Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

Utópicos, pero no asesinos
Por Roberto Cossa

Los presos de La Tablada, tres mujeres y diez hombres, marchan aceleradamente a la autodestrucción física. El viernes por la tarde los médicos de las entidades humanitarias alertaron que en las próximas horas los detenidos de contextura más débil comenzarán a sufrir daños irreversibles. Recordemos que estos presos estuvieron, primero, 46 días sin ingerir alimentos. El 3 de agosto depusieron su actitud ante la promesa de que sus reclamos serían satisfechos. Un mes después, cuando comprobaron que lo prometido no se cumplía, reanudaron el ayuno. Llevan, ahora, otros 27 días consecutivos de abstinencia.
De hecho, los presos de La Tablada se han condenado a muerte. Y la sentencia es cuestión de días. Ha llegado el momento, entonces, de que los hombres y mujeres de corazón dejemos de hacernos los tontos y nos comprometamos con este tema.
Debo aclarar que, como la gran mayoría de los argentinos, pienso que el ataque al cuartel de La Tablada fue una locura. Nunca entenderé el motivo que impulsó a estas mujeres y a estos hombres a planificar un acto, no sólo injustificado, sino contrario a los intereses que decían defender. Porque el ataque al cuartel de La Tablada desacreditó la lucha de los sectores progresistas, empastó el difícil camino de juntar a la izquierda con el pueblo y le otorgó a la derecha una excusa inmejorable para fortalecer el sistema.
Pero los presos de La Tablada no son asesinos. Podrán ser equivocados, alucinados, utópicos, pero nunca asesinos. No atacaron el cuartel para robar; no se jugaron la vida para obtener ventajas personales; no los impulsó un sentimiento de venganza. Creyeron que era una estrategia válida para fortalecer la democracia frente al avance carapintada. Quizá resulte inexplicable, pero les otorgo un voto de confianza. ¿Por qué?
Conocí profundamente a Carlos Alberto �Quito� Burgos, uno de los muertos en el ataque. En mis tiempos de periodista trabajé junto con él durante cinco años. Quito era un peronista genético, preso Conintes, perseguido y exiliado por López Rega, admirador de la Revolución Cubana, líder gremial y, por sobre todo, un hombre con un profundo amor hacia los demás. Fue uno de los ideólogos del Movimiento Todos por la Patria.
Quito no era un asesino, como no lo es fray Antonio Puigjané, como no lo fueron los 39 muertos ni los 21 sobrevivientes.
Los presos de La Tablada, digámoslo de una vez por todas, son presos políticos. Sólo así se explica que organismos insospechados como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA exijan una segunda instancia en el juicio a los presos; o que el gobierno de España (el de Aznar) reclame el cumplimiento de la exigencia de la CIDH; o que el gobierno de Italia se expida en el mismo sentido. Los intelectuales y dirigentes de los derechos humanos de varios países extranjeros, entre ellos cuatro Premio Nobel, no se habrían movilizado si no se tratara de presos políticos.
El propio gobierno argentino se debate en medio de incoherencias, avances y retrocesos, promesas y traiciones. Padece estos trajines porque se enfrenta con un hecho político. El jueves último la Cancillería, abrumada por la presión internacional, sacó un comunicado donde dice que �espera con interés que el Congreso nacional pueda aprobar una legislación que contemple la garantía judicial del derecho al recurso ante un tribunal superior a las personas juzgadas de acuerdo con la Ley de Defensa de la Democracia�. Este confuso palabrerío apoya, en síntesis, el reclamo de los presos, es decir la incorporación del derecho a la apelación en la mencionada ley. La Cancillería, además, les recuerda a los legisladores que la garantía está prevista no sólo en la Constitución Nacional, sino también en los tratados internacionales que firmó la Argentina. En síntesis, una obligación legal que el Congreso debe sancionar, más allá del caso de La Tablada.
Los sectores reaccionarios sostienen que este nuevo juicio abrirá las puertas de las cárceles a los presos. Si así fuera, es bueno recordar que los integrantes del MTP llevan once años encerrados en condiciones durísimas. Tiempo suficiente en un país que se caracteriza por lo benigno de las condenas.
Pero la demora del Gobierno y de los legisladores oficialistas, así como el rechazo de la derecha, ocultan otras intenciones. Un nuevo juicio destaparía ante la opinión pública detalles de la acción represiva. Los argentinos menos informados se enterarían de que durante el operativo de recuperación de La Tablada los militares aplicaron métodos tan brutales como bajo la dictadura; acciones tan crueles como las ocurridas en la ESMA o en el garaje Olimpo, los mismos crímenes que nos llenan de horror y que provocaron el Nunca Más en 1987.
Lo que piden los presos de La Tablada es justo. Y llegó la hora de que los argentinos habituados a sensibilizarnos con el tema de los derechos humanos apoyemos sus reclamos. Eso no quiere decir que santifiquemos el asalto al cuartel.
Pero la historia es así. Nosotros no la escribimos. Se nos viene encima. En 1989 era entendible el repudio a la acción del MTP. Hoy, once años después, pedir justicia para los presos ingresa en la lista de los reclamos por los derechos humanos. Porque el sistema nunca hizo justicia con los atacantes de La Tablada. Violó los más elementales principios en el momento de la represión y ahora se niega a sancionar la ley que daría lugar a un proceso justo.
Mañana o pasado las organizaciones de derechos humanos nos van a convocar a una movilización para reclamar por los presos políticos de La Tablada.
Los argentinos de buen corazón debemos responder. Es el llamado de trece seres humanos que se están inmolando. Acudir en su ayuda es una obligación moral.
No sea cosa que un día de éstos nuestra conciencia cargue con la culpa de no haber hecho nada por salvar la vida de un ser humano.
Y ustedes saben la capacidad que tiene la parca para simplificar la culpa. Puede llegar el momento en que, tardíamente, nos demos cuenta de que ese ser humano muerto era un compañero.


REP

 

PRINCIPAL