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ENTREVISTA AL DIBUJANTE QUINO Y AL CINEASTA Y ANIMADOR CUBANO JUAN PADRON 
�Somos nostálgicos de los ideales de los �60�

Una experiencia frustrante en la década del �70 había convencido al argentino de que no tenía sentido que los personajes de sus tiras y páginas de humor fuesen animados para televisión. En esta nota cuenta por qué accedió a hacerlo, y por qué quedó conforme con los resultados.

Dato: �El mundo está peor que cuando hacía �Mafalda�. En aquella época estaban los Beatles, la guerra de Vietnam, el Mayo Francés... Todo eso se fue al carajo.�

El dibujante mendocino y el realizador cubano dicen que trabajan juntos básicamente porque son amigos.


Por Roque Casciero

t.gif (862 bytes) Aunque se conocieron personalmente recién en 1984, la relación entre Quino y Juan Padrón �a través de sus obras� llevaba varios años. Un lustro atrás, cuando fue jurado en el Festival de Cine de Gijón (España), el dibujante y humorista argentino había disfrutado de Vampiros en La Habana, un largometraje del director cubano. Para entonces, Padrón ya era fanático de Quino: tenía libros de �Mafalda� desde mediados de los �60 y seguía las páginas de humor del dibujante en diarios venezolanos que llegaban a Cuba. En 1976, ambos coincidieron en Lucca, Italia, pero Padrón no se animó a saludar a su ídolo. �Qué maricón, ¿no?�, sonríe Quino, sentado al lado de su amigo y colaborador cubano, quien visita Buenos Aires para dar un seminario durante el ciclo �Primavera Animada�. La historia, como se verá en esta entrevista, continuó con idas y vueltas, pero dio muy buenos frutos: los 52 cortos animación de Quinoscopio y los 104 de Mafalda, que en la actualidad emiten Locomotion y Fox Kids, respectivamente.
�Nos vimos las caras en el �84, cuando fui al Festival de Cine de La Habana como jurado de los afiches�, recuerda Quino. �En esa oportunidad, a Alicia (su esposa) y a mí nos habían puesto a Juan para que nos acompañara y nos mostrara la ciudad.� Hubo un par de desencuentros más. A Padrón le dijeron que debería recibir a Joaquín Lavado (tal es el verdadero nombre del dibujante): no le provocó emoción alguna, porque no sabía quién era. Cuando le aclararon que se trataba del creador de �Mafalda�, casi se desmaya. Después estuvo otra vez a punto del colapso, porque llegó tarde al aeropuerto y Quino ya se había ido.
Quino: Con Juan fue como si nos conociéramos de antes. Y luego la relación fue con su familia, sus niños...
Padrón: Mi hija Silvita, que tenía 6 años, peinaba a Quino.
Quino: ¿Cuántos años tiene ahora?
Padrón: Tiene 19.
Quino: Claro. (Se toca la calva.) En ese entonces, yo tenía un poco más para que me peinara Silvita.
�En esa sensación de conocerse de antes, ¿tenía que ver lo que le había provocado a cada uno la obra del otro?
Quino: Había visto sólo un largometraje, así que no tenía mucha idea. Fue caerse bien de entrada, nada más, pero es algo que a mí se me dio muy pocas veces con varones.
Padrón: Claro, fue amor a primera vista.
Quino: Cuando íbamos a casa de algunos dibujantes, ellos decían: �Llegaron los novios� (risas). Esa vez estuve unos diez o doce días en La Habana, pero después volví ocho veces. La última nos la pasamos dentro de una habitación de hotel, bien provistos de botellas de ron y cerveza. Pero trabajando en serio, ¿eh?
�¿Cómo fue que decidieron trabajar en los Quinoscopio?
Quino: Fue porque mi mujer dijo: �Ya que se quieren tanto, ¿por qué no hacen algo juntos?�.
Padrón: Hicimos un piloto y cuando lo vio Quino, se decidió a hacer más. Recopilamos otros chistes y trabajamos juntos en Milán y en Buenos Aires. Lo principal fue que nos divertimos.
Quino: Lo primero que pasaba cada vez que íbamos a trabajar era que la Silvita me decía: (con acento cubano) �Quino, no emborraches a mi papi� (risas). Porque, claro, a partir de las 10.30, uno pensaba: �Bueno, un roncito viene bien�.
Padrón: Claro, uno se desinhibe.
Quino: Algunos chistes eran cantados que iban a quedar bien con la animación, porque tenían mucho movimiento. Con otros discutimos bastante, porque yo pensaba que no se iban a entender. Pero él me decía: �Qué coños, déjamelo a mí, que soy el director�.
