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Vivir ante los tanques y bajo una lluvia de balas

En los pueblos bajo administración palestina, especialmente los que lindan con colonias judías, los residentes viven entre dos fuegos: el de sus activistas y el del ejército israelí. Aquí, el testimonio de una familia.

Los palestinos tiran piedras contra tropas israelíes a la entrada de una colonia judía en Gaza.

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Beit Jalla, Cisjordania

t.gif (862 bytes) Con su hija menor sentada sobre su falda y la mayor aferrada a sus jeans, Manal Kamel señala con su brazo libre la colina que tiene enfrente y el tanque que apunta a su hogar. �La simple imagen de ese tanque es suficiente para hacernos entrar en pánico�, explica. Pero el tanque está allí para quedarse. En la tarde del martes, casi una hora después de que el primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el líder palestino Yasser Arafat acordaran poner fin a la violencia, un grupo de francotiradores se apostó sobre una casa vecina en los suburbios judíos de Gilo, una extensa franja de departamentos bajos ubicada a 800 metros de allí. Los soldados israelíes respondieron al fuego con sus armas automáticas. Ayer reforzaron sus posiciones alrededor de Gilo.
La casa de Kamel está justo en su camino. �Las balas caían como lluvia. Los chicos estaban durmiendo una siesta. Fue aterrador�, relata. Cuando el fuego se detuvo, tomó a sus hijos y corrió hacia la casa de su madre, en la otra punta de Beit Jalla, un pueblo próspero y mayormente cristiano en los límites occidentales de Belén. Los Kamel volvieron a su hogar ayer por la mañana, a pesar de que el ejército israelí advirtiera a los habitantes de Beit Jalla, que tienen sus casas sobre la línea de fuego, que evacuaran sus hogares o correrían el riesgo de recibir un disparo.
A pesar de que el pueblo está bajo administración palestina, el camino principal a Beit Jalla está sembrado de clavos y bloqueado por un puesto de control israelí. Kamel teme que si deja su hogar no pueda volver por varios días. Su familia se mudó allí hace casi dos años, a un hermoso edificio de dos plantas dividido en cuatro departamentos, uno para cada hermano de la familia. Todos disfrutan de una vista espectacular al valle verde de olivos y a los edificios de Gilo �construido sobre territorios palestinos ilegalmente ocupados que fueron anexados a Jerusalén�. Hasta el primero de los cuatro enfrentamientos armados recientes entre Beit Jalla y Gilo, parecía que sus vecinos judíos no existían.
Cuando el fuego comenzó el martes, los siete niños que había en la extensa casa fueron llevados al sótano, mientras el resto de la familia se turnaba para apiñarse contra la pared de la escalera principal. La señora Kamel y su hija mayor, Juwana, una niña curiosa de vestido escocés a cuadros, con edad suficiente para entender lo que ocurría, estaba aterrada. �Tiene cuatro años y es muy sensible. ¿Cómo puedo explicarle esto a una niña pequeña?�
Shadia Bazazo, nuera de Kamel, tiene cuatro hijos mayores, y su miedo es diferente. A través del valle podían oír los sonidos del velorio de Mohammed Jawarish, un niño de 14 años asesinado por soldados israelíes esta semana. �Seguiremos luchando hasta que obtengamos la victoria�, gritaban los miembros del cortejo fúnebre. �Tomaremos el mismo camino que los mártires.� Pero ése no es el destino que Bazazo quiere para sus hijos, de entre 8 y 15 años. Por eso intenta evitar que los mayores vayan a Belén y se unan a los jóvenes que arrojan piedras contra los soldados israelíes. �Los gobiernos del mundo deberían hacer algo. Las piedras no pueden hacer nada.� Pero a la vez comprende lo que lleva a los jóvenes a una muerte casi segura a manos de las tropas israelíes. �Muchos de ellos tienen un hermano o un hijo asesinado en los enfrentamientos. Si yo estuviese en su lugar, también saldría a las calles a tirar piedras.� Su nuera no piensa lo mismo, y se muestra furiosa tanto con los israelíes como con los francotiradores que tomaron posiciones sobre los techos de Gilo, dejándolos a ellos en plena zona de fuego. �Ambos tienen la culpa -explica Kamel�. Nosotros somos las víctimas que quedaron en el medio.�

Traducción: Florencia Grieco.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

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