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TIBIA RESPUESTA AL PRESIDENTE EN IDEA
Apenas un “aprobado”

El discurso en el que De la Rúa presentó lo que bautizó como �mi modelo� no fue interrumpido ni una vez y cosechó moderados aplausos al final. Lo acompañaron el gabinete y toda su familia.

Fernando de la Rúa intentó hacer
un gesto de “autoridad” en IDEA.
“No estoy para abrir el paraguas sino para que deje de llover”, anunció.

Por Fernando Cibeira
Desde Mar del Plata

t.gif (862 bytes) Terminados los discursos y luego de detalladas las medidas, el Gobierno confiaba en haber hecho el gesto de “autoridad” que le venían reclamando frente a la grave crisis financiera. El presidente Fernando de la Rúa se presentó anoche frente a los empresarios más importantes del país reunidos en el coloquio de IDEA pidiendo terminar con “la histeria adolescente en la que nos hemos metido”, refiriéndose a los últimos movimientos del mercado y rumores de cambios de ministros. En más de una ocasión, el Presidente aceptó que el país atraviesa “una dura tormenta financiera”. “No estoy aquí para abrir el paraguas, sino para que pare de llover”, lanzó, antes de detallar lo que llamó “su modelo”. La frutilla que coronó la fuerte puesta en escena con que la Rosada supone terminarán las turbulencias de los últimos días, fue un cable que leyó el ministro de Economía, José Luis Machinea, en el que el Fondo Monetario expresaba su apoyo a las medidas que un rato antes De la Rúa adelantó por la tele.
Si se mide la repercusión exclusivamente por los aplausos, habría que decidir que la presentación de De la Rúa no fue ningún suceso. Nunca fue interrumpido con alguna erupción de alegría por parte de los empresarios mientras duró su discurso. Cuando terminó, tuvo la cantidad de aplausos estrictamente correcta y nada más. En ese rubro, Machinea tuvo un poco más de suerte. Dos veces fue aplaudido, pero más que nada por las mesas que estaban más adelante, en donde se ubicaron los políticos.
La apuesta del Gobierno fue fuerte y se notó en la cantidad de presencias, que superaron las estimaciones previas. Entre otros, estuvieron el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, más los ministros Adalberto Rodríguez Giavarini, Patricia Bullrich y Hugo Juri. También hubo una delegación legislativa importante encabezada por el presidente de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual, el jefe del bloque de la Alianza, Darío Alessandro, el senador Pedro Del Piero y los diputados Horacio Pernasetti, Jesús Rodríguez, Marcelo Stubrin, Raúl Baglini y Juan Pablo Cafiero. No fue todo. Al Presidente lo acompañaron su mujer Inés, sus hijos Antonio y Aíto y hasta su yerno Juan Petracchi.
El copamiento del auditorio del Hotel Sheraton arrojó buenos resultados según pudieron percibir los hombres del oficialismo. “En general, los empresarios quedaron contentos. Igual, ellos siempre piden más”, analizaba uno de los diputados que compartían las mesas ubicadas frente al escenario con varios de los empresarios más poderosos de la Argentina. De la Rúa se ubicó en el centro de la mesa mayor, flanqueado por las autoridades del coloquio, Fernando Ponasso y Jorge Aguado. También estuvo el gobernador Carlos Ruckauf, quien consiguió que IDEA lo sentara en esa mesa ayer y no el día inaugural, como estaba previsto en el programa original. Ruckauf había amenazado con una inmediata respuesta mediática a las medidas de De la Rúa, pero luego prefirió pensarlo un poco más y probablemente hable hoy.
A diferencia del miércoles cuando abrió el coloquio, esta vez Ponasso se limitó a leer lo que habían sido las conclusiones de las tres jornadas de panelistas y no hizo ninguna mención a la falta de liderazgo político, que tanto había venido preocupando a los políticos.
Pero fue De la Rúa, en un tono más sincero que lo habitual, quien se encargó de detallar las críticas que sabe favoritas de los hombres de negocios cuando hablan en privado. “Para los que dicen que no hago lo que en verdad siento, para los que dicen que soy un Presidente al que le falta fuerza, para los que dicen que estoy atado a una Alianza que no me deja gobernar”, enumeró. Dijo que los problemas de confianza le hacen perder al país “unos cuantos millones al día” y que “nos comportamos en una juvenilia política”. Terminados los discursos, las mozas recién empezaron a pasar con enormes bandejas trayendo el primer plato, ya cerca de las 11 de la noche. Los diputados, apenas un poco más relajados de los que estaban en la mesa principal, se animaban a hacer una primera evaluación. “Entramos en el camino hacia un capitalismo moderno, haciendo las reformas que faltaban y terminando con algunos sistemas que todavía eran mitad privados y mitad estatales”, reflexionaba el frepasista Alessandro, a quien el Presidente mencionó en el discurso cuando se refirió a la fortaleza de la Alianza. “Por lo menos marcó un camino, vamos hacia allá”, indicaba otro legislador haciendo un gesto con la mano. “Era lo que hacía falta”, agregó.
Claro que todos reconocían que más allá de las palabras y de las primeras percepciones, lo que realmente importaba era que el FMI hubiera adelantado su respaldo, aunque no lo suficientemente rápido como para que Machinea hiciera un anuncio concreto. “La plata está”, tranquilizaba un diputado. “Con eso zafamos seguro”, se esperanzaba.

 

OPINION
Por Mario Wainfeld

La sonoridad del silencio

Un viejo proverbio reza que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Cualquier psicólogo podría explicar que esa supuesta sabiduría conformista es, bien mirada, una patológica necedad. Los silencios esclavizan, enferman y dañan mucho más de lo que se verbaliza, comparte, asume. Los silencios, en suma, dicen. En materia de comunicación, los silencios son tan relevantes como lo que se menciona. Y en materia política, ni qué decir. La Argentina tiene una pesada tradición vinculada a “de eso no se habla”.
Ayer, el Presidente dedicó buena parte de la jornada a armar dos discursos, que le insumieron en total bastante más de una hora. Se supone que uno se destinó a la gente del común y otro a la comunidad de negocios. En ambos mensajes intentó dejar probado su liderazgo. Eligió un estilo coloquial en su spot “para la gente” y un tono más enfático en el Sheraton Hotel de Mar del Plata. Hizo uso y abuso de la primera persona del singular con el fin ostensible de probar que es dueño de la situación y de las decisiones.
El Presidente no hizo una mención siquiera incidental a lo sucedido durante el día de ayer en Salta. No juzgó necesario dedicar unas palabras a la muerte de un desocupado a manos de la policía provincial y a una pueblada que fue cabal testimonio de broncas y dolores populares acumulados. La chispa estalló en un pueblo fantasma, General Mosconi, cuyo nombre alude a otra Argentina que en tiempos no tan remotos los partidos populares, incluido el radicalismo, valoraban.
Muchas reflexiones y asociaciones podría disparar la muerte de un argentino y la bronca de muchos desamparados, pero De la Rúa optó por abolirlas de sus discursos. Ese silencio dice mucho. Es, acaso, una señal tan fuerte como los guiños que proliferaron en las dos odas a los mercados que entonó el Primer Mandatario.

 

 

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