�Usted no había quedado satisfecho con la experiencia previa de animación de Mafalda, hecha en los años �70. Quino: No, para nada. Quedaba muy feo con esas voces y esos colores. Era todo muy rosadito. No tenía gags visuales, era todo hablado. Por eso no quería volver a trabajar en animación con Mafalda.
�Pero finalmente Padrón lo convenció de hacer los cortos.
Quino: También ahí intervino Alicia: ella fue quien me convenció. Juan, que cuando se emborracha un poquito hace unas imitaciones bárbaras, se conquistó a un español que debía decidir la financiación del proyecto. Juan hizo un samurai y el tipo se enloqueció: al otro día teníamos el apoyo. Eso es lo que yo llamo el poder del ron (risas).
�Los cortos de Mafalda no tenían voces.
Quino: Decidimos hacerlo así, lo cual fue más difícil, ya que las tiras tenían diálogos y debíamos lograr que las ideas se entendieran sin palabras. Y creo que quedaron muy bien.
�¿Volverán a trabajar juntos?
Padrón: Cuando el maestro quiera.
Quino: Con Mafalda, no. Ya agotamos todas las tiras que se podían resolver de esta manera. Y con los Quinoscopios, no sé. Si tuvieran una distribución mejor para que la gente los viera... Porque no vale la pena trabajar tanto para que después no tenga la difusión que a uno le gustaría. Está bien que nos divertimos, y tomamos ron y cerveza, pero... Tal vez tendríamos que buscar productores de varios países para asegurarnos la distribución.
�¿No lo tienta la idea de trabajar en un formato de animación más largo?
Quino: Lo que pasa es que, desde hace muchísimos años, estoy limitado a hacer trabajos de una página.
�¿Es un límite externo o es autoimpuesto?
Quino: Me lo puse yo. Pero estoy con ese esquema y me resulta muy difícil imaginarme historias más largas. En realidad, es por fiaca (risas). Juan tenía la idea de reunir a esos señores chiquitos que repito tanto en mis tiras, convertirlos en uno solo y encadenar varios gags con el maltrato que recibe cuando va a un restaurante, a una oficina pública, al médico... Se podría hacer.
Padrón: Pero igual sería una historia cortica, de unos diez minutos.
�Hace poco, en un reportaje dijo que cuando dibujaba a �Mafalda� lo hacía con la idea de que sirviera para cambiar algo, pero no aclaró si creía haber logrado su propósito.
Quino: Creo que no lo conseguí. El mundo está peor que cuando hacía �Mafalda�. En aquella época estaban los Beatles, la guerra de Vietnam, el Mayo Francés... Todo eso se fue al carajo. La vigencia del personaje es por nostalgia de los ideales que tenía mi generación. Hoy, si alguien tiene ideales políticos, están tan postergados que ni se notan. Nosotros, puede decirse, somos nostálgicos de los ideales de los �60.
�Padrón, ¿comparte eso de que estamos peor que en la época de Mafalda?
Padrón: Sí. En especial los países que eran parte del bloque comunista, que ahora escogieron un camino que a mí me provoca tristeza. Ellos tenían toda una tradición que cambiaron por el capitalismo salvaje. En Cuba estamos hablando de salvar las conquistas de la Revolución, mientras que en los países del Este perdieron todo lo que habían logrado en salud pública y cultura porque querían comer en Mc Donald�s.

 

 

Mafalda, Rico, la Iglesia

�¿Qué le provocó que Aldo Rico usara a Mafalda para hacer campaña política o que la Iglesia salteña la pusiera en un afiche por el jubileo del 2000?
Quino: Lo de la Iglesia me ha indignado muchísimo. Bueno, en realidad, lo de Aldo Rico también, por supuesto, pero lo otro ha sido más reciente y todavía estoy indignado. El póster habla del jubileo del año 2000 y abajo de él hay una historietita en la que te llaman a acercarte a Dios. El asunto es que tiene a Mafalda en distintas escenas. En una de ellas, dice: �muy entretenida para pensar en Dios�; hay otra en la que está el padre mirando una biblioteca y pusieron la leyenda: �muy ocupado para pensar en Dios�. Y después termina con una Mafalda en un ataúd, que dice: �muy tarde para pensar en Dios�. No me digas que no es algo espantoso.

 

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