les pegué tal puntín a las tres que De la Puente, que estaba ahí, las atajó haciendo equilibrio. Al final anduvieron”. Pento, entusiasmado como si recordara travesuras de niño, cuenta una historia de una tarde de sábado en que el sol derretía el pavimento y él operaba el ranking American Top Forty: “Ibagrabado, las cintas duraban media hora y yo disparaba la tanda. Dejé sonando el rollo, me puse el walkman y crucé a tomar una cerveza. Pasaron quince minutos y escuché que el locutor Rubén Darío Vega decía: “A la vuelta nos encontraremos con los próximos veinte temas”. La grabación había terminado antes. Corrí por la calle, pero se abrió el semáforo y no pude cruzar. Por segunda vez el locutor dice: “Atención Sr. Operador, ésta es la segunda parte...” Cuando llegué al estudio sonó el teléfono y era Daniel Grinbank. Mejor no cuento lo que me dijo”.
Entre las cosas que pasan puertas adentro, las bromas entre la cabina de transmisión y el estudio son habituales. Golmar recuerda esta historia: “Un locutor novato de Radio Belgrano tenía la manía de ponerse los auriculares ni bien entraba al estudio. No se nos ocurrió mejor idea que mandarle por auriculares, sin que saliese al aire, su propia voz con retardo. El chico que escuchaba sus palabras duplicadas, al saludar con un “Buenas Noches” en el informativo, se contestaba a sí mismo. Comenzó a sudar y en la cabina nos asustamos. De todas formas no lo pudimos curar, siguió con los auriculares siempre puestos. Los integrantes de la producción de un programa, el que conduce y el que maneja la consola, saben que conforman un equipo de trabajo en el que el éxito va a depender de su mutuo apoyo.
Lalo Mir dice sobre los operadores: “Son la mitad de uno”. Para Eduardo Esarte, jefe operativo en La Red y coordinador de la carrera de Operadores de Radio en el ISER, “un técnico tiene que ser creativo, rápido y capaz de operar tanto AM como FM. Ellos son los responsables de la puesta en el aire de la emisora, son parte de un equipo. El operador radial no habla al aire, pero está continuamente diciendo cosas”.

 

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