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TRES MUERTOS Y 66 HERIDOS EN UNO DE SUS ATAQUES MAS DUROS
ETA tiene más voltaje que nunca

En Madrid, el separatismo vasco hizo estallar un coche bomba al paso del automóvil de un juez de la Corte Suprema española, quien murió junto a su chofer y su custodia. La onda expansiva destrozó un ómnibus, destruyó 400 viviendas y dañó una torre de 14 pisos.

Por J. A. Rodríguez
y J. Frances
Desde Madrid *

t.gif (862 bytes)  El magistrado de la Corte Suprema José Francisco Querol Lombardero era un hombre de costumbres. Ayer, como cada mañana, se despidió de Pepita, ahora su viuda, y bajó en ascensor de su casa, en el piso 12º B, del número 65 de la calle de Torrelaguna, a eso de las nueve de la mañana. Su conductor habitual, Armando Medina, estaba en ese momento apurando un café con porras en el bar Valencita, situado en la avenida de Badajoz, mientras el escolta Jesús García Escudero, agente del Cuerpo Nacional de Policía, charlaba tranquilamente sobre la inminente llegada de las heladas a Madrid con el conserje del bloque en el que vivía el magistrado.
Querol Lombardero, que el 30 de noviembre cumplía 70 años e iba a jubilarse, se cruzó con su conserje, Fernando Sanz, quien le saludó con un simple “¡don José!” y un movimiento de mano. El magistrado de la Sala V de lo Militar del Tribunal Supremo fue un momento al quiosco de la puerta de su casa. “Hizo lo de todas las mañanas: compró un ABC y un paquete de Ducados y se marchó”, relataba, aún impresionado, el quiosquero, Angel del las Sías.
Magistrado, escolta y chofer subieron en el coche oficial, un Renault Mégane verde matrícula PME-1443-A, y enfilaron hacia el cruce de la calle de Torrelaguna con la avenida de Badajoz, a pesar de que esa dirección está prohibida salvo para autobuses y taxis. De hecho, la policía local había parado en algunas ocasiones al magistrado por ir contravía, pero les había dejado seguir después de que se identificaran. El coche torció hacia la derecha, obligado por una señal de tráfico, rumbo al cercanísimo Sanatorio de la M-30 de Madrid.
Los terroristas ya le estaban esperando con el mando a distancia que activaba el explosivo en las manos. El coche bomba, cargado con unos 30 kilos de dinamita, estaba perfectamente aparcado prácticamente en la esquina de la avenida de Badajoz. La explosión del Renault 9 que contenía el artefacto –robado el 17 de agosto en el barrio madrileño de Fuencarral– le dio de lleno al coche oficial, que saltó por los aires convertido en una bola de fuego, sobrevoló un autobús de la línea 53 de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y cayó sobre su techo docenas de metros más lejos, al otro lado de la calle, pegado a un Centro de Atención a la Infancia del Ayuntamiento de Madrid.
La explosión alcanzó de lleno la parte delantera del autobús que, al mismo tiempo, sirvió de parapeto para casi una decena de personas que pasaban en ese momento por la calle. El conductor del transporte público, Jesús Sánchez Martínez, quedó gravemente herido, con “severísimas lesiones craneales”. La parte delantera del autobús empezó a arder, mientras la decena de personas que lo ocupaban saltaban por las ventanas.
La explosión mató en el acto al magistrado, su chofer y su escolta, que quedaron totalmente carbonizados. Un total de 66 personas sufrieron heridas, aunque las más graves eran el conductor del autobús y una niña de ocho años que sufría una fractura abierta en una pierna. Más de 400 viviendas sufrieron daños de importancia, aunque el bloque con más destrozos fue el situado justo bajo el coche bomba: una torre de 14 pisos. “Tarde o temprano pagarán sus crímenes”, afirmó el rey Juan Carlos I de España. “Nadie va a conseguir por la fuerza de la violencia ningún tipo de objetivo”, afirmó por su parte el presidente del Gobierno español, José María Aznar, quien añadió que las víctimas murieron por “trabajar al servicio de la libertad”. Desde Valencia, donde inauguró una conferencia que discute la descentralización en Europa, el jefe del Partido Unionisa del Ulster condenó el atentado y dijo que la actividad de ETA es “inútil”, porque “ya se vio en Irlanda del Norte durante 30 años” que “cuando llegael momento de solucionar las cosas, las actitudes violentas no solucionan nada”.
Al poco tiempo del atentado, cientos de personas, encabezadas por el ministro de Economía, Rodrigo Rato, se reunieron en la céntrica Plaza del Sol bajo una pancarta en la que se podía leer “Por la libertad-Contra el terrorismo. ETA no”. Otras concentraciones tuvieron lugar en las capitales vascas de San Sebastián, Bilbao y Vitoria (norte). Para hoy habrá muchas más marchas en todo el territorio español, incluida una que encabezará el propio Aznar en la capital española. El nuevo ataque de ETA, que eleva a 19 el número de víctimas mortales causadas por esta organización desde enero, sobreviene apenas ocho días después del último asesinato perpetrado por los activistas vascos contra el funcionario de prisiones Máximo Casado Carrera en Vitoria, la capital del País Vasco.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.


COMO LA CUESTION VASCA LE REBOTA AL SOCIALISMO
Los dientes apretados de Aznar

Luis R. Aizpeolea
Desde Madrid *

Juez José Francisco Querol. El presidente del gobierno, José María Aznar, ha hecho del desalojo del Partido Nacionalista Vasco (PNV) del Ejecutivo vasco y de la cohesión territorial de España el eje de su discurso. Ambos retos, convertidos en referente básico de su estrategia antes, incluso, de las elecciones el 12 de marzo, los utiliza también ahora para poner a prueba al PSOE. Aznar hizo de la “cuestión vasca” un objetivo estratégico de su gobierno cuando ETA declaró su tregua en setiembre de 1998. Tras su ruptura, 14 meses después, mantuvo el objetivo, pero alteró el contenido: el PNV, y con él el lehendakari (presidente autónomo vasco) Juan José Ibarretxe, son cómplices de ETA por servir de caldo de cultivo a la banda por haber firmado el Pacto de Lizarra con EH.
Desde entonces, desde diciembre de 1999, todas las intervenciones de Aznar sobre política nacional inciden sistemáticamente en este punto.
Los últimos movimientos de Ibarretxe, desmarcándose del Pacto de Lizarra (firmado por los nacionalistas), señalando a ETA como único responsable del terrorismo frente a la equidistancia anterior, y reconociendo el error de mezclar el proyecto del PNV con la normalización de Euskadi no afectan para nada a Aznar, en contraste con el PSOE. Los socialistas animan a Ibarretxe a seguir por esta vía porque fortalece la unidad democrática frente a ETA, sin que suponga alterar su estrategia vasca, coincidente con el PP: Ibarretxe debe adelantar las elecciones porque está en minoría y pactó un programa con el brazo político de ETA tras un acuerdo secreto y previo a los comicios.
Esa dualidad no existe para Aznar. No distingue entre gobierno vasco y PNV, entre el nuevo papel de Ibarretxe y el del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, que dice que el Pacto de Lizarra está acabado y que no renuncia al soberanismo. O sea, las dos cosas a la vez. La Moncloa está convencida de que el PNV volverá al frente nacionalista si ETA declara otra tregua. Es más. La única garantía de que exista un gobierno vasco eficaz en la lucha contra ETA y de que el PNV olvide sus sueños soberanistas es su desalojo del poder, según el “número dos” del Ejecutivo, Mariano Rajoy. Una mayoría del PSOE piensa lo contrario: que su desalojo radicalizará a los peneuvistas.
Esta posición inflexible con el PNV devuelve, además, sus señas de identidad al Partido Popular (PP) de Aznar en su visión de los nacionalismos, confusa en la anterior legislatura por su forzado pacto con el partido catalán gobernante Convèrgencia i Unió (CiU) y con el PNV al no disponer de mayoría absoluta. Aznar dijo lo que piensa del nacionalismo cuando, hace un mes, comparó la Serbia de Milosevic con la Euskadi de Arzalluz sin atender al pasado democrático del PNV.
No es baladí que uno de los sueños de Aznar sea acabar su mandato con la derrota histórica del nacionalismo en su campo. La Moncloa (sede del gobierno) tiene en cuenta, además, que una de las claves de su mayoría absoluta radica en su firmeza con los nacionalismos, en contraste con el PSOE, que marca la diferencia entre la ETA y el PNV y que teme que la confrontación entre el PP y el nacionalismo democrático polarice la política vasca y ahonde su fractura social.
El gobierno cuenta con que el PSOE está más próximo al PNV que el PP por sus históricas relaciones con los nacionalistas, con quienes ha gobernado varias legislaturas, y se dispone a probarles. El gobierno está colocando al PSOE, ante las elecciones vascas, en un dilema en el que gana siempre. Gana si el PSOE se une al PP con un gobierno alternativo al PNV. Pero también si el PSOE gobierna con el PNV, por muchas declaraciones bienintencionadas de los nacionalistas, porque, según cree, los socialistas lo pagarán en las urnas en toda España. También trata de probar al PSOE en el segundo eje de su estrategia: la cohesión territorial de España. Lo ha facilitado la mayoría absoluta del que obtuvo en las elecciones del 12 de marzo, que le ha liberado de las ataduras nacionalistas. El gobierno juega con dos cartas. Trata con distancia a su aliado nacionalista más próximo, Convèrgencia i Unió. Su presidente, Jordi Pujol, tras entrevistarse con Aznar, al que ha adelantado su apoyo presupuestario, no ha logrado garantías del presidente sobre su reclamación clave: un modelo de financiación autonómica suficiente y duradero.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 

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